Hugo Prieto
Luis Salamanca es abogado, profesor universitario de Derecho Constitucional, politólogo y doctor en Ciencias Políticas. No asesora a la MUD ni milita en ninguna organización partidista. Su análisis está desprovisto de cualquier interés grupal. Tiene años estudiando el tema de la dictadura. Afirma que no hemos llegado allí, que estamos en la ruina institucional, pero aún podemos salir de este embrollo, a través de ese “hilito roído, pero no roto, que es el sufragio; por eso hay que defenderlo”.
El sólo hecho de pensar en el mediano plazo alborota el espanto. Pero no hay otra. Hay que pensar en el mediano plazo y definir una estrategia integrada que va desde enero de 2017 hasta diciembre de 2018. “Te lo planteo de esta forma”, dice Salamanca, “la oposición tiene pueblo pero no tiene poder; mientras que el gobierno tiene demasiado poder, pero no tiene pueblo”. Ese es el dilema, cuya solución pasa no por la boca de un fusil, sino por la boca de una urna electoral.
Sería un lugar común hablar de crisis institucional. Pero ahí está la decisión del TSJ que atornilla a las rectoras Tania D’amelio y Socorro Hernández en el CNE y también está el señalamiento de la Asamblea Nacional que responsabiliza al presidente Nicolás Maduro de la “devastación económica” y de la crisis que agobia a los venezolanos. ¿Cómo se va a resolver el conflicto? ¿Por la vía pacífica o la violencia?
Las opciones no son necesariamente dos. Tenemos un régimen político que nos permite resolver el conflicto a través del sufragio. Pero la pregunta que yo me hago es la siguiente: ¿Podrá Venezuela resolver la crisis que tiene planteada, en todos los órdenes, por la vía democrática? Ese es el tema que deja planteado este año, 2016, y que va a estar en el tapete a comienzos de 2017. Pero eso depende del manejo del problema que haga tanto el gobierno como la oposición. Hay que tener en cuenta que la solución democrática nunca es absoluta, nunca es total, salvo que sea por medio de una elección general (cosa que no está planteada), aquí vamos a tener que resolver el problema por vía incremental. Es decir, para que haya una solución, el poder tiene que estar en otras manos. Este año tenemos unas elecciones de gobernadores y unas elecciones de alcaldes y para la oposición, que tiene otro concepto de gobierno, precisamente, la oportunidad está allí. Pero eso no es suficiente.
Hay tantos dilemas, por ejemplo: restituir el hilo constitucional, concentrarse en la agenda electoral, aunque después de la suspensión del Referéndum Revocatorio, nadie puede asegurar que en Venezuela hay certeza sobre las elecciones; también está el tema de la negociación y acuerdos a los que pueden llegar los factores políticos en pugna. Todos esos caminos, unos más otros menos, se han transitado pero no hemos llegado a nada.
Yo no creo que la salida sea por un acuerdo entre gobierno y oposición, entre otras cosas, porque este gobierno no va a negociar su salida. El único escenario en el que este gobierno pudiera buscar un acuerdo es cuando tenga el agua, no en el cuello sino en la nariz. ¿Cuándo será eso? No lo sé, tendrían que ocurrir una serie de eventos explosivos en Venezuela: un levantamiento popular, un pronunciamiento militar, el juego político tendría que salir del marco en que está actualmente, comillas “institucional”. Y en ese marco, el gobierno aún tiene la sartén agarrada por el mango. Digamos, utilizando el control que ejerce sobre las instituciones para frenar el cambio político y democrático. ¿Dice que no hemos llegado a nada? Bueno, no se ha llegado a nada porque el gobierno está aplicando una estrategia anticonstitucional, autoritaria, despótica, en mi opinión, porque aquí hay que adjetivar, no se trata de un autoritarismo genérico sino de un despotismo muy claro, y lo digo porque el gobierno no está respetando las normas mediante las cuales fue electo.
Seguramente eso forma parte del cuadro político, pero debo insistir: no hemos llegado a nada.
Se ha ido llegando a cosas. La vía democrática es lenta, es gradual, es insatisfactoria, ¿por qué? Porque la velocidad de la crisis social es más rápida que la solución democrática. Y la única alternativa, la única solución que tiene la oposición es la democrática. No hay otra. No tiene armas, no puede confiar en un levantamiento popular. Es decir, tiene que seguir laborando bajo esta ingeniería constitucional, que te obliga, entre otras cosas, a respetar los lapsos de las elecciones. Ahora, el gobierno no está jugando ese juego. El gobierno está jugando en otro tablero.
También la oposición ha hecho su juego, en el que ha seguido estrategias aparentemente contradictorias, las elecciones a gobernadores versus el Referéndum Revocatorio, convertir el 6-D en una suerte de plebiscito, algo que ya había hecho con las elecciones municipales de 2014, en seis meses salimos del gobierno. ¿Cómo es que se plantean unos objetivos que son inalcanzables?
Una de las cosas más complicadas que tenemos ahora en Venezuela es atribuirle a la oposición una responsabilidad. En primer lugar, no hay una sola oposición. Está la MUD, pero también hay otras fuerzas que compiten con ella, tanto interna como externamente. Pero además, la MUD tiene un problema operativo de dirección. ¿Quién dirige a la MUD realmente? Allí hay un problema, porque cuando Ramos Allup plantea el lapso de seis meses, lo hizo como un tema suyo, de él, para posicionarse alto. Ahora, hay que preguntarle a Ramos Allup ¿por qué hizo eso? Hay que preguntarle a la MUD. ¿Quién decide esas cosas? Pero yo observo, permanentemente, que una vez es Ramos Allup, otra vez es Capriles Radonski, que lanza consignas a la calle y después obliga a la MUD a asumirlas. La autoridad de la MUD no está clara y tan es así que cuando se fue al diálogo, AD se distanció y otros partidos se mostraron indiferentes, eso no es conmigo. Si la MUD tiene una directiva, esa instancia tiene que tener capacidad para comprometer a la MUD, como un todo, en decisiones. No puedes estar todo el tiempo: voy a tomar esta decisión, ¿puedo o no puedo? No, para algo eres directivo.
¿Cómo se puede negociar, si quienes se sentaron en la mesa no tenían la autoridad para comprometer en decisiones a quienes, aparentemente, les habían dado un mandato? ¿Cómo se puede avanzar?
Chuo Torrealba es el secretario Ejecutivo de la MUD, ¿verdad? Bueno, Chuo Torrealba debería estar en capacidad de tomar decisiones políticas en situaciones particulares, de emergencia, especiales, en nombre de la MUD. ¿Sino para que es secretario Ejecutivo? ¿Para hablar solamente? El otro tema tiene que ver con la naturaleza de la MUD, una alianza de partidos políticos, cuya finalidad es ganar electorales. Es la única tarjeta inscrita en el CNE, por cierto. ¿Qué ocurre cuando la coyuntura no es propiamente electoral? Que la MUD, digámoslo así, sufre ataques de epilepsias. Ciertamente, la elección facilita la conjunción, pero cuando es otra cosa, vemos que uno salta proponiendo calle por aquí, otro salta proponiendo asamblea constituyente por allá. Pero eso no es propiamente responsabilidad de la MUD, forma parte de la lucha contra un gobierno autoritario y despótico como éste, en el que tienes que luchar en elecciones por los cargos políticos, pero también tienes que librar una lucha política permanente, en el terreno no electoral, para ir provocando el cambio que quiere el país.
¿Por qué no se ha hecho ese trabajo? ¿No es algo que deberían hacer los políticos?
Ese trabajo le toca hacerlo a la MUD internamente.
¿Por qué no se ha hecho?
Fundamentalmente, porque hay cuatro sectores que quieren controlar a la MUD. Vamos a ponerle nombres. Un grupo representado por María Corina Machado y Leopoldo López, quizás Antonio Ledezma (a veces sí; a veces no); otro grupo, digamos, el que actualmente está a cargo, que responde más a Primero Justicia y Acción Democrática. Todos quieren conquistar a la MUD, porque a pesar de que no es un partido político “Stricto sensu”, es el principal partido político del país. Tiene el encanto de que sin ser un partido político, atrae a sectores de la sociedad venezolana, que todavía los hay, que creen en la antipolítica. A la vez es una plataforma unitaria. Eso convierte a la MUD en la muchacha más linda de la cuadra, a la que todo el mundo se la quiere levantar. María Corina quiere controlar a la MUD, Leopoldo quiere controlar a la MUD, cuando Leopoldo lanzó #La Salida, en 2014, no solamente era contra el gobierno, era también buscando controlar a la oposición. Y Capriles quiere mantener el control de la MUD, que lo tiene actualmente. Esas diferencias hacen que tú no puedas tener una visión política única, puedes tener una visión electoral única, porque las elecciones, a fin de cuentas, es vamos a ponernos de acuerdo en los cargos y ya está.
Mientras los integrantes de la MUD están en este tejemaneje —por llamarlo de alguna manera— idas y venidas, marchas y contramarchas, propuestas variopintas, el gobierno ha acentuado el autoritarismo despótico, como lo acaba de calificar. No hay obstáculos políticos, sólo electorales. Es el “fast track” del gobierno, al tiempo que la oposición se debate en el trance de la epilepsia.
Una muestra de eso es cuando el gobierno le quita el revocatorio y la MUD no tiene capacidad de respuesta rápida y acertada. Lo primero que atina es a sentarse en la mesa de diálogo. Yo estoy de acuerdo con la sentada, pero no de la forma inmediata en que se hizo. Claro, es como el boxeador que coge un gancho en la mandíbula y lo dejan grogui: vamos a estar claros, la oposición buscó las cuerdas. Evidentemente, el gobierno está jugando el juego del puro poder y la oposición sólo puede jugar en el tablero del poder constitucional. ¿La MUD puede jugar el juego del puro poder? ¡Ah, ese es el gran tema! Eso es lo que quiere María Corina, por eso pide calle y más calle. Vamos a llegar a Miraflores, que sí podemos. ¿Por qué ella no empuja por ahí? ¿Por qué López no empuja por el lado que él señala? Sencillamente, porque solo no puede cada uno.
Después del fracaso del Referéndum Revocatorio, el gobierno, como buen pegador, busca el nocaut. Por eso, ratifica en sus cargos, vía TSJ, a las rectoras del CNE que negaron un derecho constitucional. Aplica medidas como el canje de billetes de 100 bolívares y anuncia otras. Nadie se puede llamar a engaño, lo que venía era una lluvia de golpes. El diálogo fue una propuesta del gobierno y la gente se quedó esperando la respuesta de la MUD.
Vamos a seguir con la metáfora boxística. Ciertamente, el gobierno quiere noquear a la MUD. Ese es el gran propósito, el gran objetivo. Noquear a la MUD. Eso significa sacarla del juego político. O desgastarla tanto que ya no sea electoralmente importante. Ahora, la MUD se supo “enclinchar” y llevó al gobierno a buscar un acuerdo de cuatro puntos que fueron aprobados. Unos puntos bastante genéricos, sin mayor precisión, muy generales y sin indicación de cómo se iban a concretar. Pero eso le sirvió a la MUD para coger un segundo aire en el ring. ¿Por qué? Porque hizo ver que el gobierno es quien incumple los acuerdos. Allí había cosas muy importantes, por ejemplo, la ayuda humanitaria, en Venezuela hay millones de personas en penurias; el tema de los presos políticos; el tema de los diputados del estado Amazonas. Yo quiero ver al gobierno contándose en esa elección. El gobierno no quiere contarse, bajo ningún respecto. El incumplimiento de los acuerdos se le convirtió en un problema político al gobierno y a partir de la declaratoria de la responsabilidad política del presidente en la crisis y en la devastación económica (miércoles), la MUD recupera su autonomía y su iniciativa política. La MUD no podía caer en la trampa de quedarse paralizada en una mesa, porque eso es lo que quiere Maduro.
La gente no tiene esa impresión. Aquí se cercenó un derecho constitucional. Y el costo para el gobierno no está claro, no se ha percibido todavía.
Sí, la afectación, el costo para la MUD, fue fuerte, tal como lo refleja una reciente encuesta de Venebarómetro. Pero te voy a decir cuál es el costo para el gobierno: que lo llamen dictadura. Si esto sigue así, vamos enfilados hacia una dictadura.
¿Con qué herramientas podría la MUD retomar la iniciativa política después de la aparente tregua navideña? ¿En qué plazo y con qué objetivos?
No me las sé todas, ¿ah? Yo respeto mucho el trabajo de los políticos, porque es demasiado exigente, demasiado cuesta arriba. Creo que la MUD, a partir de enero, tiene que retomar claramente la estrategia electoral. ¿Qué quiere decir claramente? Sin fantasías electorales. No más revocatorio, aunque hay gente que todavía cree que el revocatorio se puede salvar. Insistir con ese tema le serviría al gobierno para volver a hacerse el loco con las elecciones de gobernadores. Tampoco creo en la fantasía de elecciones generales adelantadas, porque si el gobierno te quitó no una (RR2016) sino dos elecciones (gobernadores), no te va a dar cuatro. Perdóname, y mucho menos te va a dar una elección, en la que salgan todos. Eso no existe en ninguna parte. La Constituyente menos, si la planteas el gobierno la va a tomar para evadir la elección de gobernadores.
El Revocatorio tenía sus riesgos y más con este CNE. Tomando en cuenta la estrategia “sin fantasías electorales”, ¿no hubiese sido más eficaz concentrarse en la elección de gobernadores? A estas alturas, tal vez, la oposición hubiese ganado en 20 estados.
Sí, eso era lo que se calculaba. Pero el Revocatorio no era una fantasía electoral. ¿Por qué se va al Revocatorio después de que se proponen todas las vías posibles, aunque decir todas era decir ninguna? Porque la gente exigía un cambio político debido a las penurias y al sufrimiento social. Si hubieses planteado sólo las elecciones regionales, la pregunta de la gente sería: ¿y tú crees que nosotros vamos a aguantar hasta 2018?
El liderazgo no puede ser simplemente la caja de resonancia del estado emocional de la gente. El liderazgo es otra cosa.
A ver, lo que estoy diciendo es que el planteamiento del Revocatorio obedeció a la necesidad de buscar el cambio político por la vía constitucional. Era una opción disponible, primero por razones constitucionales y segundo por la votación del 6-D. Ahora, el gobierno también juega. Cerró la vía progresivamente, hasta que advirtió que era insuficiente, por eso lo abortó de una vez. Otra cosa, por omisión, en política, tú no ganas nada. Es decir, no ganas nada por forfait. Tienes que ir por las vías que pudieran ser plausibles. Si la abortaron, tienes que seguir pa’lante.
Volvamos al tema de la estrategia “sin fantasías electorales”. ¿Qué otros elementos habría que considerar?
Tiene que ser, además, una estrategia claramente unitaria. Y esto es fundamental, porque la unidad es el encanto fundamental que tiene el planteamiento del cambio político. Porque la gente está harta de la división y quiere un cambio político que aglutine al mayor número de actores posibles. No puede ser inmediatista. Eso de que el cambio era en seis meses o no era, lo cuestioné mucho. Tú tienes que pensar en el mediano plazo. Tienes que tener una estrategia política integrada para todo el lapso. ¿Para qué? Para que la gente pueda ubicarse y ver cuáles son las posibilidades sí, por ejemplo, el gobierno aborta el Revocatorio. Yo me hacía esta pregunta. ¿Si no es en el 2016, qué vas a hacer? ¿Te quedas sin estrategia?
Te quedas con lo que estamos viendo
Sí, que es lo que ocurrió. Por eso digo: hay que retomar la estrategia que no puede ser sino electoral. No puede ser inmediatista. Tienes que incluir el 2018. A los que preguntan, ¿crees que lleguemos al 18? Perdóname, a mí la pregunta me parece tonta. ¡Claro que llegamos! Y tenemos que estar preparados para eso.
Toda una mortificación. ¿Qué me está proponiendo? ¿Qué me deshaga en esta crisis?
No, para nada. Lo que ocurre es que tú tienes que valorar y saber cuáles son tus fuerzas. Y tu fuerza es constitucional, no es extra constitucional. Aunque aquí pudiera haber un levantamiento popular, un pronunciamiento militar. Pero no puedes hacer estrategia sobre supuestos que no sabes si van a ocurrir o no.
Usted dijo que vamos enfilados hacia la dictadura. Entonces, la estrategia constitucional no tiene sentido
Todavía no estamos en dictadura, tengo unos cuantos años estudiando ese tema. La dictadura es la toma del poder por la fuerza, ya sea violentamente o institucionalmente. Cuando Maduro diga que no va a haber elecciones presidenciales o cierre la Asamblea Nacional, que no lo va a hacer, aunque juega con esa idea, efectivamente, estamos en dictadura. Mi opinión es que estamos en una ruina institucional, en un atolladero, del cual podemos salir mediante el mecanismo del sufragio. El gran reto es defender ese hilito roído, pero no roto, del sufragio, que nos permitiría salir de esto con el menor trauma posible.