En el contexto del Cónclave, reproducimos completa y sin modificaciones esta entrevista al teólogo Rafael Luciani publicada por El Ucabista
Desde el próximo 7 de mayo el mundo será testigo de un ritual tradicional y de siglos dentro de la Iglesia católica: el cónclave en el que 133 cardenales de todo el mundo, reunidos en la Capilla Sixtina del Vaticano, elegirán, en no más de cuatro días, al sucesor del papa Francisco, quien falleció a los 89 años el 21 de abril.
El argentino Jorge Bergoglio marcó una época dentro de la Iglesia, tras 12 años de pontificado en los que ejecutó un proceso de reformas que encontró respaldo, pero también resistencia y oposición, ante lo que implicaba la palabra cambio en la estructura eclesiástica mundial.
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De acuerdo con el teólogo venezolano y profesor titular de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), el laico Rafael Luciani, una apertura en la gobernanza de la Iglesia, así como el paso de una institución eclesiástica centrada en Roma «a una Iglesia mundial, intercultural, que tiene hoy en día una diversidad de representación, de países, y de culturas de pueblos, de entender a la misma Iglesia», son dos de los elementos que se pueden destacar como improntas del papado de Francisco.
Pero ahora, en lo que se asume como la conclusión de un duelo y a pocos días de que se conozca quién será el nuevo líder de la Iglesia católica, “no hay garantía alguna de que el siguiente pontificado siga la línea de Francisco”, afirmó Luciani en conversación con El Ucabista.
A juicio del experto, quien es miembro del equipo teológico pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), los más de 10 años del trabajo papal de Francisco permitieron un encuentro de la Iglesia católica mundial con distintas culturas dentro del propio catolicismo, lo que originó una conciencia, a partir de los diversos procesos convocados durante su ejercicio, de que «la Iglesia está constituida por iglesias locales, con una diversidad de formas de ser, que hoy en día tienen que ser asumidas como lugares de reflexión, de discernimiento y de toma de decisiones».
El también perito de la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos considera que el fallecido pontífice impulsó una visión de Iglesia “más horizontal”, en contraste con lo que era la práctica habitual dentro de la institución eclesiástica.
“La institución venía cargando una crisis de más de 30 años que explota, se hace pública y que da pie a que su pontificado llame desde el inicio a hacer una reforma. Esto implicó para Francisco un avance de su visión de Iglesia que iba a contracorriente de lo que había sido la práctica habitual. Por ejemplo, la cultura del secreto frente a los abusos”, explicó Luciani, vía telefónica, desde Estados Unidos.
Abrir más las puertas o cerrarlas
En medio de las expectativas que genera la elección de un nuevo papa y la incertidumbre sobre el rumbo que tomará la Iglesia católica en los próximos años, gana notoriedad el debate sobre la necesidad de más cambios dentro de la Iglesia o si los nuevos tiempos traerán un freno o, incluso, un retroceso frente a las reformas adelantadas por Bergoglio, considerado un pontífice progresista por grupos ultraconservadores de derecha en el propio Vaticano.
En este sentido, Luciani cree que el papado de Francisco no se puede evaluar solo bajo el parámetro de las categorías de conservador o liberal.
«Es un papa que abre las puertas de una Iglesia que estaba en una profunda crisis, caracterizada por una cultura de abusos de todo tipo: sexuales, de corrupción y del ejercicio del poder. En ese contexto, los cardenales cuando lo eligen le dan como misión la reforma de la institución eclesial y de todo lo que es la cultura eclesial. Por ello las decisiones que va tomando, más que conservadoras o liberales, son decisiones que responden a la necesidad de un profundo cambio de la institución, pero a la luz del seguimiento de Jesús», detalló el teólogo.
Uno de los cambios más públicos y notorios que el papa Francisco impulsó, con la Reforma de la Curia, fue permitir que mujeres y personas laicas ocupen posiciones en las que se toman decisiones que incumben a toda la Iglesia.
«Antes, la mayoría de los cargos eran de obispos, es decir, ocupados por ministros ordenados. Este cambio con la Reforma de la Curia deja abierta también esta posibilidad para que cada iglesia local, cada obispo en las iglesias locales, pueda emprender este tipo de reformas y que laicas y laicos, y no solo obispos o presbíteros, puedan estar en posiciones donde se tomen decisiones que tengan que ver con la totalidad de la vida y la misión de la Iglesia», apuntó Luciani.
En el ámbito de las reformas durante su pontificado, Francisco convocó en 2021 un sínodo fundamentado en un proceso con tres fases que finalizará en 2028. Se trata de una inédita acción en la Iglesia católica, la consulta más grande e importante en su historia, según Luciani, «para preguntar a toda persona, creyente y no creyente, qué debe cambiar en la Iglesia, cómo puede la Iglesia responder hoy a su misión y, por lo tanto, emprender una reforma».
«Cuando Francisco inaugura el Sínodo sobre la Sinodalidad, abre un proceso de escucha para aprender de la sociedad. Todos los temas como la diversidad sexual, el aborto, el debate público internacional, todas las cosas que hoy parecieran controvertidas tienen la fuente de la escucha de la Iglesia a la sociedad. Francisco lo que hizo fue recoger cómo la sociedad presenta nuevos signos de los tiempos, los nuevos problemas y cómo la Iglesia no puede quedarse atrás, sino iniciar un proceso de preguntas de cómo integrar eso en su visión pastoral», detalló el profesor.
Sin embargo, en el seno de la Iglesia católica hay quienes consideran que una mayor apertura que implique cambios puede convertirse en una ruta perjudicial. Ante esto, Luciani es cauteloso.
«Todo pontificado puede hacer cambios que pueden repercutir en lo que el anterior hizo, sea para frenar o para avanzar en lo que se ha hecho, o para retroceder», añadió el asesor de la presidencia de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR).
Una Iglesia más receptiva
Un desafío para el próximo papa será lo que Luciani puntualiza como parte del legado de Francisco: «abrir una Iglesia que debe escuchar para aprender de la escucha».
De acuerdo con el teólogo, la imagen de la Iglesia antes de Francisco era la de una institución «docente, que enseña, y el resto de las personas tenían que aprender».
«Con Francisco, tenemos una imagen de una Iglesia en la que todos debemos escuchar para aprender. Eso hace que la institución se coloque en una dinámica de cambio que tiene que venir de la sociedad enseñándole a la Iglesia», añadió.
No obstante, reconoce que eso pudiera cambiar en las próximas semanas con la llegada de un nuevo papa, por lo que hay incertidumbre sobre la tendencia que pueda predominar.
«Un elemento que nos ayudará a discernir cómo será el próximo papa es si sigue lo que el Sínodo sobre la Sinodalidad inició: ese proceso de escucha a la sociedad para aprender de ella y cambiar. El Sínodo que comenzó en 2021 terminará en 2028, es decir, el papa Francisco abrió una tercera fase del Sínodo que no termina este año. El próximo papa deberá decidir si continúa el proceso sinodal en los próximos tres años o si va a frenar lo que Francisco inició y dejó programado», sostuvo.
¿Y los pobres?
El fallecido papa marcó un estilo de austeridad, a propósito de su visión sobre la pobreza como prioridad para la Iglesia, que incluyó desde su nombre en honor a San Francisco de Asís, «el hombre de la pobreza», según señaló en su primer encuentro con medios de comunicación en 2013, hasta su vestimenta como sumo pontífice, con atuendos más sencillos, y el lugar que escogió para vivir durante su papado: una casa hotel que tiene el Vaticano y cuyas habitaciones son pequeñas.
«Eso ahora implica que el próximo papa tendrá ese desafío: ¿vivirá en el Palacio Apostólico? ¿Se vestirá con atuendos pontificios de gran lujo o será un papado que tenga una vestimenta mucho más sencilla como lo hizo Francisco? Todo eso causa molestias, según las distintas corrientes y estilos que encontramos en la Iglesia, de acuerdo con el modo de ser de las personas», resaltó Luciani.
El papa Francisco señaló que era necesaria, y así lo quería, una «Iglesia pobre para los pobres». Esa fue una de las reflexiones transmitidas en su discurso del 16 de marzo de 2013, cuando contó que luego de la votación en la que resultó electo, el arzobispo emérito de San Pablo (Brasil), Claudio Hummes, lo abrazó, lo besó y le dijo: «No te olvides de los pobres».
Pero no todos en el Vaticano lo consideraban así. «Eso genera problemas en los grupos conservadores de ultraderecha porque toca el estilo de vida de un obispo que vive como millonario, con casas lujosas, con carros y choferes, grandes seguros médicos; todo aquello que muchas veces las mayorías, en muchos países, no tienen», destacó el experto venezolano.
Más allá de la forma, el fondo de la visión y las perspectiva del papa Francisco también fueron motivos de críticas a lo interno de la institución.
«Francisco abre una recepción que muestra a una Iglesia más horizontal y comienza a criticar todo lo que tiene que ver con el poder dentro de la Iglesia. Entre las muchas turbulencias que va atravesando, algunas provienen de los grupos de ultraderecha, que son minoritarios y que no quieren el cambio, pero tienen mucho poder económico y han hecho campañas durante los 12 años de pontificado de Francisco, con continuas críticas como si el papa estuviera acabando con la Iglesia, con la doctrina y con la tradición», aseveró Luciani.
El teólogo reconoció que la visión de una Iglesia como la que impulsaba el papa Francisco, que tiene sus fuentes en asumir la opción por los pobres y que tenía que ser «más horizontal, involucrada en las realidades sociales, políticas y económicas de los pueblos», pudiera quedar ahora a la deriva tras la muerte del primer papa latinoamericano.
«Estamos hablando de un papa que viene con un estilo latinoamericano. Eso causa problemas en muchos contextos porque se decía, incluso, que estaba ‘latinoamericanizando’ a la Iglesia, cuando lo que estaba haciendo era regresar la Iglesia a la praxis de Jesús de Nazaret, que siempre fue una de asumir la opción por los pobres. Eso fue lo que en América Latina se asumió y que Francisco como papa llevó a su pontificado y lo ofrece como una riqueza para la Iglesia mundial», agregó.
Presiones y posiciones ideológicas
La incertidumbre sobre la elección del nuevo papa incluye también consideraciones sobre presiones de orden político e ideológico dentro del Vaticano. En ese contexto, Luciani, quien tuvo diversos encuentros con Francisco, destaca la libertad de decisión como uno de los rasgos de su personalidad.
«Tomaba decisiones en la Iglesia no sobre la base de presiones de grupos o posiciones ideológicas, sino de un profundo discernimiento de los Evangelios y a partir de las realidades de lo que se vivía en la sociedad, preguntándose siempre cómo la Iglesia podía servir mejor a su misión». precisó.
Aún es un misterio cuáles serán los primeros rasgos que definirán el nuevo pontificado. Más allá de esto, Rafael Luciani recordó una de las reflexiones que compartió con él el papa Francisco.
«Me acuerdo que una vez me dijo, con mucha confianza: ‘No hay que ser capataz de nadie’. Es decir, no hay que poner tanta atención en aquellos que quieren imponer una determinada visión contraria a la propia, porque sería perder la propia libertad, la propia capacidad de decidir sin presiones», concluyó Luciani.