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Historias de warao: “Los warao me enseñaron a ser más humana”

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Minerva Vitti

Bernarda Escalante llegó al delta del Orinoco en 1976 y desde entonces no ha dejado de trabajar con los warao, el segundo pueblo indígena más numeroso de Venezuela. Uno de los proyectos que realizó esta antropóloga junto con otra antropóloga y cineasta, Beatriz Bermúdez, fue compilar en 1986 varias imágenes filmadas durante dos expediciones científicas que realizaron investigadores de la Fundación La Salle en los años 1952 y 1954. Fueron 7.200 pies de película filmada en 16 mm, fotografías y grabaciones de música. Un material que estuvo archivado durante 30 años, sin ningún acceso al público. De esta compilación nació la película “Oko Warao: gente de curiara”, que según Beatriz Bermúdez, es quizás la única película realizada en Venezuela totalmente narrada en un idioma indígena. En 1986 la película recibió una mención especial por su valor Cultural y Antropológico en los premios que otorgaba el Concejo Municipal de Caracas.

La cineasta indicó en una reseña que “aunque el contenido y estructura narrativa del film están orientados al público en general, este está concebido como un material de apoyo a la educación intercultural bilingüe, así como a los programas de reafirmación étnica que adelantan algunos docentes warao”.

Hace dos semanas tuve la oportunidad de ver esta obra audiovisual, cargada de magia y simbolismos. En esta pudimos conocer la fiesta del Najanamu que se hace para protegerse de las enfermedades; cómo hacen el procesamiento del moriche para obtener la yuruma, que es uno de los principales alimentos de los warao; y cómo los ríos son los caminos de este pueblo indígena que habita las tierras pantanosas del delta desde hace aproximadamente ocho mil años. El sonido de las maracas hacía que tu mente se trasladará al lugar, en una especie de trance del que no querías regresar.

Pero quizás lo más interesante de asistir a este evento fueron las anécdotas que nos contó Bernarda. Como la de los ancianos que se levantan a las tres de las mañana para narrar sus historias, “para que los que duermen aprendan”. Como los warao ven la estrella que se llama “madre cangrejo”, que les indica cuando deben recoger a estos animalitos en sus mapires. Nos habló de ese Orinoco que va al mar y se recoge, en intervalos de seis horas: “Yo pensé que amanecía en el Atlántico con todo y casa”, nos dijo entre carcajadas.  Porque Bernarda fue una valiente que trabajó durante años en este mundo de agua sin saber nadar. Y confiesa que subirse a una curiara constituyó uno de sus mayores retos.

Una vez un warao llamado Valentín sufrió un accidente, una raya le rajó la pierna y se le veía el hueso enterito. Bernarda le dijo que lo iba a llevar a la medicatura, cuando el médico vio la pierna se aterró y lo mandó a Tucupita. Pasó el tiempo y un día Bernarda estaba caminando en Tucupita y escucha que la llaman. Era Valentín. Se paró frente a ella y le mostró su pierna para que viera cómo había sanado. “Los warao no dan las gracias eso no está en su cultura”, dice Bernarda. Por eso el acto de enseñar la pierna era dar las gracias. Valentín le dijo que cada vez que se paraba de su chinchorro, en sus dos piernas, les decía a sus hijos que tenían papá porque Bernarda lo había llevado al médico. Hace un par de años, estando en una comunidad warao, se le acercó un hombre como de 40 años y le preguntó: “¿Es usted la señora Bernarda?”. Ella le respondió que sí, y el hombre añadió: “Yo soy el hijo de Valentín”. A ese niño se le había grabado lo que le contó su padre y era la manera de agradecer. 

Hoy Bernarda nos dice preocupada que los sabios están muriendo y que se ha ido perdiendo la tradición oral desde que llegaron la radio y la televisión. Ella tiene un montón de cintas grabadas en warao, que quiere pasar a un formato que pueda distribuir en las escuelas para que los niños aprendan en su mismo idioma, pero está buscando financiamiento.

“Los que ustedes ven ahora, pidiendo en las calles, no son unos miserables. En la película pueden ver cómo podían producir, cómo tienen sus sistema político, social y educativo”, nos dijo y durante toda la conversa no se cansó de repetir que los warao la enseñaron a ser más humana y a respetar todo lo que es diferente a ella. Yo también he estado ahí, y puedo dar fe de ello.

 

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