¿Cómo observa la calidad de la información religiosa en los medios venezolanos y cómo está la presencia de la Iglesia católica en la televisión, redes sociales y comunidades cristianas? Son algunas de las preguntas que responde la periodista ganadora del Premio Monseñor Pellín en la mención “Personaje de TV del año”. Una reflexión necesaria de alguien que ha definido el periodismo como un apostolado
Macky Arenas*
Estimo que la calidad de la información religiosa en general es bastante deficiente. No porque no exista sino porque la que aparece es incompleta, tiende a la simplificación y se limita a la reseña o la crónica puntual de eventos o sucesos.
La razón es muy simple: cada vez los medios de comunicación –como todas las labores de la sociedad– tienden a especializarse. No hay – o los hay muy pocos– periodistas formados y entrenados para buscar, trabajar y difundir la noticia católica. Los temas son de profundidad y su densidad requiere de preparación, tal cual como ocurre con la noticia política, tecnológica o económica. La fuente eclesial implica un tratamiento determinado y hasta un lenguaje particular para respetar su especificidad.
Pienso que nuestras universidades e institutos católicos debían ofrecer esa opción.
Con respecto a la presencia de la Iglesia católica en radio y televisión, esta es frecuente dependiendo, sobre todo, del calendario litúrgico (ceremonias y fiestas) o de las declaraciones que sus voceros tengan a bien ofrecer si alguna situación o hecho puntual lo demanda. No es un tema de frecuencia sino que adolecemos de una presencia más proactiva, laical y comprometida, que aborde los temas de actualidad con solidez y sentido de pertenencia a la Iglesia.
La caja de resonancia que debían representar los contingentes de ciudadanos de este país que se declaran católicos no funciona cuando se trata de temas de alta sensibilidad social, derechos humanos o vigencia del mensaje evangélico. No son muchos los laicos dispuestos a dar la cara por la Iglesia, a destronar al discurso políticamente correcto, incluso a debatir lo que de la propia Iglesia emane, si es el caso. Cuesta escuchar el eco debido a los propios documentos de la CEV, aun disponiendo de espacios en los medios que podrían utilizar. No se trata de ser clericales pero tampoco de rehuir ciertos temas por temor a parecerlo.
No se supone, como usualmente lo somos, que debemos limitarnos a ser reactivos, sino que debemos movilizar procesos. Para eso los papas llaman a los católicos a participar en política. De igual manera, no solo se trata de reproducir información sino también de generarla. No vale la excusa del acceso a espacios o micrófonos, o si un medio es más o menos proclive a publicar información procedente de fuentes eclesiásticas. Se trata de saber cómo presentar y consolidar una buena información, que motive y asegure lectoría y/o audiencia.
En las redes y comunidades cristianas es mayor la presencia, como es mayor la disponibilidad democrática por el low cost que ellas proveen. Han surgido blogueros que incorporan sus aportes, redes radiales como la de Fe y Alegría, portales webs (pocos) y otras alternativas que ha conferido a la Iglesia y sus actividades mucha visibilidad. Parafraseando al papa Juan Pablo II en su respuesta a la pregunta: “¿Qué pasará cuando en la Iglesia escaseen los sacerdotes?”, contestó: “Habrá laicos”; de igual manera puede decirse que, a falta de presencia en medios de “voces autorizadas”,… habrá redes. Son muy ricas en contenido y variedad; también en muestras de coraje y solidaridad cristianas. Pero las redes nunca sustituirán el profesionalismo que es lo que confiere credibilidad. Por ello, las figuras especializadas en información eclesial, el periodismo católico –para distinguirlo del secular– debe ser un objetivo en el corto y mediano plazo.
*Comunicadora Social.