Por Javier Contreras s.j.
Tras muchos años de crecimiento, fortalecimiento, obtención de prebendas y, por supuesto, adquisición de armas, los colectivos armados, esta creación de quienes han detentado el poder en Venezuela durante los últimos 20 años, exhiben hoy, de manera abierta y sin pudor, la violencia criminal para la que han sido cuidadosamente formados. En otras palabras, Maduro y su círculo optaron por aumentar la violencia criminal como forma de represión.
Se hizo habitual que Maduro y sus colaboradores cercanos hagan llamados públicos para que los colectivos armados, o dicho correctamente, los paramilitares al servicio del proyecto bolivariano, cuiden la estabilidad del proceso, lo que significa intentar garantizar la permanencia en el poder para profundizar las prácticas de violación de derechos fundamentales y desfalco a las arcas de la nación.
Como era de esperarse, los paramilitares recibieron con beneplácito la invitación de quienes le dieron carta de ciudadanía y ejercen un rol principal en la nueva estrategia: utilizar civiles armados para disipar cualquier manifestación legítima de descontento. Dantescas imágenes como la del 23 de febrero, día en que tomaron las poblaciones de Ureña y San Antonio en el estado Táchira, para impedir el ingreso de la ayuda humanitaria, marcan un antes y un después en relación a la comprensión de la naturaleza y actividad de estos grupos sobre los cuales muchos hemos venido advirtiendo desde hace un buen tiempo, mientras para otros pasaron desapercibidos o relativizaban su potencial alcance.
Los paramilitares venezolanos ya formaban parte del ecosistema diseñado por quienes se aferran al poder, su irrupción no es novedosa, lo que resulta una novedad que debe preocupar a todos por igual es que se hayan convertido en la carta fuerte de un régimen que conforme siente la evidente pérdida de apoyo, recurre a estas bandas armadas para ejecutar acciones que algunos integrantes de los cuerpos regulares de seguridad no están dispuestos a acometer. Los mal llamados colectivos son ahora la punta de lanza de la barbarie, una de las interrogantes que surge en torno a ellos es ¿Cuánto tiempo y a qué costo serán fieles a su actual amo? Esta pregunta se la hacen, seguramente, en los lugares donde toman decisiones.
Para finalizar estas líneas tomo el señalamiento de Freddy Bernal, quien al igual que sus copartidarios ha denunciado, por enésima vez, los planes de entrenamiento a jóvenes venezolanos para emprender acciones paramilitares desde territorio colombiano. No es necesario ese mencionado entrenamiento, los paramilitares están aquí, se llaman colectivos, nacieron al amparo de quien ha concentrado poder, y el domingo 31 de marzo dispararon impunemente contra personas que rechazaban al actual régimen en una concentración en la Avenida Fuerzas Armadas de Caracas.