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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Los pacíficos tenemos responsabilidades

Cortesía de Civil Derechos Humanos (1)

Por Luisa Pernalete

No hay duda de que vivimos en un mundo violento.

No solo hablamos de las guerras, como en Ucrania y Siria, por mencionar algunas, hablamos de la ausencia de fraternidad, hablamos de la falta de empatía, de los malos tratos, de los insultos en las redes sociales…

Necesitamos promover la convivencia pacífica en el hogar, en la escuela, en la calle, en las redes sociales también.

Yo estoy convencida de que los “buena gente” son más que los “mala gente”. Pero la maldad y la violencia hacen más bulla que la bondad y las acciones pacíficas. Si hay unos disparos en una comunidad, todo el mundo se entera, pero no se contabiliza la cantidad de madres que cada día le dan la bendición a sus hijos cuando salen, costumbre muy venezolana de todos los estratos y a todas las edades.

Sin embrago, la verdad es que la sociedad está muy violenta, y celebrar el Dia Escolar de la No Violencia y la Paz es una buena oportunidad para hablar del tema, y no solo en las escuelas. Este día se celebra con motivo de la fecha en la que murió Gandhi, en 1948, como se sabe pionero de la no violencia. Claro que hubo antes otros, el mismo Jesús –amar a tus enemigos, no matar, no mentir–es para nosotros los creyentes el primer pacifista.

Comencemos afirmando que la no violencia no es como creen muchos, que es para cobardes. El pacifista no es pasivo; esta es, en realidad, una invitación para valientes. Es fácil hacerse oír a costa del miedo, con gritos, con amenazas, pero tener autoridad por medios pacíficos supone mucha valentía.

En segundo lugar, se requiere coherencia. Si queremos promover la paz, lo medios tienen que ser pacíficos. La violencia siempre trae más violencia. Gandhi lo dijo de muchas maneras: “Una victoria obtenida por métodos violentos, será una victoria efímera, pues se necesitará más violencia para mantenerla”. Una amiga suele decir que, si nos comportamos como los que criticamos, somos iguales. Y me atrevo a añadir: los resultados serán iguales.

Decía Gandhi también: “Mi vida es mi mensaje”. Y en cuanto a la educación en el hogar y en la escuela, hay que recordar que de 0 a7 años, los niños aprenden por imitación. Si los padres gritan, tendrán niños gritones, si los padres arreglan los problemas con peleas y golpes, así lo harán los hijos también. En la escuela igual; maestra gritona tendrá alumnos gritones. Su actuación diaria es su mensaje, aunque diga otra cosa.

En tercer lugar, en una democracia se necesitan reglas y normas, que deben ser conocidas y acatadas por todos. Las leyes protegen a los más débiles, ya que una sociedad sin reglas favorece a los más fuertes, como la ley de la selva. Se supone que la Constitución es la ley paraguas para todos los ciudadanos, contempla deberes y derechos. Los derechos se exigen, se defienden, se viven; los deberes se cumplen para beneficios de todos. Los pacíficos debemos promover el conocimiento de la carta magna. Hay que saber, por ejemplo, que en el preámbulo de la Constitución se habla de establecer una sociedad “democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural”. Menciona también el preámbulo la necesidad de un Estado de justicia, que consolide “los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común”.

¿No les suena bien, bonito, deseable?

Hay que conocer toda la Constitución, pero sugiero que al menos ese preámbulo lo tengamos presente los pacíficos. Al leer los artículos que tienen que ver con los derechos de los ciudadanos, subrayen el N° 68, ese que reza que “los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a manifestar pacíficamente y sin armas, sin otros requisitos que los que establezca la ley”, y añade en el siguiente párrafo que “se prohíbe el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de manifestaciones pacíficas”. Entonces, los pacíficos tenemos que conocer y difundir nuestra Constitución.

En cuarto lugar, la violencia hay que rechazarla venga de donde venga, tenemos que enseñar a los alumnos y a sus padres eso también. Ha crecido mucho la violencia intrafamiliar en Venezuela, y me temo que en América Latina se debe trabajar fuertemente en la educación psicoafectiva. No se trata de reprimir sentimientos y emociones, cuando hay hechos que generen indignación y rabia hay que expresarla, pero sin agredir al otro. No hay violencia mala y violencia buena, otra cosa es la defensa propia, pero la resolución de conflictos por vía pacífica es lo que debemos promover.

Finalmente, no es cierto que todos tenemos la misma responsabilidad en esto de rechazar la violencia y promover la paz. Mientras mayor sea el poder de la persona o institución, mayor será su responsabilidad. Una madre tiene la responsabilidad de enseñar a sus hijos a convivir pacíficamente, un maestro a sus alumnos, y el equipo directivo a todos los estudiantes y a todo el personal, y procurar que la escuela irradie buenos ejemplos al entorno y a las familias. Los líderes –del bando que sean– y los comunicadores sociales tienen responsabilidad con amplios sectores de la población. Las autoridades de la ciudad y de la región tienen poder y responsabilidad con todos los gobernados en esto de promover la convivencia, hayan votado o no por ellos. Y así vamos.

Quiero recordar que Nelson Mandela, después de 27 años preso, cuando salió en libertad, lo primero que dijo fue que no quería venganza, que esta era mala consejera, y luego supo entenderse con sus opositores –esos que lo habían mantenido tras las rejas– logrando evitar una guerra civil.

En las escuelas hay que hablar de estos temas. Todos los alumnos deben conocer procedimientos no violentos para resolver conflictos y aprender sobre personajes como Gandhi, Martin Luther King, Mandela, Malala; que vean que la invitación es para valientes.

¡Mucho qué hacer!

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