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Los Ortega-Murillo contra la Iglesia

Lazaro Gutierrez

Por Rafael Curvelo

Hace más de tres meses fue la detención de Monseñor Rolando Álvarez y el destierro de seis sacerdotes de Nicaragua, lo que ha sido visto como una estrategia orientada a ir desarmando la Iglesia en etapas. Ahora vemos una nueva arremetida del régimen que encabeza Daniel Ortega con su esposa, Rosario Murillo: acusan a la Iglesia de lavado de dinero y congelan todas sus cuentas, lo que la deja desprotegida para cumplir sus labores pastorales.

Con motivo de los diez años de su pontificado, el papa Francisco, concedió una entrevista al portal Infobae[1], donde definió al régimen de Daniel Ortega como una “dictadura grosera”, que tenía características de un “régimen comunista o hitleriano”; adicionalmente mostró preocupación por el propio Ortega, al considerar que: “no me queda otra cosa que pensar en un desequilibrio de la persona que dirige (Nicaragua)”.

Las palabras del Sumo Pontífice le cayeron mal al régimen nicaragüense, que decidió romper relaciones diplomáticas con el Estado de la Ciudad del Vaticano, teniendo en cuenta que en la nación centroamericana no hay Nuncio Apostólico desde hace un año. Esto puso a la Iglesia en Nicaragua en un estado de indefensión ante la falta de protección directa por parte de la Santa Sede.

En momentos de dificultades, o ante la arremetida de regímenes autoritarios, la Iglesia siempre ha sido un lugar seguro, para muchos ciudadanos. En la cual pueden expresar con libertad sus opiniones, dolores y frustraciones sin el temor de ser llevados ante los aparatos opresores. Parece que de esto está consciente el régimen en Nicaragua, que prefiere cerrar todo espacio de disidencia, para construir y perpetuar un sistema donde la unicidad sea la regla.

Históricamente, en nuestra región las relaciones entre Estado e Iglesia, aunque han alcanzado altos puntos de tensión, siempre ha existido el respeto a la institucionalidad. Rara vez se ha observado una arremetida del Estado contra la Iglesia; pudiéramos mencionar el caso mexicano posrevolucionario de las décadas de 1920 y 1930, donde el conflicto llegó a picos de violencia, o la situación que ocurrió en Venezuela durante el guzmancismo, más específicamente en sus inicios, cuando las relaciones con la Iglesia llegaron al punto de provocar un cisma religioso. En ambos casos, dichos conflictos terminaron con el reconocimiento de las partes y la necesaria separación Estado-Iglesia.

Recientemente, los conflictos se han generado entre actores gubernamentales y jerarcas específicos del catolicismo, en los que sacerdotes han sido víctima de persecuciones e, incluso, de asesinatos por el simple hecho de trabajar por los más pobres o apostar por la pacificación. En este particular, podemos mencionar lo ocurrido en El Salvador, a finales de los años 70 y toda la década de los 80, en los que fueron asesinados Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el sacerdote Rutilio Grande y los jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes Mozo, Amando López Quintana y Juan Ramón Moreno Pardo. También están los casos ocurridos en Argentina, donde los curas villeros fueron perseguidos por el régimen militar, así como por grupos extremistas. Durante la etapa de mayor polarización, ocurriría el asesinato del sacerdote Carlos Mugica en 1974.

En los casos anteriormente mencionados, terminaba siendo evidente, que no era una política de Estado perseguir o asesinar a los integrantes de la Iglesia, ya que los regímenes también buscaban en sectores religiosos el apoyo y la legitimidad necesaria para mantenerse en el sistema. Esto originaba que algunas dictaduras se atribuyeran como voluntad de Dios la necesidad de estar al frente del poder y evitar la arremetida de los comunistas.

Pero volviendo al caso nicaragüense, que ha ido escalando hasta un punto del cual parece no haber retorno con la detención de otro sacerdote, en este caso Jaime Montesinos y el congelamiento de las cuentas bancarias de varias diócesis bajo las acusaciones de malversación de fondos y lavado de dinero. Todo esto ha dejado a muchas obras desprotegidas y sin fondos para su funcionamiento.

La Iglesia en Nicaragua pasa por un martirio, su pecado ha sido optar por la lucha hacía los más vulnerables. Como cristianos, nos toca estar alertas y permanecer en la constante solidaridad y demanda ante una injusticia contra nuestros hermanos nicaragüenses, ellos han tomado el camino adecuado: anunciar la buena nueva y denunciar las malas obras.

Concluyo con un parafraseo sobre un artículo que hice sobre Monseñor Rolando Álvarez, el pasado 16 de febrero en SIC-Digital[2]: Que triste deben estar los hermanos del Cardenal, que tanto ofrecieron a la causa sandinista, inclusive sacrificaron su sacerdocio por creer en una opción que decía luchar por los pobres. Por ellos, y por muchos otros, mantengámonos en el camino de la Justica Social y la lucha por los más vulnerables.

Notas:

  1. Hadad, D. (10 de marzo de 2023). El Papa Francisco: “Yo quiero ir a la Argentina”. Infobae. https://www.infobae.com/sociedad/2023/03/10/el-papa-francisco-yo-quiero-ir-a-la-argentina/
  2. Curvelo, R. (16 de febrero de 2023). Monseñor Álvarez con olor a oveja. Revista SIC. https://revistasic.org/monsenor-alvarez-con-olor-a-oveja/

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