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Los magnates rojos

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José Guerra

En su fase postrera, el modelo socio político que inauguró Hugo Chávez en 1999 está mostrando todos los signos de su decadencia y degeneración. Chávez se propuso y lo decía, que él estaba comprometido a crear una nueva burguesía en Venezuela, que dejara atrás aquello que llamaba “la burguesía parasitaria” y para ello resultaba fundamental apuntalar nuevos grupos económicos en una especie de acumulación originaria del capital tal como magistralmente la describe Carlos Marx en el capítulo XXIV del primer tomo de su obra magna, El Capital.

Chávez creía que los procesos sociales podían ser gobernados por su voluntad sin percatarse que la lógica con la cual funcionan y evolucionan las sociedades muchas veces supera las intenciones y propósitos de los hombres. El azar les ha ganado más de una partida a los líderes providenciales. Los hombres de negocios con los cuales Chávez aspiraba a sustituir a los empresarios tradicionales de Venezuela mutaron hacia una especie de cofradía de delincuentes y pillos, hoy imputados y solicitados unos y reos de la justicia otros.

Esos aspirantes a empresarios movidos por la avaricia supieron situarse en el corazón del poder en Venezuela: la industria petrolera. Para ello no había mejor oportunidad que la creación de empresas de maletín con el propósito de obtener contratos jugosos y con esa finalidad conformaron sociedades de comandita con quienes dirigían Pdvsa y las compañías que de ella dependían. Y así lo hicieron. Pero no solo fue directamente Pdvsa la que fue objeto del asalto, también Corpoelec, ese elefante blanco creado por Chávez.

De esta manera, con motivo de la crisis eléctrica de 2009 y la consiguiente declaratoria de la emergencia vino el festival de contratos asignados a dedo por un monto que excedió los US$ 20.000 millones. Vieron los magnates rojos una oportunidad de oro y como los buenos cazadores no estaban dispuestos a desaprovechar esa ocasión, que tal vez se presentaría una sola vez en la vida. Petróleo y electricidad fueron el alfa y el omega de la riqueza súbita, de un dinero no ganado, sino robado.

Con una fortuna sustanciosa se dedicaron los magnates rojos a comprar propiedades por el mundo, pero con especial predilección en Madrid y Andorra, hasta que el importuno brazo de la justicia para ellos, le tocó la puerta. A diferencia del hombre de empresa austero, frugal y calculador de costos y riesgos, fue característica esta nueva burguesía la ostentación propia del nuevoriquismo.

El lujo y el exceso fueron su partida de bautismo en un país donde había dinero para el dispendio. Ahora el país está devastado y arruinado pero la Venezuela que va a emerger del naufragio del socialismo del siglo XXI debe fundarse sobre el saneamiento moral del país con una política para higienizar la Administración Pública y castigar el peculado.

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