Por Roberto Briceño-León
En medio de la represión del 23 de febrero, varios amigos me preguntaron cómo veía los escenarios inmediatos desde la sociología política, y, luego de conversar, me animaron a que escribiera estas conjeturas.
Asumiendo que nadie tiene una bola de cristal para adivinar el mañana, pues el futuro lo estamos construyendo todos cada día, es posible identificar en lo que estamos viviendo tres escenarios que acontecen casi de manera simultánea.
El primero es un atascamiento en la dualidad del poder, ninguna de las fuerzas tiene capacidad para imponerse y desplazar a la otra. Este es el escenario que le conviene al gobierno de Maduro. Esa dualidad puede ser real o ficticia, es decir, construida por los actores, como buscó comunicarlo el concierto del gobierno. Al final no importaba si la disimilitud en asistencia a los actos musicales era tan abismal, como de hecho lo fue, sino comunicar que había dos partes, dos grupos en la sociedad venezolana y en el apoyo internacional, que se expresaba en dos conciertos.
En este escenario el gobierno mantiene el control del aparato del Estado y juega al desgaste de la oposición y el desprestigio de los organismos internacionales. Apuesta a un resultado como los de Siria o Nicaragua, el cual le permitiría permanecer en el poder y, posteriormente, gobernar de una forma más autoritaria y represiva. El sustento de este escenario es la hipótesis de que no va a existir una intervención militar extranjera, porque los gobiernos no se van a atrever a asumir los costos de esa confrontación. Para apoyar esta hipótesis el régimen amenaza con permanecer a sangre y fuego y asustar con una dolorosa guerra civil, pues el país está fragmentado en dos partes.
El segundo escenario es una transición con un gobierno cívico-militar. No es posible que sea ni sólo civil ni sólo militar. No es posible que sea sólo civil pues se requiere de la pasividad primero y la cooperación después del poder militar. Tampoco puede ser sólo militar, pues aunque exista la tentación entre algunos militares de querer ser ellos quienes conduzcan el gobierno de la transición, sin el poder civil presente, es decir, sin Guaidó, esta posibilidad no pareciera que tendría apoyo ni entre la población opositora, ni tampoco en la comunidad internacional, quienes ya han reconocido al presidente encargado.
Entonces la transición cívico-militar es el escenario deseable y funciona como paradigma por el cual están apostando muchos actores dentro y fuera de Venezuela. Por supuesto, esto pasa por un acto de desobediencia de los mandos militares al gobierno de Maduro o al menos por un quiebre importante en la línea de mando. La hipótesis aquí es que la desobediencia y el cambio de subordinación hacia el presidente interino deben ocurrir en algún momento. Para sostener esta hipótesis se ha buscado bajar los costos de la deserción e insubordinación (amnistía) y aumentarle los costos de continuar apoyando a Maduro (sanciones e intervención militar extranjera).
El tercer escenario es el de la violencia abierta provocada por tres circunstancias que nos llevarían al primer o segundo escenario antes mencionado. La primera versión de la violencia es la que se vivió el día 23 de febrero, hay una utilización de los grupos paramilitares para reprimir a la población y mostrar o amenazar con desencadenar una guerra civil. La ayuda humanitaria no ingresa y, por lo tanto, se fortalece el gobierno y se regresa al primer escenario de estancamiento.
La segunda versión es hay una intervención de fuerzas multilaterales extranjera, en escalas muy variables, pero que siempre represente una amenaza real de confrontación, lo cual llevaría a que los oficiales evalúen, de acuerdo con la doctrina militar, sus capacidades objetivas para el combate, y sopesen que la amenaza externa es superior a la amenaza de ser considerados traidores por Maduro, y, por lo tanto, los comandos y cuarteles de manera mayoritaria se insubordinen y plieguen a la transición y reconozcan al presidente encargado. Se regresa aquí al segundo escenario de la transición cívico-militar.
Hay una tercera versión y sucedería si los cuerpos militares dividen su lealtad entre los dos poderes. En este caso, la violencia adquiere niveles superiores por la capacidad de fuego que puedan tener quienes decidan ir a la confrontación bélica. En la práctica esto mantendría de manera temporal el escenario primero y ,aunque teóricamente los resultados pudieran conducir al triunfo de cualquiera de las partes, no parece muy realista pensar que sin el apoyo de la población y con el bajo nivel de apresto que tienen las fuerzas armadas, sea posible evitar que se llegue al segundo escenario de la transición.