Por Noel Álvarez*.
En 1939, cuando Europa era el caldo de cultivo de la Segunda Guerra Mundial y Francia empezaba en gangrenarse por el miedo a la invasión alemana, y sus élites políticas y medios de comunicación se disponían a entregarse sin pudor al III Reich, el periodista francés Albert Camus, escribió un texto sobre la libertad de expresión, que nunca fue publicado. El trabajo periodístico abordó la libre prensa y expresión durante el ya asentado siglo XX.
Para ese entonces, Camus era el coeditor del rotativo Soir républicaine, en la Argelia francesa. Como periodista, fue un combatiente con su pluma en la prensa clandestina, durante la ocupación nazi de Francia. Al terminar la Segunda Guerra Mundial irrumpió como uno de los periodistas y editorialistas más influyentes de Francia y de Europa. Siempre señaló: “la libertad no consiste en decir cualquier cosa y en multiplicar los periódicos escandalosos, ni en instaurar la dictadura en nombre de una libertad futura. La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir porque allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o perpetúa”.
Camus criticó también a los políticos de su época porque se repartían comisiones, mientras simulaban actuar en nombre de la justicia, la libertad y los derechos humanos, aunque a la prensa declaraban lo contrario. En apenas tres folios elaboró un alegato a favor de la libertad de prensa. Al defender la utilidad del oficio de informar en tiempos de guerra, Camus sostuvo el derecho de cada ciudadano a elevarse sobre el colectivo para construir su propia libertad, y definió los cuatro mandamientos del periodismo libre: lucidez, desobediencia, ironía y obstinación.
La lucidez suponía, según Camus: “La resistencia a los mecanismos del odio, de la ira y el culto a la fatalidad. Un periodista, en 1939, no se desespera y lucha por lo que cree verdadero como si su acción pudiera influir en el curso de los acontecimientos. No publica nada que pueda excitar el odio o provocar desesperanza”.
Frente a la creciente ola de estupidez, el segundo mandamiento era concretado a través de algún tipo de desacato. “Todas las presiones del mundo no harán que un espíritu limpio acepte ser deshonesto”, decía Camus, para luego añadir: “Es fácil comprobar la autenticidad de una noticia. Y un periodista libre debe poner toda su atención en ello. Porque, si no puede decir todo lo que piensa, puede decir lo que no piensa o lo que cree que es falso. Esta libertad negativa es, de lejos, la más importante de todas, ya que permite servir a la verdad en la medida humana de sus fuerzas, o al menos rechazar lo que ninguna fuerza le podría hacer aceptar, que es, servir a la mentira”.
La tercera condición para ser libres es la ironía que es un arma sin precedentes contra los poderosos. Nace, por lo tanto, como medio de expresión de la oposición al poder, generalmente ante medidas bastante impopulares. La sátira completa a la rebeldía en el sentido de que permite no solo rechazar lo que es falso, sino decir a menudo lo que es cierto. Para cumplir lo anterior, la cuarta regla indispensable decía Camus, es: “un mínimo de obstinación para superar los obstáculos que más desaniman, a saber: la constancia en la tontería, la abulia organizada y la estupidez agresiva”.
El lema de Camus fue que “un país vale a menudo lo que vale su prensa”. El “nuevo” periodismo crítico propuesto por él consistió en ayudar a la comprensión de los acontecimientos que son noticia. Para ello, es necesario seleccionar los temas, atender al estilo, la expresión, pero, sobre todo convertir el periódico en portavoz del pueblo, entrar en sintonía con la voluntad popular. El diálogo frente a la mentira y el silencio se convierte en una necesidad social.
Camus escribió: “El hecho de que un periódico dependa de la competencia o del humor de un hombre demuestra mejor que cualquier otra cosa el grado de inconsciencia al que hemos llegado. Uno de los buenos preceptos de una filosofía digna de ese nombre es el de jamás caer en lamentaciones inútiles ante un estado de cosas que no puede ser evitado. La cuestión en Francia no es hoy saber cómo preservar la libertad de prensa. Es la de buscar cómo, ante la supresión de esas libertades, un periodista puede mantenerse libre”.
El 2 de enero de 1960, ante una información publicada sobre la muerte del ciclista italiano Fausto Coppi, Camus, ignorando que la noticia era falsa, hizo una extraña afirmación: “No conozco nada más idiota que morir en un accidente de auto”, dijo. Paradójicamente, al día siguiente, en un accidente automovilístico, en la carretera nacional francesa número 5, cerca de Le Petit-Villeblevin, el Premio Nobel de Literatura, Albert Camus perdió la vida, cuando apenas contaba 47 años.
*Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE | [email protected]