Carolina Jiménez Sandoval*
“Todos los casos son terribles, durísimos, inaceptables”
Coordinador de Médicos Sin Fronteras, describiendo los
casos de violencia sexual sufridos por mujeres migrantes
que cruzan el Darién1
La pandemia de la COVID-19 ha traído cambios significativos al planeta entero. Ante transformaciones sociales y económicas abruptas e inesperadas la capacidad de adaptación de los seres humanos y la necesidad de sobrevivir afectaron, entre otras cosas, los movimientos migratorios de la región. En este 2022, la pandemia seguirá impactando de diversas formas los flujos migratorios, tanto en lo relativo a las razones que llevan a miles de personas a dejar sus hogares (los factores de expulsión) como en cuanto a las formas en las que se realiza el tránsito migratorio: sus rutas, su demografía, los nuevos lugares de destino y las medidas que los gobiernos de diversos países toman y tomarán. La adopción de políticas efectivas para proteger a quienes migran e integrar a quienes ya han llegado a su lugar de destino sigue siendo una tarea pendiente para el continente americano.
Viaje al sueño americano desde el Sur
La situación de refugiados y migrantes venezolanos es ya un caso emblemático de migración forzada masiva en un periodo de tiempo relativamente corto2. En los últimos años, el mundo ha visto a 6,04 millones de personas huir de Venezuela producto de la existencia de una emergencia humanitaria compleja y la ocurrencia de violaciones masivas a los derechos humanos, incluidos crímenes de lesa humanidad. Hasta hace poco las rutas migratorias se enfocaron principalmente en el viaje a, y permanencia en, países suramericanos y, en menor medida, en algunos países del Caribe. De los 6,04 millones de venezolanos que han salido del país, aproximadamente 4,99 millones se encuentran en Latinoamérica y el Caribe, según cifras de agencias de Naciones Unidas3.
La llegada de la COVID-19 alteró inicialmente los patrones de movilidad regionales, y al comienzo de la pandemia decenas de miles de refugiados y migrantes venezolanos se vieron obligados a emprender una migración de retorno, producto de la pérdida de sus medios de subsistencia en los países de acogida. Este retorno a Venezuela fue relativamente temporal y ante la continuación de la emergencia humanitaria compleja, la eventual reapertura de fronteras y de cierto nivel de reactivación económica de países vecinos, miles de venezolanos emprendieron nuevamente la salida del país.
Ante esta situación los países receptores reaccionaron de distintas maneras, incluyendo el anuncio de un plan de regularización masiva por parte del gobierno de Colombia en febrero de 2021, a través de un Estatuto de Protección Temporal para Migrantes Venezolanos (EPTMV)4. No obstante, y a pesar de los avances legales en el principal país receptor, el final del año 2021 marcó un cambio importante en las rutas migratorias del venezolano: el viaje hacia Estados Unidos a través de la llegada terrestre a la frontera sur de dicho país. El Gráfico 1 muestra las cifras de “encuentros” de personas venezolanas por parte de agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los EE.UU. (CBP, por sus siglas en inglés: Customs Border Protection) para el último trimestre de 2021.
Como puede observarse, el mes de diciembre marca algo nunca visto en la frontera entre México y EEUU: por primera vez el segundo grupo por nacionalidad más grande de personas migrantes y refugiadas que llegan a dicha frontera proviene de Venezuela. Este grupo solo es superado por México y, a diferencia de años anteriores, los venezolanos superaron a los centroamericanos de Guatemala, Honduras y El Salvador quienes por décadas han intentado llegar a EE.UU.
¿Que causó este cambio tan significativo en el número de venezolanos que intentan llegar a Estados Unidos? Si bien es difícil tener claridad sobre un fenómeno relativamente reciente, hay varios factores que pueden haber incidido en este cambio. Por una parte, las economías de los países de Sudamérica continúan siendo afectadas por la pandemia y la recuperación económica de la región es lenta y desigual. Es necesario recordar que entre el 80 y 90 % de los migrantes y refugiados venezolanos trabajan en el sector informal de la economía de los países receptores, de los más afectados por la COVID-19. En países como Colombia, el Programa Mundial de Alimentación informó que la inseguridad alimentaria se agudizará en 2022 y que a la par de 7,3 millones de colombianos que necesitarán asistencia alimentaria este año también hay 1,1 millones de migrantes venezolanos en el país en situación de inseguridad alimentaria5. Por otra parte, en marzo de 2021, la administración del presidente Joe Biden puso en marcha un programa de regularización temporal (Temporary Protection Status, TPS) que otorgaba residencia para poder trabajar legalmente en el país por dieciocho meses al menos a 300 mil venezolanos viviendo en los EE.UU. Y, si bien el TPS no es aplicable a quienes llegaban en el ultimo trimestre de 2021 y el primero de 2022, este tipo de mecanismos pueden significar “un incentivo” para otros que esperan la réplica de políticas parecidas en el futuro cercano. Otro elemento a tomar en cuenta es que, en comparación a otras nacionalidades, la expulsión de venezolanos de territorio estadounidense es mucho menor6. Por último, y esto requiere de una mayor investigación, el control de diversas rutas migratorias de la región es ejercido por grupos u organizaciones ilegales que con frecuencia determinan los momentos en los que el tránsito de un determinado grupo puede ocurrir (o no), según la información con la que cuenten y dependiendo de las coyunturas políticas y económicas de ciertos momentos.
Ante mayor migración: nuevos muros
No solo los venezolanos intentan llegar a EE.UU. Son diversas las nacionalidades que desde o a través de Sudamérica intentan el viaje al norte: haitianos, brasileños, ecuatorianos, colombianos y migrantes del Caribe, así como extra-continentales están usando rutas migratorias que implican el cruce por el llamado “Tapón del Darién”, un tramo de selva entre Panamá y Colombia que se ha convertido en un importante y peligroso paso fronterizo. Antes de la pandemia, las autoridades panameñas permitían y ayudaban a trasladar a unos cien migrantes diarios7, pero a raíz del aumento considerable del flujo migratorio ya no solo es imposible que las autoridades panameñas realicen esta tarea sino que, a medida que aumenta el número de personas, también se ha hecho necesario establecer mayor presencia de organizaciones humanitarias, debido a los inmensos riesgos de cruzar esta zona inhóspita en donde el crimen organizado opera y violenta a personas migrantes en el camino. En el 2021, aproximadamente 19 mil menores de edad cruzaron el Darién, la mitad de ellos menores de cinco años8. Por otro lado, y si bien en el 2021 los haitianos representaron el mayor número de migrantes cruzando el Darién, recientemente el número de venezolanos en esta ruta ha aumentado y los han superado9.
A pesar de lo anterior, y de los trágicos reportes que llegan sobre la violencia de la que son víctimas quienes cruzan la selva del Darién, incluida la violencia sexual contra mujeres, la respuesta de países de la región ha sido la de imponer visas que, en ultima instancia, pueden reducir los flujos migratorios temporalmente, pero que, en el largo plazo, suelen generar mayores riesgos al incitar en los migrantes el uso de rutas clandestinas más peligrosas. Un ejemplo ilustrativo es la imposición de visa por parte del gobierno de México a personas provenientes de Venezuela10. En el Gráfico 2 puede observarse el claro descenso en el número de encuentros de personas de Venezuela en la frontera para febrero de este año, cuando ya se requería de visa para viajar a México.
Después de México siguió Costa Rica, país que anunció la imposición de visa a personas venezolanas el 17 de febrero de este año.
Buscando visa para un sueño…
La pandemia de la COVID-19 vino a profundizar las desigualdades existentes en nuestro hemisferio y la movilidad humana no podía estar excluida de esta realidad. Lamentablemente, la respuesta a los cambios de rutas migratorias y de la demografía de quienes migran forzosamente es casi siempre la misma: la imposición de diversos obstáculos (visas incluidas) para contener la migración sin una visión de derechos humanos que logre transformar un sistema regional de contención en un sistema regional de protección.
Los factores de expulsión siguen presentes y en algunos países se han agudizado. Este escenario plantea con urgencia la necesidad de coordinación y articulación de esfuerzos regionales para evitar que quienes buscan una vida digna se vean forzados a hacer el viaje por una zona donde su vida e integridad física corren peligro. En una reunión reciente, el presidente Biden anunció que junto a su homólogo colombiano Iván Duque están cooperando para promover una respuesta “regional y humana” a la migración en el marco de la Cumbre de las Américas que está próxima realizarse.
Ojalá y esta vez los gobiernos de la región estén a la altura de las circunstancias.
Notas: