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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Lo que va en el morral y no se ve

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La migración venezolana tiene diversas dimensiones, pero la idea fundamental de este documento va más bien orientada a la caracterización general del migrante, en cuanto a su perfil y las motivaciones contextuales; la identificación de los principales países de acogida y la valoración de las remesas como respuesta a las necesidades de sus familiares en Venezuela

Edgar Hermoso

Normalmente se establece como hito en los estudios de la diáspora el año 20031, año en el que fueron despedidos unos 20 mil trabajadores de la industria petrolera, hecho que coincidió con un impulso en esta actividad en la República de Colombia, y bueno, las cartas estaban echadas: profesionales, técnicos y personal administrativo fueron captados rápidamente por empresas sedientas de experiencia y la industria petrolera venezolana eso tenía, y de sobra.

El migrante venezolano tiene características muy particulares; por ejemplo, en buena medida, el nivel reportado de educación es muy alto y, sin embargo, el foco de empleo en el exterior no es pequeño, más bien apunta a ser amplio y se emplean como profesionales de sus áreas (en caso de llevar consigo la documentación necesaria, uno de los principios de migración segura), personal de apoyo en actividades de servicio como, por ejemplo, ser acompañantes de personas enfermas, conductores, delivery, obreros de la construcción, etcétera. También debe destacarse la efectiva colocación de venezolanos en puestos claves como, por ejemplo, prestigiosas universidades, cargos técnicos profesionales en instituciones reconocidas, empresas privadas de renombre, bancos centrales, institutos nacionales de estadística en Suramérica, artistas de gran calado, deportistas, especialistas de la salud, entre otros.

Otro elemento que impulsó la salida del país fue la amenaza contra los medios de producción y centros de comercio que se materializó entre 2004 y 2008, lo que ocasionó el cierre de muchas empresas de diferentes tamaños, ya sea por expropiación o por cierre voluntario. A su vez, este cierre dejó sin empleo a una parte muy importante de los trabajadores de nuestras empresas productoras de bienes y servicios, de capitales de distintas composiciones, entre nacionales y extranjeros, haciendo que muchos de ellos migraran a territorios vecinos.

En el tiempo ha habido cambios en el procedimiento utilizado para salir del país, en muchos casos pagando a organizaciones ilegales que los asisten en los pasos fronterizos, así como también las preferencias de puntos para salir del país, que de hecho se han convertido en el lugar de trabajo de muchas organizaciones humanitarias bajo la consideración de ser “corredores humanitarios”.

Principales destinos

Los cinco primeros destinos de América Latina los ocupan, como era de esperarse, Chile, Colombia, Argentina y Perú, tal vez por razones de idioma, cercanía y costumbres histórico-geográficas que se comparten, además de la apertura inicial mostrada. Sin embargo, el principal destino en el mundo son los Estados Unidos (20,8 %, poco más de uno de cada cinco de los migrantes) y España (15,0 %, uno de cada seis de los migrantes) es el primero de Europa. El estudio del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)2 utilizado para fundamentar este artículo, revela que, del total de migrantes por país, Chile es desde donde la mayor proporción de venezolanos envía remesas3 –el 95,4 % de los residentes–; de los que viven en los Estados Unidos es el 82,8 % y desde España el 75,1 %.

Conocido el perfil académico general de los migrantes y los tres destinos principales reportados en el estudio referido4, podemos mencionar que Estados Unidos, España y Chile han recibido, en promedio, 55 % de migrantes con grado universitario base y debemos sumar un 27,4 % que eleva el universitario hasta posgrado, con lo que realmente han captado a migrantes donde más del 80 % tiene formación universitaria.

Las remesas: una dinámica aparte

Siendo que estas olas migratorias comenzaron hace tiempo, es interesante observar que según el tiempo de residencia en el exterior las remesas cambian en su proporción, así los estudios revelan que aproximadamente un 85,25 % de los migrantes con hasta diez años fuera envía remesas, proporción que disminuye en cerca de diez puntos cuando se considera los que tienen entre once y veinte años fuera del país. Esto podría explicarse porque con los años los lazos familiares de dependencia tienden a disminuir, ya sea porque los jóvenes receptores se han independizado o emigrado, o los muy adultos hayan fallecido.

El perfil del emigrante suele asociarse a un individuo que se va solo del origen y al pasar el tiempo y mejorar su condición económica se va llevando a su círculo cercano al nuevo destino. Esta condición no se indagó en el estudio, pero sí se obtuvo información de si en el momento de responder tenía dependientes económicos en el país de residencia y resultó que el 68,5 % de los entrevistados sí lo tiene, y sin embargo es el perfil de emigrante donde la mayor proporción (71,7 %) hace algún tipo y/o monto de remesa, dejando suponer que si bien tiene dependientes en el destino, también hay potenciales migrantes en el origen y que tal vez no han salido del país porque están comprometidos con alguna responsabilidad (académica, familiar, edad, etcétera) que no les ha permitido salir.

Se trata, en su mayoría, de jóvenes con una distribución por género un tanto igualitaria y con la característica fundamental de que dejan un lazo familiar en Venezuela con el que, más temprano que tarde, se establece un canal para que los que se quedan puedan ser dotados de recursos (remesas) desde el exterior, con un rango de variación del monto muy alto en la escalada de una situación socio económica muy desfavorable –caracterizada por hiperinflación–, que en parte se convierten en elementos motivadores para nuevas olas de migración.

Una remesa no necesariamente implica el envío de dinero para usarlo a discreción en los gastos que se haya incurrido o estén comprometidos, ya que en esta categoría se incluye cualquier descargo de esos compromisos como, por ejemplo, una remesa puede ser en especies y el receptor disfrutar de bienes recibidos por algún canal, o disfrutar de servicios como televisión por Internet y que las facturas sean pagadas en el exterior, ya sea en divisas extranjeras o en bolívares. En general, si se consume en Venezuela y se paga en el exterior por un tercero, es una remesa.

Los principales receptores de las remesas incluyen a los padres e hijos y familiares hasta segundo grado, seguidos por familiares en tercer grado y finalmente amigos.

Los montos de las remesas son muy variados, así como su periodicidad, en promedio podemos resumirla en 155 dólares por mes (el Cemla muestra en detalle otras periodicidades y montos más específicos en el cuadro 7 del documento de referencia).

Moneda
Crédito: AFP

Los destinatarios de los principales montos son el cónyuge e hijos (tanto envíos que hagan hombres como mujeres), seguidos de hermanos y en tercer lugar los padres, aun cuando la madre es la que recibe con más frecuencia, pero en montos promedio menores a 155 dólares. Un hecho interesante, aunque esperado, es que el monto de la remesa tiende a aumentar con los años de residencia hasta alcanzar un máximo en el rango de los 25 años, para comenzar a descender nuevamente.

Ahora bien, lo más eficiente parece ser el envío de dinero, que llega al país por distintos medios, como por ejemplo una transferencia desde un banco nacional a la cuenta del beneficiario.

La gran mayoría de los migrantes realiza envíos a “una familia en Venezuela”, con una razón de cuatro de cada diez, que se incrementa a siete de cada diez si se consideran “una o dos familias” como beneficiarios de la remesa. Cuando se indaga sobre cada cuánto tiempo hacen envíos de remesas, la frecuencia más observada es la mensual, donde se agrupa poco más de la mitad de los entrevistados.

Sin duda, la remesa tiene diferentes grados de importancia para el receptor según sea su caso, por ejemplo, en general la remesa resulta ser la principal fuente de ingreso del hogar. La explicación de ello puede estar en que normalmente esta es una moneda más fuerte que el bolívar, generando la posibilidad de acceder a bienes y servicios que no son cubiertos por los niveles de salario en Venezuela ya que, aun cuando el hogar recibe frecuentes aumentos salariales, no es menos cierto que la situación hiperinflacionaria ha creado una cultura comercial de incremento natural de los precios, basado en la reposición de las estanterías, donde podemos destacar la peligrosa práctica subyacente de suponer que los precios en dólares dentro de nuestro país deben tener un comportamiento similar, lo que implícitamente se convierte en combustible para nuevos incrementos de precios.

Perfiles y comportamientos

El migrante venezolano es una persona culta profesionalmente, con posibilidad de ubicarse en adecuados puestos de trabajo y ser productivos para el país de acogida. Deja lazos importantes en Venezuela y establece un sistema de proveer a los que se quedan, mientras estos logran hacerse de los nuevos medios de subsistencia o completan el compás de espera planificado por el migrante para ir a su mismo destino. Al llegar a la comunidad de acogida se emplean en actividades informales, aun cuando tienen conocimientos técnicos específicos de grado universitario. No todos se han registrado en las plataformas formales establecidas por los países de destino para apoyar la planificación interna, lo que ha generado que en algunos casos represalias sobredimensionadas por las autoridades locales. Las remesas enviadas tienen por destino principal el círculo familiar y en general representa cerca del 10 % de los ingresos del migrante. Normalmente llegan a casa de un familiar o amigo en el exterior hasta que logran la independencia, lo que da cuenta de la capacidad humanitaria del venezolano y su resiliencia ante un aspecto tan desgarrador como separarse de los seres queridos, aun cuando tenga la loable meta de lograr una mejora para todo el grupo familiar.

Aprendizajes y conclusiones

Justo hoy vemos nacer, ante la presencia de una guerra, una nueva diáspora, esta vez en Europa y es por ello que debemos aprender los detalles socioeconómicos que conlleva, para los países donantes queda un hueco en la cultura, los hogares y la economía en general y para los países receptores genera un problema de protección natural de lo propio, ante la posibilidad de que el que llega sea más eficiente explotando el mercado o se convierta en una carga y genere una escasez de recursos para los propios, al final la economía es la administración de recursos escasos.

Para Venezuela parece muy conveniente que se haga una nueva investigación de cómo han variado los flujos de remesas hacia el país, dado que se aprecia un burbujeo de la economía por la aparición de productos importados en un mercado que estuvo bastante deprimido hasta hace pocos años. Un mercado donde las leyes de oferta y demanda deben estar actuando en busca del equilibrio natural y donde no hay evidencia de recuperación a través de los indicadores económicos de generación de riqueza, así si los recursos no provienen de un crecimiento de los medios de producción o de las actividades de servicios, entonces la capacidad de compra interna que mantiene estos mercados debe venir del exterior del país y debe validarse la remesa como una fuente posible o como un protagonista cuyo peso debe ser importante en la actividad comercial e incluir la influencia que pueden tener estas fuentes en los accesos a la salud y educación que son pilares para la reconstrucción de las pérdidas asociadas a la fuga de talentos.


Notas:

  1. Aun cuando el flujo hacia el exterior se inició hacia 1999 con los cambios políticos que se vislumbraban en Venezuela.
  2. MALDONADO, R. y FLORES, A. (2021): “Migración internacional, remesas e inclusión financiera. El caso de Venezuela”. En: Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (CEMLA). Documento en línea: https://www.cemla.org
  3.  Las remesas son ganancias que los emigrantes envían a su país de origen, normalmente a sus familiares, con el propósito de solventar sus gastos básicos.
  4. MALDONADO, R. y FLORES, A. (op. cit.).

Nota del autor:

Las opiniones expresadas en este documento son responsabilidad exclusiva del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista del CEMLA y del BID-LAB (Grupo BID), así como tampoco de la revista SIC o de su personal.

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