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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Llanto en la Amazonía peruana

Fr. David Martínez de Aguirre Guinea, OP.
Misión de Kirigueti. PERÚ

Como misioneros y misioneras dominicos que vivimos con los pueblos matsiguenga, ashiáninka, amarakaeri, yine, caquinte, saranahua, matsiguenga- nanti, amahuaca, yaminahua, de la amazonía peruana siento que no nos podemos callar ante los terribles acontecimientos que estamos presenciando. Y queremos alzar el mismo grito que hace casi 500 años elevaron al viento nuestros hermanos Bartolomé de las Casas y Antón de Montesinos: “¿Acaso no son hombres?”. La barbarie, la sed de riquezas desenfrenada, el racismo y la prepotencia de aquellos conquistadores de antaño no difieren mucho de lo que estamos presenciando en la actualidad en la amazonía peruana. Han cambiado los rostros y las vestimentas, pero persisten las mentalidades y los métodos.

Antecedentes más inmediatos

Las muertes que han acaecido en el norte de la amazonía peruana se venían anunciando desde hace varios meses. En agosto del 2008 los indígenas proclamaron: “La Amazonía no se vende, se defiende”. Comenzó entonces una lucha pacífica de toda la amazonía indígena para lograr la derogación de varios decretos emitidos por el Gobierno aprista con el fin de facilitar el famoso Tratado de Libre Comercio del Perú con Estados Unidos, quien como rapaz a su presa, no quita los ojos a la Amazonía peruana. Se establecieron mesas de diálogo, se derogaron algunos decretos, pero se mantuvieron otros que seguían lesionando los derechos ancestrales de los pueblos indígenas. Siguió el clamor, pero los noticieros no quisieron darle importancia. Comisiones especiales del Congreso llegaron a dictaminar la inconstitucionalida d de algunos decretos, pero nunca pudieron expresarlo, antes bien fueron silenciadas.

De nuevo las Comunidades Nativas se organizaron y volvieron a la carga el 9 de abril del presente. Pero la unidad que en un principio se había logrado entre todas, esta vez no se logró. De las dos federaciones nacionales que aglutinan a las Comunidades, AIDESEP y CONAP, la segunda no quiso sumarse al Paro Amazónico, y logró frenar a sus bases que sí habían participado en la anterior movilización. Los conflictos entre las dos federaciones debilitaron tremendamente la lucha, pero siendo la primera, la mayoritaria, logró que sus bases se mantuvieran firmes durante casi dos meses de paro, con no poco sacrificio de los indígenas. Aprovechando la división entre las dos federaciones, las acusaciones de corrupción y las lagunas organizativas entre AIDESEP y sus comunidades, el gobierno aprista deslegitimó la protesta, desprestigió a sus defensores y dejó que el tiempo fuera minando los ánimos. En Lima, jugaron al cansancio.

Pero en la selva seguían los paros, cortes de ríos y carreteras, toma de válvulas de gas, cierre de plantas de hidrocarburos… Durante más de un mes, los noticieros no hicieron eco en absoluto de la protesta. Prefirieron poner más énfasis en la nueva gripe porcina, que afectó a un grupo de colegiales de Lima que habían ido de viaje de estudios a República Dominicana. Mientras tanto, los indígenas, eternos convivientes con la tuberculosis, que ven morir a sus hijos por la gripe normal, la de una aspirina, vaso de leche caliente, frazada doble y sanseacabó, seguían desgañitándose a orillas de sus ríos y carreteras intentando hacer llegar sus voces a unos gobernantes y una sociedad sorda con respecto a ellos.

Por fin comienza a tener alguna repercusión la movilización. En varias ocasiones convocaron a reuniones que se frustraron. Unas veces porque no asistían unos, otras porque no aceptaban como interlocutores válidos a otros: diálogo de sordos. En el Congreso se negaron a debatir y votar la derogación de los decretos en cuestión, postergando hasta el infinito las decisiones, mientras que el hartazgo comenzaba a hacer mella en aquellos que tras casi dos meses de movilización pacífica no encontraban atisbos de respuesta a sus protestas.

El gobierno se mantuvo en su terquedad, pues si esos decretos se derogan o modifican, es el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos lo que está en juego. Los indígenas en la suya. Empezaban a escasear los víveres en las ciudades amazónicas y a subir los precios. Cada vez era más fuerte la amenaza indígena sobre las plantas de hidrocarburos en sus territorios. El Gobierno decidió decretar el estado de emergencia en las provincias amazónicas para salvaguardar la seguridad energética del país. Unos días después, a alguien se le ocurrió dar la orden de desalojar por la fuerza a los nativos que cortaban las carreteras de Bagua. Utilizaron para ello bombas lacrimógenas y armas de fuego desde la tierra y el aire, y se olvidaron de salvaguardar la seguridad de la mayor riqueza de la amazonía peruana, que son sus gentes.

Lo que ha ocurrido

Estalló la guerra. ¿Quién disparó primero? Creo que es una pregunta tonta, después de toda la secuencia de acontecimientos que se han ido viviendo. El informe de la Defensoría del Pueblo del Perú, habla de 23 policías muertos (algunos de ellos asesinados siendo rehenes), 9 indígenas muertos, 31 policías heridos, 157 indígenas heridos ingresados en hospitales. La Defensoría del Pueblo ha manifestado que los indígenas desaparecidos todavía no se pueden computar como muertos hasta que no se demuestren.

Ante estas informaciones cabe decir que habiendo miles de indígenas concentrados en la movilización, y estando a varios días de sus comunidades de origen, va a ser difícil establecer en pocos días quiénes llegan a sus casas y quiénes nunca llegarán. Muchos de ellos son estudiantes indígenas en la ciudad que llevan meses o años sin comunicarse con sus familias y por lo tanto, nadie los reclamará de inmediato. Y lo mismo pasa con los heridos indígenas, quienes varios de ellos, muy probablemente se hayan negado a asistir a un centro sanitario y por lo tanto, quedarán sin computar.

Mucho me temo que la cifra de muertos indígenas se multiplique exageradamente cuando emitan sus informes respectivos las diferentes organizaciones. El periódico La República, en su edición por Internet, publica videos con los testimonios de nativos que hablan de un centenar de indígenas asesinados de los pueblos Awajun y Huambisa, cuyos cadáveres fueron cargados en los helicópteros de la policía para botarlos al río. La disparidad de armamentos, flechas, lanzas y artefactos caseros, frente a fusiles, me hace temer que las cifras oficiales estén muy lejos de la realidad. Los fusiles que portaban algunos indígenas habían sido requisados a los mismos agentes secuestrados o asesinados, según la propia policía.

Situación en las misiones dominicanas en la Amazonía peruana

Nuestras misiones dominicanas en la amazonía están al sur del Perú, a varios kilómetros de los acontecimientos sangrientos. Pero nuestras misiones están en territorio indígena y compartimos con ellos, día a día, la vida y también el Paro Amazónico. Gracias a Dios en nuestras misiones no ha habido enfrentamientos serios ni víctimas, pero el conflicto nos empaña la vida cotidiana. Vemos a nuestros hermanos movilizados con sus arcos y flechas gritando consignas como nunca los habíamos visto, dispuestos a enfrentar una guerra que muchos no terminan de comprender muy bien, pero a la que se sienten llamados. No logran dilucidar del todo los efectos negativos de los decretos legislativos en cuestión, se pierden con los números y los tecnicismos del lenguaje legislativo, pero atisban que esas leyes les conducen a un futuro similar al pasado de esclavitud que les trajo la época del caucho y de las haciendas, de la cual ya salieron y a la cual nunca piensan regresar. Son conscientes de que los bosques y ríos con los que forman una unidad indivisible son su vida, y no están dispuestos a dejar que nadie les prive de esa armonía con la selva en la que viven, la cual han heredado de sus padres y quieren legar a sus hijos.

Como occidentales que hemos hecho una opción evangélica por estas culturas y estos pueblos, nos damos cuenta del tremendo racismo histórico y el gran desconocimiento del indígena que hay en las autoridades estatales y en la sociedad en general. En las declaraciones televisivas que se escuchan tras lo ocurrido, percibo un mensaje común que manifiesta que los indígenas no conocen el mundo occidental ni el juego democrático y que por eso algunos han actuado con la brutalidad con la que lo han hecho. Pero yo pienso que realmente ocurre al revés, que es el mundo occidental el que desconoce totalmente el mundo indígena, y mientras los pueblos indígenas sí mantienen una postura dialogante y abierta de encuentro hacia el otro, el mundo occidental se cierra herméticamente a dialogar, pretendiendo imponer su racionalidad y cosmovisión prepotentemente. En el fondo, creo que ésta es la verdadera causa de esta masacre, nuestra incapacidad de descubrir la grandeza y el gran aporte que estos pueblos suponen para El Perú y para el resto de la humanidad. Lamento profundamente la imagen que se pretende dar de estas tribus indígenas como incivilizadas, más cercanas a la irracionalidad animal que a la racionalidad humana, dando a entender que su “salvajismo” ha sido la única causa de la masacre de policías e indígenas ocurrida.

Una bomba de tiempo

El gobierno ha activado una bomba de tiempo. Hay un paro convocado para el día 11 de junio. Probablemente muchas comunidades del norte tarden en reponerse del duro golpe y la represión sufrida, pero eso no significa que se hayan calmado los ánimos.

El Congreso y el gobierno aprista tendrán que dar ahora el golpe de gracia que desactive la bomba de relojería que se ha activado. Declaraciones de algunos de nuestros dirigentes indígenas: “ya no habrá luchas pacíficas, ahora daremos golpes fuertes” no hacen sino aumentar nuestra preocupación.

Dicen que los indígenas están siendo manipulados y que les están engañando, que los decretos legislativos no son anticonstitucionale s ni lesivos para los pueblos indígenas y que además buscan el desarrollo de la selva. Pero yo pregunto:

  1. ¿Por qué el gobierno no hizo nada por explicar a las comunidades indígenas la interpretació n auténtica de los decretos legislativos, si es que considera que realmente están siendo malinterpretados? ¿Qué va a hacer ahora al respecto?
  2. ¿Por qué no se consultó a los pueblos indígenas antes de emitir dichas leyes, tal y como determinan los acuerdos internacionales subscritos por el Perú y por lo tanto, con carácter constitucional?
  3. Cuando dice el gobierno que quiere el desarrollo de la selva, ¿se refiere a que quiere explotar los recursos naturales de la selva en beneficio de los de siempre, o a que quiere propiciar un desarrollo sostenible y armonioso de los pueblos indígenas que la han habitado milenariamente?
  4. ¿A qué esperó el gobierno para escuchar el reclamo de tantos días de los pueblos indígenas?

También tengo algunas preguntas para AIDESEP, pues considero que también tiene responsabilidad, aunque en menor medida, en todo lo ocurrido:

  1. Se ha adoptado una medida de fuerza contra el gobierno para reclamar que los pueblos indígenas sean consultados en las políticas que les afectan. Pero sin embargo, simultáneamente AIDESEP ha rechazado que CONAP participe en dichos diálogos, a sabiendas de que esta organización representa también a un sector importante de los indígenas amazónicos. ¿No está teniendo AIDESEP una conducta similar a la del gobierno al pretender anular de la mesa de diálogo a CONAP?
  2. ¿Es cierto que AIDESEP ha escuchado a sus bases, explicando con detalle los motivos de la movilización, o se han hecho resúmenes simplistas como “nos van a quitar nuestras tierras” “ya no podrás pescar en el río”, que han provocado un enardecimiento de los ánimos creando el caldo de cultivo propicio para lo ocurrido?

Estamos a la expectativa de lo que ocurra en estos días. Confiamos en los pueblos en los que vivimos, con ellos nos sentimos seguros y lo mismo ellos con nosotros. Tememos que se recrudezca la situación en otros lugares del país, en concreto en nuestras misiones en las que existen importantes yacimientos de gas que nutren a la mitad de las empresas de la capital peruana.

Tenemos puesta nuestra esperanza en la presión internacional, en los tratados internacionales y en la mediación que el gobierno ha solicitado a la Conferencia Episcopal Peruana y la Defensoría del Pueblo del Perú y, por supuesto, en el poder de la oración.

Les pedimos a todos que se unan a nuestra plegaria en primer lugar para que se logre encontrar salida pacífica al conflicto y, en segundo lugar, para que se pueda descubrir la verdad de los hechos, los responsables asuman su culpa y se haga justicia con las víctimas de esta masacre.

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