Por Domenico Agasso
No es suficiente el llamado a través de la televisión para que se ponga en marcha la mediación diplomática de la Santa Sede. Sobre todo en relación con una situación particularmente delicada como la que se vive en Caracas. Ayer hubo momentos de entusiasmo e ilusión, después de que Guaidó concediera una entrevista al telediario SkyTg24, en la que pidió a «todos aquellos que puedan ayudarnos, como el Santo Padre» que colaboren para que llegue «el fin de la usurpación, para un gobierno de transición y para llevar a cabo elecciones verdaderamente libres en Venezuela».
El presidente “ad interim” invitó «al Papa a nuestro país, un país muy católico». Parecía, pues, llegar un cambio en la situación, después de la carta que Maduro escribió a Francisco y a 48 horas de que el Papa declarara, durante el vuelo de vuelta a Roma desde Abu Dhabi, que para una acción diplomática habría sido necesaria la voluntad de ambas partes.
Pero en la Secretaría de Estado las palabras pronunciadas ante las cámaras de televisión no cuentan como una petición formal. Además, de la de Maduro, no han llegado otras cartas. Además, Juan Guadió no ha pronunciado la palabra decisiva: mediación. Hizo solamente en llamado general. Por esta razón la postura del Vaticano sigue siendo la misma que explicó ayer el portavoz del Papa, Alessandro Gisotti: «El Santo Padre se reserva la posibilidad de verificar la voluntad de ambas partes, constatando que existan las condiciones para recorrer este camino».
Que, en palabras sencillas, quiere decir: el canal está abierto, hay disponibilidad para evaluar la posibilidad de una mediación, pero, por ahora, la situación sigue siendo demasiado «incierta», y todavía existen dudas y perplejidades sobre las intenciones de ambas partes. La única petición oficial ha sido, pues, la de Maduro. Mientras tanto, la Iglesia venezolana sigue manifestándose en su contra.
La prudencia de la Santa Sede sobre la crisis venezolana se debe también a un antecedente negativo: las negociaciones en Santo Domingo entre el gobierno y la oposición, en las que participaron como intermediarios el ex presidente español, Zapatero, y la diplomacia vaticana, que participó con la presencia, primero, de monseñor Emil Paul Tscherring y, después, de monseñor Claudio Maria Celli. Pero fue un fracaso, como confirmó el mismo Papa durante el vuelo de vuelta a Roma: «Se parió un ratoncito: nada, humo».
De cualquier manera, las prioridades de la Santa Sede son la emergencia humanitaria del país y una resolución pacífica de la crisis: todo lo que se pueda hacer en este sentido, se insiste, será hecho. Y, si el Vaticano se compromete, podría haber dos responsables de su representación: el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, y el sustituto para los Asuntos Generales, Edgar Peña Parra. El primero fue nuncio en Venezuela y el segundo es venezolano.
Mientras tanto, en Italia, Rodrigo Diamanti, uno de los representantes de la delegación enviada por Guaidó para reunirse con representantes italianos, sostiene que «ser neutrales significa aceptar nuestra constitución», es decir que frente a «un vacío de poder el jefe del parlamento debe asumir la presidencia para llevar al país a elecciones transparentes». Y esta es la posición del Primer Ministro italiano, Conte, y del Ministro de Desarrollo Económico, Trabajo y Políticas Sociales Di Maio: «Italia debe ser neutral –dijo Di Maio. Debemos simplemente favorecer el diálogo, no queremos crear otra Libia».
Fuente: Vatican Insider