Por Jesús María Aguirre
Es bastante común encontrarse publicaciones de judíos venezolanos, en las que novelan sus vicisitudes culturales o hacen reminiscencia de sus ancestros en clave anamnésica como acción recordatoria. Modernamente, la secularización de la literatura ha ido despojando de su halo sagrado o “aura”, como diría Walter Benjamín, a esa escritura del pueblo elegido.
Más raro es encontrarse con escritores católicos en América Latina, con o sin ascendencia judía, que abordan la temática del pueblo judío o de sus simpatizantes en forma novelada. Recuerdo hoy con vergüenza, haber leído con cierta fascinación en la juventud algunas novelas del argentino Hugo Wast, “Oro” y “El Kahal”, que rezuman un antisemitismo de época, alimentado por las teorías conspirativas.
No hallo, sin embargo, tal vez por mis limitaciones literarias, algo semejante en la literatura venezolana, lo que me parece un indicio positivo en nuestra sedimentación cultural tolerante y abierta a la integración de los emigrantes.
Lo novedoso es que en el transcurso de este año se han publicado dos novelas de escritores, que se confiesan católicos y abordan con solvencia dos tópicos, que nos ayudan a saldar cuentas con la historia pasada y a la vez revisar nuestra encrucijada cultural.
La primera, cuyo título es “El crepúsculo del hebraísta”, entra en el género de novela histórica con indagaciones psicológicas sobre el personaje Johannes Reuchlin (1455-1522), y se la debemos a nuestro escritor hispano-venezolano Atanasio Alegre. En la trayectoria intelectual de J. Reuchlin se destaca la defensa de los textos judíos, específicamente el Talmud, frente a la destrucción promovida por los antisemitas.
La segunda obra se la debemos a Ricardo Bello, quien ya tiene en su haber la novela “Anareta” y el diario o novela autobiográfica “El año del dragón”, y se titula “Sacramento de la guerra”. En ella nos narra la historia de Daniel, quien se encuentra combatiendo en una trinchera de los Altos del Golán, durante la Guerra del Yom Kipur, y en medio del conflagración indaga reflexivamente sobre las razones de la guerra, impregnadas de conflictos ancestrales irresueltos en búsqueda de una perspectiva superadora.
Ambas obras, escritas con tersura, sin vanguardismos experimentales, suman a su interés literario, la ampliación humanística, ya nos abren nuevas perspectivas en el acercamiento intercultural e interreligioso, minado de prejuicios y malentendidos.