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Las tentaciones de Venezuela para esta cuaresma de 2019

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Foto: Archivo Web

Por José Francisco Aranguren, sj

Para nosotros los católicos la cuaresma es un tiempo propicio para detenerse a pensar hacia dónde me dirijo. La invitación de Dios es a dar un paso en el proceso de nuestra plenitud humana. Quiero hacer un ejercicio de proyección desde la lectura del evangelio de las tentaciones de Lc 4, 1-13 que leímos en este primer domingo de cuaresma del ciclo C.

Primera tentación: Ceder a los instintos

Es la tentación de hacer la voluntad de Dios para que después él haga lo que yo quiero. Aquí la rabia y la impotencia acumulada en nuestra gente puede tendernos una trampa descaradamente. Podríamos hasta llegar a desear que se abra la tierra y desaparezcan todos los que nos han llevado a esta situación. De hecho, ya ha habido algunos que lo han verbalizado, por eso solo lo quiero resaltar. No es que no haya razones para acumular esos sentimientos porque las hay en exceso pero, si no renunciamos a ser cristianos lo hemos de revisar.

Pasar de esta situación instintiva a la de preguntarnos si es sobre esos cimientos sobre los que queremos construir una nueva Venezuela me parece que es la clave que nos ayude a enmarcar muy bien nuestra acción. Es precisamente visualizar el horizonte el que nos ayudará a ver más claro lo que ayuda o desayuda en esa dirección. El antídoto que nos podría curar de ese deseo instintivo es el alimentar el deseo y la práctica de soñar una Venezuela que sea realmente de todos, en el que cada quien es valioso y tiene su papel. En el que nadie ha de desaparecer sino volver al camino y a las prácticas democráticas. Que pasemos del eslogan a la realidad. Que se cumpla la constitución, como nuestro pacto social.

Segunda Tentación: La del poder

El poder de la idolatría es supremo. Lleva consigo la opresión. Así las cosas la venganza, la retaliación y la cacería de brujas a los que responsables de nuestra debacle nacional podría ser el modo como se use el poder al llegar a obtenerlo.

Esto no necesariamente tiene que ser mejor a lo que tenemos. Al actuar así se estaría siguiendo la lógica del “Ya ellos lo hicieron, ahora nos toca a nosotros”. El antídoto que desde esta cuaresma nos puede dirigir en esa dirección es el poner por delante desde ya el cultivo de las actitudes que queremos para esa nueva Venezuela. Poner los medios concretos para rehabilitar a nuestros hermanos que están atrofiados en su relación con Dios con ellos mismos y con los hermanos, con esos hermanos que han entrado en relaciones equivocadas para modificarla por una actitud adecuada, propia de la vida republicana y de los ciudadanos demócratas. Este es, ciertamente, un camino más largo pero es el camino más coherente con lo que somos y queremos ser.

Esto ya lo decían los obispos reunidos en Medellín al decir que el cristiano “sabe que los cambios bruscos y violentos de las estructuras serían falaces, ineficaces en sí mismos y no conformes ciertamente a la dignidad del pueblo la cual reclama que las transformaciones necesarias se realicen desde dentro, es decir, mediante una conveniente toma de conciencia, una adecuada preparación y esa efectiva participación de todos, que la ignorancia y las condiciones de vida, a veces infrahumanas, impiden hoy que sea asegurada”. Este principio, escrito hace más de 50 años, debería estar muy presente en nuestra conciencia católica venezolana.

Tercera Tentación: La vanagloria

Está asociada a no aceptar la condición de creatura. ¡Cuántos dolores de cabeza nos quitaríamos de encima si la aceptáramos! Creer que Venezuela es el mejor país del mundo. O sacarnos de la cabeza eso que alguna vez alguien nos inoculó al decirnos que somos un país rico porque tenemos petróleo y minerales. ¡Qué va! Somos un país más, con los problemas de muchos y bendecido con muchos recursos minerales. El ANTÍDOTO sería alimentar ante Dios lo que somos como personas y como pueblo de Dios, como ciudadanos y como nación. Apostar por lo mejor nuestro y desde allí saber utilizar los recursos naturales que nos han sido dados para la creación de sujetos individuales y colectivos densos. Creo que una vez pasada esta tragedia inédita en nuestra historia nos iremos recuperando desde lo humanamente posible. Pero esa labor hay que arrancarla ya, y vamos tarde. Será paso a paso, poco a poco con el norte bien firme. Tendremos que ser humildes, bajar la cabeza, aprender de países que ya pasaron por eso. No hay que dejarse vencer por la tentación.

Cuaresma es un espacio eclesial para la conversión y para construir desde ya las actitudes que queremos irradiar a nuestra Venezuela necesaria. Sirva este escrito para arrancar esta cuaresma con los pies puestos en las tentaciones que nos pueden estar acechando y que no se tematizan en nuestros análisis políticos y sociales pero que con la consciencia de cristianos que no absolutizan regímenes políticos hemos de expresar libremente.

En ese sentido quiero finalizar con las palabras de San Romero de América al decirnos que: “A la iglesia, por tanto, no le interesa ninguna ideología política como tal y debe estar dispuesta a prestar su palabra crítica a la absolutización de cualquiera de ellas”. (Segunda carta Pastoral de Monseñor Romero. Fiesta de la Transfiguración 6 de agosto de 1977. “La iglesia, cuerpo de Cristo en la historia”).

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