El gobierno los niega y, cuando los reconoce, afirma que son casos puntuales. Pero el hambre entre niños, adultos y ancianos wayúu está pegando con la misma rapidez que corren los vientos de la Guajira. Dos reporteros de El Estímulo constataron cómo la falta de alimentos está minando a la olvidada franja del extremo norte de Venezuela
González lleva la comida a la casa cuando realiza trabajos como mototaxista, aunque no cuenta con moto propia. Hoy no pudo cumplir con esa misión porque no tenía el dinero suficiente para trasladarse a Los Filúos -el mercado de la zona- que se encuentra a unos kilómetros de su casa, donde la pide prestada a unos amigos.
Ninguno de los seis adultos del clan trabaja. Todos se ayudan con la venta de artesanía y de los pocos chivos que caminan en los alrededores del caserío donde viven, enclavado a un costado de la vía que comunica a Cojoro. Los ingresos son mínimos al igual que las raciones de comida recibidas por cada miembro de la familia.
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