“Ser laico es en sí mismo una gracia fundamental: ser hijo de Dios”, afirma el doctor Rodrigo Guerra López, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina. En esta conversación con Juan Salvador Pérez, director de la revista SIC, y María Isabel Párraga, jefa de redacción, se aborda el papel crucial de los laicos en la Iglesia Católica contemporánea. La reciente canonización de José Gregorio Hernández resalta cómo la vocación laica puede brillar en el servicio a los demás y en la vida cotidiana.
Guerra López también critica el persistente problema del clericalismo en la Iglesia, señalando que, a pesar de los avances en el reconocimiento de la dignidad de los laicos, aún prevalece una cultura que privilegia al clero. En un momento en que América Latina sigue siendo el corazón del catolicismo mundial, la inclusión y el empoderamiento de los laicos son esenciales para enfrentar los desafíos actuales y construir un futuro más equitativo y comprometido con la transformación social.
-JuanSalvador Pérez: Rodrigo, sabemos que hay un tema que te apasiona y al que has dedicado mucho estudio: el papel de los laicos en la Iglesia Católica hoy en día. Y no podemos evitar relacionarlo con un acontecimiento reciente que llenó de alegría a Venezuela: la canonización de José Gregorio Hernández, nuestro primer santo venezolano. ¿Cómo ves tú el papel de los laicos a la luz de figuras como la de José Gregorio?
Rodrigo Guerra López: Es un tema fascinante. Cada vez que hablamos del papel de los laicos, inevitablemente regresamos al Concilio Vaticano II, que nos ayudó a redescubrir que los laicos, como bautizados, conforman el pueblo de Dios. Sin embargo, figuras como San José Gregorio Hernández nos muestran que esta realidad no comenzó con el Concilio. Él, con su vida santa como médico y servidor de los pobres, nos recuerda que la santidad está al alcance de todos, incluso en las tareas más ordinarias. Su ejemplo es una afirmación concreta de que ser laico es una vocación con dignidad propia dentro de la Iglesia. No se trata de ser “menos” que un sacerdote o una religiosa; ser laico es en sí mismo una gracia fundamental: ser hijo de Dios.
-María Isabel Párraga :Claro, pero ¿crees que esta visión sobre los laicos realmente permea en las élites eclesiásticas? ¿O sigue existiendo cierto clericalismo?
–RGL: Lamentablemente, el clericalismo sigue siendo una enfermedad persistente dentro de la Iglesia. Aunque a nivel discursivo se ha avanzado mucho en reconocer la dignidad y responsabilidad de los laicos, en la práctica todavía tenemos una cultura eclesial que tiende a privilegiar al clero como modelo ideal del cristiano. Esto no es coherente con la doctrina de la Iglesia. El clericalismo no solo afecta a los sacerdotes; muchos laicos también lo reproducen al limitar su papel a funciones auxiliares en las sacristías o coros. La verdadera vocación del laico es transformar el mundo según Cristo, especialmente en las realidades más alejadas y complejas.
-JSP: En ese sentido, América Latina tiene una historia rica y compleja dentro de la Iglesia. Tú mismo, como secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, representas un cambio significativo: eres un filósofo laico acompañado por una mujer también laica en un alto cargo vaticano. ¿Qué significa esto en términos de inclusión y equidad dentro de la Iglesia?
–RGL:Es un paso importante y significativo. Mi compañera es una mujer brillante, filósofa política y teóloga moral, y su presencia al igual que otras mujeres en altos cargos vaticanos, como Raffaella Petrini, demuestra que estamos rompiendo esquemas tradicionales. El Papa Francisco ha sido clave en este cambio; él detesta tanto el machismo como el clericalismo. Su insistencia en reconocer la dignidad y capacidad de las mujeres dentro de la Iglesia está marcando una nueva etapa. Aunque todavía queda mucho por hacer, ya no hay vuelta atrás.
-JSP: Hablemos ahora del panorama general del catolicismo en América Latina. Según encuestas recientes, como el Latinobarómetro, aproximadamente el 70% de los venezolanos se identifican como católicos, aunque en otros países de la región las cifras han disminuido. ¿Sigue siendo América Latina el continente de la esperanza para la Iglesia?
-RGL:Sin duda alguna. A pesar del deterioro en algunos países como Chile o Brasil, América Latina sigue siendo el corazón del catolicismo mundial: el 48% de los católicos del mundo están aquí. Esto nos convierte en una región clave para la Iglesia Universal. Desde Pío XII, se entendió que América Latina era una tierra promisoria y se crearon instituciones como el CELAM, la CLAR y nuestra propia Pontificia Comisión para América Latina para fortalecer este potencial. Nuestra religiosidad popular, como lo demuestra la devoción a José Gregorio Hernández incluso antes de su canonización oficial, es un testimonio vivo de nuestra fe.
-MIP: uno de los aspectos más destacados del Papa Francisco es su apoyo y aprecio por la religiosidad popular. Sin embargo, también ha habido polémica en torno a su opción preferencial por los pobres, una visión profundamente arraigada en la teología latinoamericana. ¿Cómo evalúas la vigencia de esta opción dentro de la Iglesia hoy en día? ¿Ha tomado fuerza o se ha frenado?
-RGL:Creo que el Papa Francisco ha esclarecido este tema de manera definitiva, aunque no está de más volver a la historia para entenderlo mejor. En los años 70, 80 y 90, algunos exponentes de la opción por los pobres hicieron una interpretación ideológica influenciada por ciertas formas de marxismo. Esto llevó a que la Iglesia publicara dos documentos clave sobre la teología de la liberación. El primero, “Libertatis Nuntius“, fue muy crítico, señalando que algunas formas de esta teología eran incompatibles con el Evangelio porque temporalizaban el reino y hacían lecturas socioanalíticas que no concordaban con una visión evangélica.
Por otro lado, el segundo documento, “Libertatis Conscientia”, invitaba a construir una teología de la liberación no marxista. Sin embargo, creo que muchos que aplaudieron el primer documento ignoraron el segundo. A pesar de ello, surgieron propuestas valiosas, como la Teología del Pueblo, desarrollada en la Escuela del Río de la Plata por autores como Lucio Gera, Rafael Tello y Juan Carlos Scannone, además de un joven jesuita llamado Jorge Mario Bergoglio.
Hoy en día, esta opción por los pobres está bastante asimilada en América Latina. Aunque aún existen algunas experiencias eclesiales elitistas, son minoritarias. La mayoría de las estructuras pastorales en nuestra región están marcadas por la comunión, la participación y esta opción preferencial. Esto se refleja en documentos clave como Puebla, Santo Domingo y Aparecida, que enfatizan una evangelización inculturada y una Iglesia en salida.
-JSP: Mencionas el concepto de “Iglesia en salida”, algo que el Papa Francisco ha reiterado constantemente. ¿Cómo entiendes este llamado en el contexto actual?
-RGL: Ser Iglesia en salida no significa simplemente organizar grandes misiones en fechas específicas. Más bien, implica que toda estructura eclesial, desde las parroquias hasta las comunidades monásticas, redescubra su dimensión misionera y expansiva. El Evangelio no está hecho para esconderse, sino para ser anunciado en todos los escenarios. Este enfoque ha sido central en el itinerario de la Iglesia Latinoamericana y ahora Francisco lo ha llevado al nivel universal.
El Papa lo sintetiza maravillosamente en documentos como “Evangelii Gaudium“. Su pontificado ha logrado transformar muchas de las riquezas pastorales de América Latina en un patrimonio para toda la Iglesia Universal.
-JSP :Dando un salto al ámbito global, hemos visto un resurgimiento del liderazgo católico en la esfera política. ¿Cómo interpretas este fenómeno?
–RGL:Es cierto que hay algunos ejemplos recientes, como el canciller alemán, el vicepresidente de Estados Unidos o líderes en Italia y Polonia, que son católicos confesos. Sin embargo, debemos matizar este regreso al liderazgo público. Hay que preguntarse qué tipo de catolicismo es el que está regresando. No es homogéneo.
El Papa Benedicto XVI ya había advertido sobre un problema fundamental: el moralismo. Esto ocurre cuando reducimos el cristianismo a un conjunto de valores éticos. Por supuesto, los valores son importantes, pero no salvan. La fuerza para transformar nuestras vidas no proviene de los valores, sino del encuentro con Cristo. En algunos liderazgos políticos vemos atmósferas moralistas que confunden los valores con el núcleo del Evangelio.
-MIP: Entonces, ¿esos liderazgos podrían estar más alineados con una visión moralista que con una auténtica vivencia del Evangelio?
-RGL:Exactamente. El cristianismo no busca crear una aristocracia de virtuosos ni promover un “capitalismo virtuoso”. Jesús vino a salvarnos desde lo más bajo y marginado. La parábola del Buen Samaritano es clave aquí: amar al prójimo significa priorizar al lastimado, al marginado, al humillado. Esa es la esencia del orden del amor cristiano que Francisco subraya constantemente.
En algunos ambientes norteamericanos se promueve una idea errónea del “ordo amoris”, como si primero debiéramos amar a los más cercanos y luego expandir ese amor gradualmente hacia los demás. Pero el Evangelio nos enseña que debemos amar primero al prójimo necesitado, aunque no lo conozcamos o aunque sea un extraño.
-JSP:Hablando del Papa Francisco, actualmente está hospitalizado pero parece estar mejorando. ¿Cómo evalúas su pontificado y su legado?
-RGL:Estoy convencido de que Francisco se ha ganado un lugar extraordinario en la historia de la Iglesia y del mundo. Ha dado un paso sustantivo hacia la asimilación del Concilio Vaticano II, sin innovar nada nuevo, pero insistiendo en que lo tomemos en serio. A nivel social, incluso para los no creyentes, será recordado como una voz crítica frente a los poderosos y un defensor incansable de los derechos humanos, especialmente de los migrantes y los pobres.
Su sensibilidad hacia estos temas no es teórica; proviene de su experiencia personal como hijo de migrantes. Esto lo ha llevado a ser uno de los grandes defensores de la dignidad humana en el siglo XXI.
-MIP: Finalmente, ¿cómo ve a la Iglesia del futuro? ¿Más cercana a la visión de Francisco o hacia un rumbo más conservador?
-RGL: Creo que el futuro será una continuidad creativa del camino iniciado por Francisco. Los procesos que él ha impulsado son irreversibles, aunque no serán rápidos. Soy optimista: en menos de 300 años veremos una transformación más completa de la Iglesia (y créanme, eso no es mucho tiempo en términos históricos).
Las semillas que Francisco ha sembrado están germinando ya en nuevas comunidades eclesiales y experiencias católicas alrededor del mundo. Estoy seguro de que veremos frutos significativos incluso en lugares donde parece que la Iglesia está retrocediendo.
-JSP: Rodrigo, muchas gracias por esta conversación tan enriquecedora. Nos quedamos con ganas de hablar sobre otros temas importantes como la doctrina social de la Iglesia y su actualización.
-RGL: Con mucho gusto podemos retomarlo en otra ocasión. Gracias a ustedes por su interés y paciencia. Un abrazo grande para todos los lectores.