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La violencia como espectáculo: ¿dónde está tu hermano?

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Por Alfredo Infante, s.j.

Estamos en un mundo que afronta unas guerras de consecuencias inimaginables, las peores en nuestra historia universal.

La invasión de Rusia a Ucrania ha desencadenado la posibilidad de nuestro propio exterminio como humanidad y las escenas de este fratricidio global llegan a nuestros hogares por las redes sociales y los medios de comunicación, en tiempo real, como un espectáculo.

Todos somos víctimas. Según expertos, para los próximos años se avizora una crisis alimentaria y energética de carácter global y planetaria de no detenerse a tiempo esta locura de la guerra. En un mundo cada vez más desigual los más afectados serán, por supuesto, los pobres y excluidos.

Pero no es esta la única guerra. El papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, viene insistiendo que estamos en un escenario de guerra mundial dado los múltiples, grandes, pequeños y medianos conflictos que ocurren a lo largo y ancho de la geografía mundial, tanto entre los seres humanos, como entre los seres humanos y la propia naturaleza, nuestra madre Tierra.

Y es que las corporaciones mineras globales, en complicidad con los Estados y poderes irregulares conectados a mafias, vienen depredando las entrañas de la Tierra, contaminando las aguas, desplazando poblaciones y destruyendo la biodiversidad del planeta, nuestra casa común. Los más afectados, hasta el momento, son los pueblos indígenas, que van siendo exterminados o inducidos a participar en esta lógica depredadora para subsistir o son perseguidos, desplazados y/o martirizados, si se resisten a esta dinámica diabólica.

Esta atmósfera de violencia que vivimos como humanidad, que va dejando muchas víctimas, también se expresa en diversos escenarios cotidianos como la familia, la escuela y la comunidad donde se desarrollan nuestras relaciones primarias.

Recientemente, hemos sido impactados por la noticia de la masacre de 21 personas en una escuela de Texas, en Estados Unidos, hecho que no se puede considerar aislado, sino expresión de una cultura de violencia global, de irreverencia ante el sagrado derecho de la vida que amenaza la convivencia humana. Según reseñaron varios medios, el joven victimario –tal como ha ocurrido en masacres anteriores– había sido víctima de bullying en su tiempo de escolaridad y decidió “descargar” su ira con un arma que compró libremente.

Salvador Ramos, el autor de la masacre en una escuela de Uvalde (Texas) en la que murieron 19 niños, dos maestras y él mismo, había cumplido hace poco 18 años. Para celebrar la ocasión, se hizo un autoregalo: dos fusiles semiautomáticos tipo AR-15, uno de los modelos más habituales en anteriores tiroteos masivos, y 370 rondas de munición.

Reseñó BBC Mundo sobre el caso.

El bullying y las distintas expresiones de violencia escolar cotidianas van dejando profundas heridas en quienes la padecen, heridas que se convierten en resentimientos, resentimientos que se expresan en violencia, violencia que arrebata la vida de muchos inocentes. Si no detenemos estos círculos letales, no podremos convivir en paz. Es necesario repensar y resetear nuestras relaciones cotidianas, nuestras relaciones escolares, nuestras relaciones de trabajo y nuestras relaciones comunitarias y sociales para vincularnos sanamente con el otro y hacer de nuestros espacios zonas libres y seguras de violencia.

La violencia no debe convertirse en un espectáculo, por el contrario, debemos leerla como un síntoma de distorsión en nuestra convivencia humana y por tanto exige, de todos y cada uno de nosotros, una conversión profunda en los modos de relación cotidiana.

Más aún en nuestro país, donde la violencia parece naturalizada y sigue cobrando víctimas en medio de la impunidad y la acción u omisión del Estado para enfrentarla. Así lo revelan los indicadores de feminicidios y otras expresiones de violencia intrafamiliar, sumados al bullying escolar y a los atropellos policiales expresados en las presuntas ejecuciones extrajudiciales que, según Lupa por la vida, fueron 1.414 en 2021 a lo largo y ancho del país.

Hoy más que nunca es un imperativo recordar el quinto mandamiento de la ley de Dios: “No matar”, así como la pregunta de Dios a Caín: “¿Dónde está tu hermano?”.


Fuente:

Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco del 20 al 26 de mayo de 2022/ N° 145. Disponible en: https://mailchi.mp

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