Antonio Pérez Esclarín
Muy pocos saben que en el corazón de la amazonia venezolana, en un reducto selvático y de sabana a orillas del río Tauca, en el Estado Bolívar, existe la primera y única Universidad Indígena de Venezuela, reconocida oficialmente como tal por el Decreto Presidencial N. 8631 del 29 de Noviembre de 2011. No es sólo una Universidad para los indígenas, sino una Universidad de indígenas, pues son las propias comunidades sus propulsoras y gestoras.
Desde inicios de la década de 1990, la Fundación Causa Amerinda Kiwi (CAK), obra impulsada por el jesuita José María Korta, se dedicó a convocar a los sabios y ancianos de las comunidades indígenas para reflexionar sobre su identidad y su futuro. La conclusión recurrente de los indígenas fue la urgencia de revitalizar la cultura originaria de los pueblos. Debían formarse jóvenes orgullosos de su identidad, conscientes de la realidad amerindia contemporánea, y capaces de ofrecer alternativas para devolver la libertad y la autosustentabilidad a sus comunidades. En el año 2000, un puñado de jóvenes pumé, e´ñepa y yekwana, inician la titánica labor de escribir sobre sí mismos y sobre sus pueblos, su historia, su espiritualidad, sus retos y alternativas. Cada cuatro meses vuelven a sus comunidades para hablar con los ancianos, depositarios del saber ancestral.
De regreso en Tauca, un grupo de voluntarios no-indígenas, aliados a la causa de los pueblos amerindios, apoya la tarea de ordenar la información. Se adiestra a los jóvenes estudiantes-investigadores para que, con la ayuda de computadoras, vayan escribiendo el producto de sus reflexiones en sus idiomas maternos. Lo que escriben es editado para que mucha gente, allá en sus comunidades, aprenda a leer y reflexione con ellos para decidir y poner en práctica proyectos alternativos para la supervivencia de sus pueblos y culturas.
Los alumnos son seleccionados por sus propias comunidades, no por criterios académicos, sino por sus capacidades para la organización política en pro de la defensa de los derechos colectivos. Muchos de ellos llegan desde lo profundo de la selva o desde el delta del Orinoco, en largos viajes de hasta 14 días, y a veces no es fácil encontrar recursos para el viaje. Viven en un entorno semejante al de sus comunidades, en grupos de acuerdo a su etnia. Se bajan de sus hamacas al amanecer y se bañan en el río Tauca. Después de desayunar, tienen una hora de estudio personal antes de empezar las clases.
El currículo se construye en torno a estos tres ejes:
Eje cultural: Historia de los pueblos, pedagogía y reproducción cultural, organización social y normatividad comunitaria, cosmovisión y espiritualidad indígena, idioma y literatura, expresión artística, etnobotánica, etnomedicina, sistemas de producción y tecnología autóctona.
Eje de Concientización: Historia de América, Venezuela y de los pueblos amerindios, historia y geografía universal, nociones de Estado y política, derecho positivo nacional e internacional, ecología y deterioro ambiental, economía y recursos naturales, diversidad intercultural y relaciones interculturales, expresión oral y escrita en español.
Eje productivo: Agricultura, apicultura, piscicultura, cría de animales para la producción de alimentos, cría y domesticación del búfalo como animal de carga y tiro, producción en vivero, lombricultura, aprovechamiento productivo de la sabana, modelos de autogestión, elementos de administración.
Además, cuentan con cursos y talleres útiles para la formación integral, como fotografía, video, radiodifusión, internet, etc.