Por Alfredo Infante, s.j.
“La fidelidad creativa” es una categoría que el padre Peter Hans Kolvenbach, s.j., lingüista y superior general de la Compañía de Jesús entre 1983 y 2008, introdujo en la misión jesuita para mostrar la relevancia del discernimiento ante los nuevos desafíos que el mundo nos presenta.
Nuevos tiempos exigen nuevas respuestas, pero estas respuestas deben estar enraizadas en los valores trascendentales del Evangelio.
No se trata de estar a la moda, ni de responder al mundo actual para complacer sus apetencias. Es imprescindible escuchar, dialogar, discernir e interpretar las culturas y los clamores más hondos de los hombres y mujeres de este tiempo, para responder desde el Evangelio y colaborar con las personas de buena voluntad en el esfuerzo de hacer más humana a la humanidad.
La fidelidad está en el enraizamiento al Evangelio y la creatividad, en la producción de una respuesta a la altura de los tiempos. No se trata de imitar a Jesús, sino de actualizarlo. No hay receta, es un parto creativo, espiritual, histórico, con el ADN del Evangelio.
“La fidelidad creativa” nos pone hoy ante una serie de “tensiones creativas”. En esta dirección, el padre general de los jesuitas, Arturo Sosa, s.j., en su reciente visita a Venezuela, insistió que la vida es tensión y que todo proyecto humano debe aprender a lidiar con ella y hallar el punto de equilibrio. Parafraseo lo que dijo en su encuentro con la comunidad universitaria de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB):
La guitarra necesita una sana tensión en sus cuerdas para producir música, si las cuerdas se aflojan el sonido se distorsiona, y si se tensan demasiado, se rompen. Todo acto creativo nace de una tensión creativa.
Las universidades de la Compañía de Jesús están llamadas a dar respuesta al mundo actual, estar a la altura de los tiempos, dialogar con los temas fronterizos existenciales y éticos y, al mismo tiempo, deben estar enraizadas a la fuente de su identidad, que son los valores del Evangelio, los cuales se expresan en la apuesta por la justicia, el bien común, la reconciliación con uno mismo, con los demás, y el cuidado de la Tierra, nuestra Casa Común.
La UCAB, confiada a la Compañía de Jesús, se encuentra ante desafíos nacionales y globales, llamada a responder, desde su identidad y de manera creativa, buscando alternativas constructivas.
Para el padre Arturo Sosa estamos en un momento histórico en el que la democracia y el Estado de derecho están amenazados por una tendencia hacia los autoritarismos; por ello, dijo que las universidades deben asumir el desafío de formar ciudadanos, porque no basta con graduar buenos técnicos y científicos, sino personas que, con una educación integral, apuesten por el bien común.
Las ciencias y los avances tecnológicos no deben ser excluyentes de las humanidades, sino, por el contrario, arrojar interrogantes que las humanidades, con espíritu de diálogo, deben afrontar para orientar hacia una convivencia más humana y fraterna.
De igual manera, ante un mundo desigual donde crece la brecha entre ricos y pobres, la apuesta intelectual por producir conocimiento y políticas públicas al servicio de un mundo más justo es una exigencia para los centros de investigación.
La Universidad Católica Andrés Bello, desde su parque social y su relación orgánica con las comunidades populares, es un modelo de universidad inclusiva, que no sólo ofrece sus servicios, sino que aprende de los procesos comunitarios y sociales. Como tanto insistía el padre Francisco José Virtuoso: “Una universidad enraizada en el país, frente al país, en diálogo con los desafíos del mundo actual”.
Fuente:
Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco N° 192, 30 de junio al 6 de julio de 2023.