Javier Contreras
Cuando los funcionarios del gobierno de Venezuela declaran, generalmente lo hacen siguiendo un guion marcado por la agresividad y las consignas. También pretenden ser irónicos, aunque difícilmente lo logran, ya que para expresar ironía hace falta inteligencia, aplomo y manejo correcto del vocabulario, elementos que al estar ausentes convierten las intervenciones en desagradables ofensas que, con o sin intención, superan ampliamente los límites que han de existir respecto al efecto que puede causar un comentario.
Escuchar a Fredy Bernal llamar “pendejos” a quienes participan en las marchas y protestas convocadas por amplios sectores de las fuerzas vivas del país, esto porque a su juicio “están siendo utilizados” por la dirigencia política que adversa el modelo de gobierno que él representa, es una muestra más de dos aspectos que definen la línea discursiva del oficialismo: la descalificación de quien piensa distinto y la intención de negar la complejidad del actual momento venezolano.
Igual que Bernal, Jacqueline Farías es conocida por sus comentarios y respuestas ante quienes la interpelan respecto a hechos de corrupción, crisis económica o el pobre funcionamiento de la institucionalidad en el país. Recientemente cuestionada por el uso del dinero que se destinó para labores de saneamiento del río guaire, la funcionaria que ha pasado por distintos cargos aseveró, a través de su cuenta en la red social twitter “Se invirtieron completicos, sino pregunta a tu gente que se bañó sabroso”.
El intento de sarcasmo, relacionado con la desproporcionada e ilegal represión sufrida por manifestantes hace un par de semanas, establece claramente los principios que rigen su pensamiento y accionar, esos que la motivan al irrespeto antes que a dar cuenta de lo realizado en sus gestiones.
Podría hacerse un arqueo de las intervenciones públicas de los más destacados representantes del gobierno y, sin ninguna duda, en todas se encontraría la altanería como instrumento de negación de la realidad; un intento de lo que coloquialmente suele llamarse “fuga hacia adelante”. El gran inconveniente de esta actitud, que por su repetición se ha convertido en una suerte de política de Estado, es que las desafortunadas declaraciones son generadoras de violencia, y los efectos de la realidad (crisis política, social, económica, debilidad institucional y ruptura del tejido de convivencia) no se evaden por actuar como un grupo de “guapos patoteros”.
En este marco, con estas características y particularidades, bien puede abordarse la más reciente propuesta de Nicolás Maduro convocando a un muy confuso proceso constituyente, iniciativa que contraviene una serie de disposiciones legales que apunta a fortalecer algunos de los pilares fundamentales de su gobierno: legalización de la injusticia, discrecionalidad para accionar mecanismos, confección de instrumentos jurídicos a su medida…. En fin, ejercicio del poder desde la soberbia y a cualquier costo.