“Creo en… la Santa Iglesia católica”
–Credo de los Apóstoles
Por Juan Salvador Pérez*
Lo repetimos todos los domingos en misa: “creo en la Santa Iglesia católica”, y ¿esto por qué? ¿a cuento de qué?
La Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, promulgada el 21 de noviembre de 1964 por el papa Pablo VI, lo explica no sólo claramente sino además de una manera hermosa en su redacción y en su profundidad teológica.
39. La Iglesia, cuyo misterio está exponiendo el sagrado Concilio, creemos que es indefectiblemente santa. Pues Cristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado «el único Santo», amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a Sí mismo por ella para santificarla (cf. Ef 5,25-26), la unió a Sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por ello, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: «Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación» (1 Ts 4, 3; cf. Ef 1, 4). Esta santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los frutos de gracia que el Espíritu produce en los fieles. Se expresa multiformemente en cada uno de los que, con edificación de los demás, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida; de manera singular aparece en la práctica de los comúnmente llamados consejos evangélicos. Esta práctica de los consejos, que, por impulso del Espíritu Santo, muchos cristianos han abrazado tanto en privado como en una condición o estado aceptado por la Iglesia, proporciona al mundo y debe proporcionarle un espléndido testimonio y ejemplo de esa santidad.
Es decir, la Iglesia en primer lugar es Santa porque su fundador es Santo y santos son sus fines y objetivos.
En virtud de ello, y, en segundo lugar, la Iglesia en su conjunto es santa en la Tierra, por las acciones santificadoras que realizan todos los fieles, partiendo –por supuesto– de los fallos y faltas de cada uno de los fieles, y a pesar de ello.
En tercer lugar, la Iglesia católica contiene la plenitud total de los medios de salvación, y es donde se consigue la Santidad por la gracia de Dios.
Y, en cuarto lugar –y acaso la razón más hermosa y difícil a la vez para los creyentes– la Iglesia es Santa porque sus miembros están llamados a ser santos. Un reto tremendo y al mismo tiempo una oportunidad única y espectacular de salvación.
La Lumen Gentium nos aclara de esta manera el porqué de la Santidad de la Iglesia, haciéndonos un llamado a todos los cristianos.
Pero ¿qué es la santidad para nosotros los cristianos?
El jesuita Pierre Teilhard de Chardin nos lo explica de una manera sublime, el santo cristiano es aquel que procura “alcanzar y prolongar a Cristo en la universalidad de la encarnación”.1
Entendido esto así, y en la importancia trascendente que la santidad representa y significa, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el #824:
La Iglesia, unida a Cristo, está santificada por Él; por Él y en Él, ella también ha sido hecha santificadora. Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan en conseguir “la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios” (Sacrosanctum Concilio 10). En la Iglesia es en donde está depositada “la plenitud total de los medios de salvación” (Unitatis Redintegratio 3). Es en ella donde “conseguimos la santidad por la gracia de Dios” (Lumen Gentium 48).
Así, cuando se refieren a todas las obras de la Iglesia, debemos entender no sólo las acciones, sino también las estructuras, las instituciones, los bienes, todo.
Todo en la Iglesia tiende y atiende a conseguir la santificación de los hombres en Cristo.
Para eso se yergue toda la organización y sujetos de la Iglesia, en primer lugar, para la salvación de todos los fieles católicos.
Siendo que Cristo es el único camino de salvación, y entendiendo que Él se hace presente a todos nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, en ella se incorporan plenamente quienes –poseyendo el Espíritu de Cristo– aceptan la totalidad de su organización y todos los medios de salvación establecidos en ella, mediante el Sumo Pontífice y los Obispos, por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno y comunión eclesiástica.
De la misma manera, la Iglesia para poder ofrecer la santidad de todos los hombres, atiende a sus fines propios: sostener el culto divino, sustentar honestamente al clero y demás ministros, y hacer las obras de apostolado sagrado y de caridad, sobre todo con los necesitados. Para ello podrá según lo establece la normativa (CIC: 1254) por derecho nativo, e independientemente de la potestad civil, podrá adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales para alcanzar sus propios fines.
La santidad que la Iglesia ofrece y propone a los hombres, no se trata de un asunto distante ni fuera de la realidad espacio-temporal. Todo lo contrario, se trata de un camino concreto, entre seres humanos, con instituciones y normativas, con estructuras y bienes temporales. La santidad se logra en la Tierra dejando a Dios actuar, pero entendiendo que en el mundo de los hombres Dios actúa a través de los hombres.2
Sólo asumiéndolo así, podremos aceptar con gratitud, comprender con raciocinio, asumir con fe y recibir con agrado el por qué creemos en la Santa Iglesia Católica.
Notas:
1) Lo que yo creo. Pierre Teilhard de Chardin. Editorial Trotta, 2005.
2) Por qué soy cristiano. José Antonio Marina. Anagrama, 2005.