Lc 6,27-28
Alfredo Infante sj
Jesús es sabio. El Nazareno está convencido de que en el modo y los medios está ya, a modo germinal, el fin. Por eso, para él, el fin no justifica los medios, y, además, el fin no se puede entender como lo último, sino como un horizonte en el que nos situamos ya, aunque no definitivamente. Por tanto, hay medios y modos que se ordenan al fin, y medios y modos que contradicen el fin. En el modo y las maneras debe estar ya expresándose, transparentándose, el fin que buscamos.
Escuchemos a Jesús: «amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que les injurian». Jesús parte del realismo humano e histórico, no endulza la realidad, está claro que existen los enemigos, el odio, la maldición y la persecución.
Ahora, cómo relacionarnos con esta verdad de nuestra convivencia, cómo nos situamos ante este hecho ineludible. Jesús nos dice que no nos dejemos seducir por la propuesta relacional del enemigo, evitar caer en su terreno, pues, esa sería su mayor conquista. De ninguna manera podemos entender esto como resignación, pasividad o sumisión.
Por el contrario, es vivir y responder con tal entereza humana que nuestra manera de proceder y actuar ponga en evidencia al enemigo y su malicia. No se trata sólo de un acto voluntarístico, sino, sobre todo de amor, y en ese sentido, se confía que la verdad y el amor iluminen la conciencia de quien actúa en y desde la maldad, es decir, contra la dignidad humana y el bien común.
En el fondo, se trata de salvar al enemigo, convencidos de que, al opresor, al torturador, al injusto, su modo de relación le deshumaniza. Jesús no nos dice que le caigamos bien al enemigo, ni que dejemos de ser sus enemigos, ni mucho menos que nos convirtamos impunemente en sus cómplices; nos pide que les amemos, en su condición de enemigos.
Tal como lo expresara el beato monseñor Romero cuando dijo «hermanos enemigos»; «hermanos asesinos». En el fondo, se trata pues, de «vencer el mal a fuerza de bien», y, vivir desde nuestra condición más honda «que somos hermanos».
Es el principio de la no violencia activa; arrojar luz para que la conciencia del enemigo despierte, trascienda su maldad, y vuelva a la vida. Nos invita Jesús a practicar el bien, sin juzgar «no juzgues y no serás juzgado»; a no creernos señores de la vida «no condenéis y no seréis condenados»; a perdonar para ser perdonado, porque el perdón abre el corazón y la carne hacia los demás y da paz. Concluye Jesús, diciendo que: «con la bara que mides serás medido».
En definitiva, con los medios que usamos, y los modos y maneras relacionales, seremos medidos. Estas sabias palabras de Jesús son un llamado a trascender resentimientos y venganzas, con el objeto de comunicar ya, con nuestra praxis, «el fin» en que creemos. Insiste Jesús, «¿Si aman sólo a lo que los aman, qué mérito tienen?» Esta propuesta praxica de Jesús no es fácil, porque es totalmente a contracorriente del mundo y de nosotros mismos, pero, sin duda alguna, es el camino.
Toca, pues, liberar nuestra libertad de la voz del enemigo que llevamos dentro del corazón, y que en nombre de nuestro interés y querer, puja por convencernos y llevarnos al terreno escabroso del enemigo, y desfigurarnos con su modo de proceder. Esta es la gran batalla espiritual: o nos transfiguramos con Jesús o nos desfiguramos en las redes del enemigo. «Vigilad. Estad alerta».
Oremos: infúndenos Señor, tu espíritu de sabiduría, para liberarnos de la tentación de caer en el modo de relación del enemigo, no permitas que la sed de venganza, ante tanta tragedia, desfigure nuestra humanidad. Danos la gracia de transfigurarnos en ti y salir más humanizados en medio de tanta adversidad. Amén.
Sagrado corazón de Jesús, en vos confío
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela.