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La realidad venezolana desde la perspectiva sapiencial y profética de la Iglesia

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Por Alfredo Infante s.j.

¿Cómo hablar de la realidad del país y que esto no sea una carga, sino que nos movilice? Por eso, he propuesto una lectura sapiencial y profética, ¿qué significa esto? Pues nosotros los cristianos creemos en un Dios, Señor de la vida y de la historia. Es Señor de la vida, porque es la fuente de la vida, es el Dios creador, que sigue creando a través de nosotros, de nuestras acciones. Y, también, esta experiencia, nos coloca en el horizonte sapiencial, es decir, de la sabiduría. Y, como Señor de la historia, es el Dios liberador, el Dios del éxodo, que abre la historia y nos coloca en un horizonte profético. En Jesús ambas perspectivas se consuman, lo sapiencial y lo profético, y a Él seguimos. Por tanto, esa es la lectura desde dónde vamos a leer la realidad.

Perspectiva sapiencial

Pongámonos primero los límites sapienciales. Analizamos primero nuestra cotidianidad, y vemos que es una cotidianidad azarosa, donde lo que prevalece es la des-creación, porque la vida está amenazada. El reciente informe sobre el agua nos dice que apenas el 4 % de la población venezolana tiene agua potable continua, lo que significa que un 96 % de la población venezolana no goza de agua continua. En cuanto al tema eléctrico que todos padecemos, entre bajones y apagones, pues solo están funcionando alrededor de 6 mil megavatios, que antes de que se iniciara este proceso “revolucionario”, había una capacidad instalada de 24 mil megavatios y funcionando 16 mil megavatios. Suficientes para mantener la industria, todas las empresas básicas e, incluso, exportar.

Hoy también nos encontramos con un país paralizado, sin combustible y sin gas, en un país que es productor de petróleo y de gas. Seis años de contracción económica consecutiva y la mayoría en una pobreza extrema. Recuerden que la pobreza extrema, según las Naciones Unidas, se mide si una familia gana un dólar por día; significa que treinta dólares al mes está en los indicadores de pobreza extrema, ¿qué familia venezolana gana treinta dólares al mes?

Estamos sin información y sin entretenimiento. Todos hemos padecido el colapso de los medios de comunicación en manos del Estado y, por otro lado, recientemente, el caso de DirecTv que ha afectado todo lo que era el “parque recreacional” que las familias tenían en estos momentos. A esto se suma, una gran crisis política: la actuación de las FAES en nuestros sectores, la situación de los presos políticos, el WhatsApp que ahora se está convirtiendo en “what-sapo”, etcétera. Todo esto implica que la vida está amenazada, y esta es la Venezuela que la pandemia alcanza.

Entonces, el desafío sapiencial está en cómo vivir humanamente esta situación y apostar por espacios de humanización, sabiendo que el objetivo de este tipo de sistemas, a través de la mentira, el horror y la maldad, busca el control de las personas. No se trata, como se ha dicho, de incompetencia, es una política de incompetencia organizada para la destrucción, para reducir a las personas, a la sociedad y controlarlas desde el poder.

La dimensión sapiencial está en el arte de resistir humanamente, es decir, cómo nosotros, a través de la solidaridad, activamos los recursos internos y externos para una resiliencia personal y social.

Lo propio de lo sapiencial es el arte de aprender a vivir en medio de la adversidad, y también el arte gozar la vida. Entonces, cómo podemos nosotros tener esa misión sapiencial en este contexto donde la vida está amenazada. Cómo ser fiel a este Dios creador y dador de vida en este contexto, es decir, cómo seguir creando y dando vida y cómo cuidarnos personalmente, para que este objetivo de desmovilizar el espíritu humano sea fracasado, por nuestra resistencia y por nuestro arte de vivir.

Dimensión profética

La mirada profética se afinca ahora en la memoria liberadora. El tema de la memoria es bien interesante. En la Biblia, el anclaje de los profetas es la experiencia del éxodo, la experiencia del Dios liberador, pues nosotros también tenemos que recuperar nuestra narrativa liberadora y, especialmente, nuestra narrativa civil, la narrativa de la Iglesia que ha apostado, en la historia, por la construcción de una Venezuela más humana y fraterna.

La memoria es importante. Para asumir el presente, hay que identificar en él esa realidad de pecado estructural, pero no quedarnos solo en la denuncia. Aunque la denuncia es muy importante porque la indignación tiene que ser canalizada y denunciada, movilizarnos, protestar; no basta la denuncia, sino ofrecer alternativas.

Creo que los documentos de la Conferencia Episcopal, especialmente el más reciente, están en esta dimensión, tanto sapiencial como profética. Ahora, cómo hacerlo presente en nuestra vida cotidiana es nuestro trabajo, esforzarnos para que estas dimensiones estén siempre activas, no perderlas de perspectiva. Pues nos toca, desde esta dimensión profética, construir alternativas políticas.

Todos estos trabajos de solidaridad que se van gestando en el anonimato, tenemos que sistematizarlos y aprender de ellos para ir diseñando propuestas de políticas públicas que sirvan para cualquier transición, como una propuesta de la Red de Acción Social de la Iglesia para el país. Estas experiencias de solidaridad no pueden quedarse en hechos aislados, deben convertirse en propuestas.

También es necesario una palabra certera, y por eso todo lo que son los documentos, proposiciones, todos esos manifiestos en redes son muy importantes, porque van asentando memoria y también van cultivando y generando sinergias, en función de una alternativa de país.

Entonces, en resumen, ante esta realidad de muerte que vivimos nos toca, para que no nos roben, para que no nos quiebren, activar la dimensión sapiencial que es el arte de vivir y de seguir dando vida, crear los espacios, los oxígenos alternativos, los espacios verdes y, al mismo tiempo, la dimensión profética que tiene que ver, fundamentalmente, con la memoria de la liberación, con la narrativa alternativa, con un presente articulado y propuestas políticas. En este caso, lo que hemos venido proponiendo, una alianza por la vida.


Fuente: Ponencia presentada en el XI Encuentro de Constructores de Paz 2020

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