Raúl González Fabre, SJ
La Real Academia de la Lengua ha introducido en su diccionario el término posverdad con el siguiente significado: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
Lo peculiar de los mensajes de la posverdad es que persisten, aunque se haya demostrado que resultan falsos: no solo que el respectivo emisor sigue pronunciándolos, sino que sus oyentes siguen atendiéndolos. Siguen siendo mensajes populares, que determinan las opciones de muchas personas.
A menudo, se desdeña la posverdad diciendo que no es más que la mentira de toda la vida, utilizada como propaganda con especial descaro. Aunque ese diagnóstico no esté mal apuntado, la cuestión que nos plantea la posverdad resulta más complicada. En este Pliego vamos a tratar de entenderla mejor. (…)
Posverdad es una palabra reciente, pero no un concepto tan nuevo. Merriam-Webster, que produce lo más parecido a un diccionario autoritativo del idioma inglés, declaró a ‘truthiness’ como ‘Palabra del Año 2006’ por votación popular.‘Truthiness’ no tiene buena traducción, pero su significado es fácil de explicar: aquello que alguien toma por verdad porque lo siente como verdadero, sin mayor examen racional, lógico o empírico. Es un sentimiento, por así decir, salido de las tripas (‘gut feeling’, en inglés).
La posverdad y su antecesora la‘truthiness’ consisten en que no ves lo que hay en realidad, sino lo que quieres ver según tus emociones, hasta el punto de falsear los hechos. El motor toma el control de la visión del conductor y, con ello, de la dirección del volante. Como cuando un conductor inmaduro quiere poner su coche “a la máxima velocidad que dé” por el mero placer de la velocidad y el riesgo, o para poder presumir ante sus amigos. No será raro que acabe estrellándose, con gran daño para sí mismo y para otros.
El orden verdad-razón-emoción se altera así radicalmente. Pasa a ser emoción-posverdad-razón. Vemos lo que queremos ver, incluso aunque no esté ahí; lo que justifica una línea de sentimiento que hemos escogido. Y razonamos a partir de esa posverdad para justificar nuestras emociones, las cuales no pueden ser nunca falsas, porque nuestra visión de la realidad deriva de ellas.
Exactamente lo contrario a la prioridad que los grandes filósofos clásicos y cristianos proponían. Para ellos, nuestras emociones deben estar sujetas a examen crítico (¡a discernimiento!) por una razón que persigue constantemente la verdad: ajustar su mapa mental a la realidad que tiene ante sí, sin engañar ni engañarse. La alineación sostenida entre realidad, razón y sentimiento nos conduce al éxito personal y social. Las desalineaciones, al fracaso; no importa cuán sinceras y sentidas emociones contengan. “El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”.
Índice del Pliego
- Hechos e interpretaciones
- El lugar de las emociones
- La posverdad es democrática
- La posverdad resulta de la libertad de expresión
- La posverdad y la rectificación
- Los recursos de la posverdad
- La posverdad que se hace verdad a sí misma
- La paralización de la razón
- La posverdad no-emocional
- ¿Puede desarticularse la posverdad?
Nº 3.091
14-20 DE JULIO 2018
Fuente: http://www.vidanuevadigital.com/pliego/raul-gonzalez-fabre-sj/