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La política como vocación cristiana

Foto 1_ Cortesía UCAB(2)

Erven Manuel Amaya, s.j.

La concepción de la política a lo largo de toda la historia ha venido degradándose progresivamente a consecuencia de los fracasos de los gobiernos, partidos y actores políticos. Hoy día en Venezuela la política es sinónimo de fracaso y corrupción. Los niveles de desconfianza de los ciudadanos para con las instituciones políticas son cada vez más altos. Un ejemplo de esto es la última Encuesta Nacional Juventud (2021) que realizó la Universidad Católica Andrés Bello. Dicha encuesta refleja una despolitización de los jóvenes a gran escala. Esto se debe a políticas gubernamentales desacertadas en todas las dimensiones de la vida social. Por ello, sin lugar a duda, para un joven venezolano ejercer la política es lo mismo que trabajar clandestinamente en la oscuridad, es decir, en lo que Bobbio ha denominado como “criptogobiernos”1.

Sin embargo, hay que manifestar con mucha convicción que no siempre se ha tenido por sentado esta manera de ver la política hasta el punto de convertirla en politiquería. Desde la llegada de los jesuitas a Venezuela, se ha realizado un trabajo incansable en la formación y la acción social. Ejemplo de ello fue la vida del padre Manuel Aguirre,s.j., quien se dedicó a la formación de los jóvenes cristianos a partir de la enseñanza social de la Iglesia y toda la experiencia del apostolado encarnado de la Compañía de Jesús en el mundo.

En el año 1938 funda la revista SIC como una ventana que se abre a la posibilidad de discutir los problemas e intereses del país. Posteriormente, en 1968 funda el Centro Gumilla como Centro de Investigación y Acción Social de la Compañía de Jesús en Venezuela. Hay que decir que ambos hechos históricos han marcado positivamente la formación sociopolítica de los jóvenes, puesto que no se ha caracterizado por una formación simplemente teórica, sino que, además, favorece la inserción de las personas en sus propias comunidades, convirtiéndolos en actores políticos de sus propias problemáticas.

La política es inherente a todos

Ahora bien, ¿es del todo cierto que la política se define por los efectos que producen los gobiernos? La política no debe ser definida a partir de los actores políticos; por el contrario, gracias a ella podemos contar con el arte de la palabra, el arte por medio el cual nos podemos encontrar para discurrir en relación a lo público, por ende, los asuntos inherentes a todos.

Para Bobbio, la política es una forma de praxis humana que está abocada a observar, reflexionar y resolver los problemas que se presentan en las polis, es decir, en la ciudad. Evidentemente, este autor recrea la definición de la política partiendo de la idea original de los filósofos griegos.

Con ello, queremos manifestar entonces que la política es inherente a todos. En pocas palabras, en la medida en la que somos seres sociales, seres en relación y, en consecuencia, ciudadanos, somos seres políticos. No hay, pues, una naturaleza apolítica en la humanidad.

Desde el cristianismo manifestamos que Dios es un ser en relación ya desde su comunión trinitaria. De ahí entonces que hablemos de que la religión y la política no son dos actividades naturalmente separadas, porque la vida pública conlleva inevitablemente una responsabilidad política. Por ende, la Iglesia católica como cuerpo social tiene una palabra qué decir en relación a cómo se va gestionando la vida de las personas desde los entes de poder.

Ya el papa Francisco en el 2019 asomaba una concepción de la política que a todas luces marca fuertemente un llamado a todos los cristianos católicos:

La política no es el mero arte de administrar el poder, los recursos o las crisis. La política no es mera búsqueda de eficacia, estrategia y acción organizada. La política es vocación de servicio, diaconía laical que promueve la amistad social para la generación de bien común. Solo de este modo la política colabora a que el pueblo se torne protagonista de su historia y así se evita que las así llamadas “clases dirigentes” crean que ellas son quienes pueden dirimirlo todo.3

Vista así, la política es la práctica donde los ciudadanos buscan alcanzar el mayor bien común. Concebir la política como algo distinto al servicio y el bien común no solamente atenta con la concepción que presenta el papa Francisco, sino que destruye originariamente la concepción griega de esta forma de ser en la sociedad.

La política como vocación cristiana
Crédito: UCAB

La política, al ser una diaconía laical, se convierte en un llamado a transformar las realidades de miseria con el servicio, el amor y la fe. Es la amistad social lo que nos da sentido de pertenencia a un grupo determinado. Esta amistad no está condicionada por intereses o cálculos particulares, antes bien, su centro vocacional se encuentra en la atención, cuidado y acompañamiento hacia nuestros hermanos y amigos vulnerables en su condición humana.

Un modo claro dentro de la amistad social es la fraternidad. Ahí el cristiano se entrega a los demás. Según Trigo, reconocido teólogo y sacerdote jesuita, existe por excelencia un modelo paradigmático que lleva a cabo Jesús de Nazaret:

Este principio parte de que nadie debe recargarse en nadie y por tanto que cada quien busca cargar responsablemente con su propia carga. Desde este punto de partida, este principio asienta que la fraternidad pide que nos ayudemos unos a otros a llevar las cargas, tanto en relaciones persona a persona, como a través de grupos solidarios, como en cuanto sociedad como tal a través del Estado, que debe discriminar positivamente a los discriminados negativamente o, de modo más genérico, favorecer explícitamente a quienes suscriben el pacto social en inferioridad de condiciones.4

Para Francisco, vivir como amigos significa caminar juntos y mirar la realidad con nuevos ojos haciendo menos pesadas las cargas humanas. De esta manera, la solidaridad se activa como acción política del cristiano que, en medio y en relación con otros, va gestando un nuevo escenario político donde lo central no está en la búsqueda y obtención del poder político sino en la construcción del mayor bien común.

Por consiguiente, el ejercicio de la política no puede convertirse en sinónimo de afiliación política partidista. Este es otro modo de ejercer la política, modernamente agotado por la manera cómo han dirigido y convertido los objetivos colectivos en fines privados. En consecuencia, los actores políticos perdieron el contacto con los ciudadanos porque progresivamente privatizaron la política con la bandera de un pacto social que, finalmente, terminó despolitizando a los ciudadanos hasta el punto de convertirlos en súbdito.

El reto de los cristianos

La política como vocación cristiana se convierte en un reto que todo creyente tiene entre manos. Es decir, girar la mirada y no hacer nada con respecto a la “cruda realidad” nos convierte en seres apolíticos, en consecuencia, completamente nos aleja de la opción de preferencia por los pobres en su más genérica concepción. Más aún dice mucho de nuestro ser cristiano situado.

La tarea es repolitizar a los ciudadanos. En ese sentido, la Iglesia debe suministrar y facilitar las herramientas y los espacios necesarios para que se piense discernidamente la política: los programas gubernamentales, las acciones de solidaridad, los modos de incidencia social, los programas de formación concernientes a la vida pública, entre otros.

Politizar a los ciudadanos conlleva también a una mayor conciencia política de cara a la toma de decisiones colectivas en diferentes niveles. De esta manera, a mayor número de participación responsable de los ciudadanos en los espacios públicos en esa misma medida se retrasa la posibilidad de la constitución de sistemas totalitarios que obstaculizan los medios de información, comunicación y formación.

Con cristianos y ciudadanos políticamente activos es lo que nos garantiza, sin lugar a duda, mayores posibilidades reales para afrontar el mal en sus diferentes facetas. Un mal que se institucionaliza y que nos deshumaniza. En último caso, un mal que es derrotado a fuerza de bien, siempre en comunidad y con un horizonte esperanzador.

Finalmente, la Iglesia sinodal que el papa Francisco está promoviendo nos pone en el tapete que el caminar juntos implica asumir con responsabilidad cristiana nuestra vocación política. Por ende, afianzar el arte de lo público, desde una participación activa y propositiva, tiene como sustrato el deseo de cimentar una sociedad justa, democrática y próspera con base al modelo ejemplar que nos trazó Jesús de Nazareth.


Notas:

  1. BOBBIO, N. (2003): “Teoría General de la Política”. Madrid, Barcelona.
  2. Ibíd.
  3. La Santa Sede (2019): “Discurso del Santo Padre Francisco a un grupo de la pontificia comisión para América Latina”. 4 de marzo de 2019. En línea: www.vatican.va
  4. TRIGO, P. (2018): “La enseñanza social de la Iglesia. Alternativa superadora de la situación”. Fundación Centro Gumilla, Caracas.
  5. BOBBIO, N. (2001): “El futuro de la democracia”. México, FCE.

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