Juan Raad Álvarez*
La palabra partido significa repartir, dividir, concierto, estipulación, así como también significa agruparse o asociarse, actividad que ocurre cuando existe la unión de un conjunto de voluntades, de ciudadanos que comparten una misma visión política, tomando en cuenta el derecho de los pueblos, constituido por nuestros ciudadanos, jurídicamente habilitados.
Los partidos políticos son agrupaciones de ciudadanos con distintos ideales, o como lo afirmaba el autor García Pelayo, con relación a la política: “realidad social caracterizada por la conversión, mediante un proceso integrador de una pluralidad de hombres y de esfuerzos, en una unidad de poder y de resultados, capaz de asegurar la convivencia pacífica”. De allí que los partidos deban tener por norte hacer prevalecer, especialmente, la gobernabilidad del Estado y su organización. Precisamente, es por ello que los regímenes autoritarios dictatoriales o totalitarios manifiestan su adversidad en relación a la existencia de la pluralidad de los partidos políticos, pues estos representan un freno a los abusos del poder, por eso siempre tratan de eliminarlos u obligarlos a su disolución.
Según Weber, un partido político “el partido es una asociación (…) dirigida a un fin deliberado, ya sea éste un objetivo, como la realización de un programa que tiene finalidades materiales o ideales o personales, es decir, tendiente a obtener beneficios, poder y honor…”. Históricamente, el origen de los partidos políticos puede remontarse a la primera mitad del siglo XIX, primero estaban compuestos por los notables, allí se impuso la llamada clase burguesa. Ante la difusión de las instituciones parlamentarias, en la lucha por una constitución (nuevo pacto social), la burguesía, formada por sectores industriales, comerciantes, abogados, desplazaron a la vieja aristocracia como clase dominante, participando en la gestión de los asuntos públicos.
Desde la antigüedad, han existido personas que han deseado llegar al poder a través de organizaciones políticas, muchas veces, inspirándose en la trayectoria de un líder quien, ante todo, debe tener la capacidad de convocatoria para acceder a ese poder político. Con el tiempo, ese líder debe ir evolucionando como persona, pasando por una actividad inicialmente primitiva, hasta lograr su autonomía individual; enfrentándose a las complejidades de la vida interna partidista, asumiendo luchas entre sus propios compañeros quienes, igualmente, están compitiendo por el acceso al poder. Cada uno tiene la importante función y la necesidad de seguir el fundamento de una ideología política que debería incluir siempre y ante todo, el bien común de esa sociedad que pretende finalmente liderar, para ver cambios positivos y reales. Ese mismo líder será parte de la realidad social y política que él ayudó a construir.
Entre sus múltiples tareas estará la de difundir sus ideas, prestar un servicio público, luchar por las justas reivindicaciones, atender las necesidades materiales y espirituales de sus afiliados. Un espíritu solidario, que piense verdaderamente en el bien del país, que participe de una manera activa en la formación de nuevos líderes para las futuras generaciones, siempre enfocado hacia la construcción de los cambios sociales positivos que requiere con urgencia esa sociedad donde, por cierto, él mismo habita.
* Abogado (UCAB, 1983), ex docente del Colegio La Salle de Barquisimeto, docente universitario, articulista del Diario El Impulso y escritor.