Por Dulce María Ramos | El Universal.
La novela de Albert Camus es el libro más vendido desde que apareció el coronavirus o Covid-19
“La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño, que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque nunca han tomado precauciones. Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el provenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas”.
Un virus surgido en la ciudad de Wuhan, China, en diciembre del año pasado, mantiene hoy paralizado al mundo. En el ámbito cultural, los conciertos, ferias de libros, festivales de cine… en fin, toda actividad artística fue cancelada. Así que la cuarentena obliga a las persona aferrarse a las plataformas digitales para buscar opciones de entretenimiento. En el campo literario, algunas editoriales están ofreciendo ofertas en las ventas de sus libros, otras descargas gratuitas; por su parte, las librerías envían libros a domicilio, los clubes de lectura se hacen por Facebook Like y algunos escritores dan talleres en línea. Pero lo curioso dentro de este escenario es que el libro más buscado es La peste de Albert Camus (1913- 1960), novela publicada en 1947 que relata la historia de la ciudad de Orán, Argelia, un lugar algo aburrido hasta que de repente aparecen por sus calles ratas muertas, los porteros empiezan a fallecer de forma extraña y con los días y la primavera, todos en la ciudad comienzan a tener fiebre. Sin previo aviso, Orán es azotada por una epidemia. La trama y el sentido filosófico de La peste cuestionan la banalidad del hombre y el verdadero poder de la solidaridad, asunto que cobra sentido en tiempos del coronavirus.
Hasta la fecha, La peste ha vendido más de ocho mil ejemplares en Francia, y en la plataforma digital Amazon aumentó sus ventas en más de 180%.
Conversamos con Jesús María Aguirre, padre jesuita, filósofo español y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), quien habla de la obra del Premio Nobel y su repercusión en los lectores del siglo XXI, que enfrentan su primera pandemia.
– Si bien existen muchas obras que hablan sobre las pandemias, La peste, de Camus, es hoy el libro más vendido a raíz del coronavirus. ¿Por qué cree usted que ha pasado esto en particular con ese texto? ¿Qué otros textos recomienda leer?
– Puede haber tres factores convergentes; el primero es que hay más tiempo para leer; el segundo, que la mayoría de la generación “silente” (próxima a la tercera edad) es lectora y por fin, que La peste aborda el sentido o sinsentido último de la existencia en forma profunda. Por supuesto, esta explicación es válida, más bien, para el ambiente europeo y elitesco latinoamericano o norteamericano. No es un libro de recetas para lectores que buscan remedios médicos para las epidemias, ni descripciones naturalistas. En todo esto, sin duda, juega a favor la relativa brevedad de la obra comparada con las novelas clásicas del siglo XIX y XX.
“Entre otras obras recomendaría el drama de Jean-Paul Sartre El diablo y el buen Dios, aunque es visceralmente ateísta, y Ensayo sobre la ceguera de José Saramago por su reclamo de humanidad. También como me fascina el cine añadiría El séptimo sello de Ingmar Bergmann”, prosigue.
– ¿Por qué el público lector o no lector en momentos de crisis busca respuestas en la literatura?
– Se combina la disponibilidad de tiempo y las coyunturas de crisis profundas, cifras como las llamaba el filósofo existencialista Jäspers. Las cifras son las situaciones límites de la vida, que nos fuerzan a realizar las preguntas más hondas sobre la existencia, su razón o sin razón de ser, la contingencia humana, el absurdo, las contradicciones de la vida, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, la utopía de la fraternidad, la solidaridad, la distopia de una humanidad depredadora. Todos estos temas, típicamente filosófico-religiosos se evaden en la cotidianidad utilitaria, pues son poco divertidos, sobre todo para los jóvenes comunes. Se suele decir en psicología evolutiva que al adolescente le preocupa la identidad, al joven algo más la política, pero ya el adulto comienza a filosofar y el anciano se formula las últimas preguntas que remiten a la metafísica y a la religión. Y, al fin de todo: ¿qué?, ¿el vacío?, ¿la nada?, ¿la entropía final del universo?, ¿la transmigración de las almas?, ¿el reencuentro con un Tú absoluto? Pero, como decía el indio Tony de Mello: “Entre el hombre y la verdad el camino más corto es el cuento”, es decir, el relato. La narrativa -cuento o novela – ponen encarnadura y riqueza a las sentencias filosóficas y a los abstractos principios éticos. Sartre y Camus fueron hombres de su tiempo que tuvieron precisamente éxito en la juventud de su época por verter sus ideas en novelas y dramas, de hondo calado filosófico. Hoy, naturalmente, existen otras plataformas para el tell story transmedia, aunque no sean tan densas, y leo muchos microrrelatos de corte literario filosófico en las redes sociales.
– Camus afirmaba que el hombre puede vivir sin Dios. ¿Hoy la filosofía y la religión dan respuestas?
– Todo ser humano es implícitamente filósofo, aunque no profesional, porque interpreta continuamente su existencia con mayor o menor profundidad. Hasta el más superficial y escéptico tiene su filosofía pragmática. San Pablo citaba, a propósito de los corintios, el pensamiento vigente en el paganismo: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Antes que él, el poeta Horacio aconsejaba el Carpe diem, cita evocada en la película La sociedad de los poetas muertos y hoy los mileniales, al menos muchos, viven up to day, surfeando en la superficie. Todos tenemos nuestras inquietudes filosóficas, que algunos hoy llaman inteligencia espiritual, nuestras preguntas y respuestas, a las que pueden ayudar o no las tradiciones filosóficas y espirituales.
– De igual modo, todo ser humano, tiene las cosquillas de las preguntas religiosas, provocadas por su existencia o por la formulación de sus pares, o, en general la cultura del tiempo. La apuesta de Nietzche de que “Dios ha muerto”, fue un anticipo filosófico de lo que entendemos por secularización, un mundo y una cultura sin Dios (más bien diría sin religión), y los existencialistas ateos como Sartre, Simone de Beauvoir, Camus se atienen a esa vía de crear su propio sentido sin Dios. Sartre se lanza por el camino de la libertad absoluta. Por su parte, Camus opta por buscar el sentido en medio del absurdo a través de la entrega humanista, tesis fundamental de La peste, poniendo en confrontación al sacerdote creyente Paneloux y al médico increyente Rieux, pero tal vez Camus, sin tradición religiosa, desconocía el texto del Evangelio de San Mateo, llamado el Evangelio de los ateos (Mt. 25), en que el juicio último se basa en la entrega y el amor al otro, aunque no se profese una religión o no se crea en una divinidad. O, al revés, como dice el evangelista Juan en su primera carta, dirigiéndose a los creyentes: “El que dice que cree en Dios, a quien no ha visto, y no ama a sus hermanos, a quienes ve, es un embustero”. Dicho de otra manera, para Camus se puede ser santo, sin tener creencias religiosas. Y, yo mismo comparto esa tesis, aunque a mí personalmente me ha favorecido la tradición cristiana, aunque no soy santo. Pero, aun para el creyente, Dios no exime a nadie de buscar, hacer preguntas y razonar, por eso las religiones institucionales y las ideologías políticas, deberían cuidarse mucho de aquello de “Yo pienso por usted”.
Fuente: https://www.eluniversal.com/entretenimiento/65078/la-peste-literatura-en-tiempos-de-pandemia?fbclid=IwAR29_pmjnyNyOeEeWdHh7kI0CF3O905DAjL5EqqqlTReZjeQMHeYcg12tPs