Por María Ángeles Vitoria
Jacques Maritain (1882-1973) ha sido uno de los más importantes filósofos tomistas del siglo XX1. En diálogo proficuo con la modernidad y con los filósofos a él contemporáneos, ha ofrecido una aportación original en ámbitos como la epistemología, la filosofía moral y política, la filosofía y la teología de la historia, la estética y la filosofía de la educación. Junto con Gilson, es el estudioso que mayormente ha dado a conocer el pensamiento del Aquinate en el ámbito civil. En su tarea docente, de investigación, y en su actividad como conferencista trató de transmitir, más que el contenido de la filosofía de Santo Tomás, el estilo de este gran maestro medieval: su gran confianza en la capacidad de la razón de acoger el ser de las cosas. Esta actitud de apertura a la realidad en todas sus dimensiones imprimió a su filosofía una gran capacidad de diálogo, como queda manifiesto en la diversa procedencia de sus amistades, de quienes escuchaban sus clases y conferencias, y de quienes acudían a él para aconsejarse. El alcance de su enseñanza no conoció fronteras de lengua –algunas de sus obras están traducidas también al japonés– de religión, de nación, de condición social, de edad, de afiliación política. Maritain es también uno de los intelectuales del siglo XX que ha sido objeto de más trabajos.
El 28 de abril se cumplieron cincuenta años de su fallecimiento. La efeméride nos invita a recordar a este gran maestro. Pablo VI, en el rezo del Regina Caeli inmediatamente después de la muerte del gran amigo, se refirió al filósofo como “… un gran pensador de nuestros días, maestro en el arte de pensar, de vivir y de rezar”2.
En las líneas que siguen trataré de individuar algunas de las características que hicieron del filósofo francés un maestro-guía para muchas personas, un profesor que supo no solo informar sino preformar, es decir, educar en el sentido profundo de la palabra. Infelizmente, esta figura es poco frecuente en el ámbito académico actual. Poseer, como decía Maritain, ese esprit dur y ese coeur doux3 o, en otras palabras, claridad enérgica y caridad parecen perfilarse como una indicación oportuna para responder a los desafíos actuales de nuestro tiempo.
Maestro de la verdad
Jacques Maritain nació en París el 18 de noviembre de 1882. Pertenecía a una familia burguesa, de tradición republicana y liberal, de confesión protestante. En la Sorbona, donde seguía cursos de ciencias naturales y de filosofía, conoció en 1901 a Raïssa Oumancoff, rusa, de origen hebreo, que había emigrado a París a la edad de diez años, junto con sus padres y su hermana Vera.
La conversión de la pareja Maritain (Jacques y Raïssa) fue una aventura fascinante, de gran riqueza intelectual, espiritual, teológica y existencial. Aquí referiré solo algunos detalles, en la medida en que este evento está en el origen de lo que será la cualidad dominante del maestro Maritain: una amor apasionado y sin condiciones por la verdad.
Raïssa describe con viveza la orientación materialista y cientificista de la enseñanza ofrecida en la Sorbona al inicio del siglo XX. En efecto, el desarrollo asombroso de las ciencias experimentales colocaba la física en la cúspide del saber, despreciando las disciplinas sapienciales o cultivando una filosofía puramente reflexiva que no lograba alcanzar la realidad.
La única lección práctica que se podía sacar de su enseñanza concienzuda y desinteresada era una lección de relativismo integral, de escepticismo intelectual, del que se seguía lógicamente un nihilismo moral. Los jóvenes que terminaban los estudios filosóficos eran, sin duda, personas instruidas e inteligentes, pero sin confianza en las ideas, que veían únicamente como instrumentos de retórica, y perfectamente desarmados para las luchas del espíritu y para los conflictos del mundo […]. Algunos profesores eran creyentes, pero su fe no comparecía en su enseñanza4.
Jacques y Raïssa Maritain compartían las mismas inquietudes. Buscaban juntos respuestas profundas a las preguntas sobre el sentido último de la vida y sobre el fundamento de la realidad. El motivo de su interés por la filosofía no era otro que introducirse en el camino que llevaba hacia este conocimiento. Pero la Sorbona no les dio la respuesta a esta fuerte aspiración a verdades absolutas. La pareja vivió intensamente la angustia de la ausencia de verdades sólidas, seguras. Veían solo dos posibilidades razonables: o es posible tener una justificación verdadera del mundo o, en caso contrario, la vida no merece la pena ser vivida. La anotación de Raïssa sobre este asunto es de una lógica impecable:
Un día comentamos que si nuestra naturaleza era tan desgraciada hasta el punto de poseer sólo una pseudo-inteligencia, capaz de alcanzar todo menos la verdad, si juzgándose a sí misma, se tenía que humillar hasta este punto, los hombres no podían ni pensar ni actuar dignamente. Entonces, todo se convertía en absurdo e inaceptable […]. O la justificación del mundo era posible, y esto no se podía realizar sin un conocimiento verdadero; o la vida no merecía ni siquiera un instante de atención5.
Estando en esta coyuntura, escucharon los cursos que daba Bergson en el Collège de France, en los que vislumbraron la posibilidad de alcanzar el absoluto a través de la intuición, es decir, por medio de una facultad no racional, de una vía extra-conceptual y extra-lógica6. Otro encuentro decisivo fue con Leon Bloy que, sin mediación de argumentaciones, puso a los Maritain frente a la belleza del cristianismo. Bloy les transmitió un ardiente deseo de la felicidad y de la santidad de los santos7.
A través del testimonio de este escritor, descubrieron un cristianismo muy diferente del que su formación racionalista y laicista, y la mediocridad de vida de tantos cristianos les había presentado. De todos modos, la conversión no fue algo inmediato. Tenían que superar algunas dificultades8. Una de ellas era la incompatibilidad entre la fe y la filosofía que los Maritain habían conocido. En efecto, el cristianismo afirmaba con claridad su carácter de conocimiento verdadero, mientras que el recorrido filosófico que ellos habían seguido desembocaba en el relativismo y en el subjetivismo. Y, aunque Bergson les había mostrado una salida posible, la realidad no resultaba todavía alcanzable por vía racional. La conversión parecía reclamar, por tanto, el abandono de la vocación de filósofo. Jacques Maritain, aunque con dolor, estaba dispuesto a hacerlo, optando por la verdad9. La pareja recibió el bautismo el 11 de junio de 1906. Su conversión fue sincera y radical, aunque las implicaciones concretas de esta decisión fueron conociéndolas y asumiéndolas sucesivamente.
Superada la crisis existencial con plena certeza de estar en la verdad, los Maritain se encontraron frente al problema de tener que entender si la razón misma era capaz de verdad, y cuál sería entonces la relación entre la razón y la fe. Solo con un conocimiento más profundo de la doctrina cristiana, ayudado por la lectura de la Suma Teológica de Santo Tomás y el esfuerzo por vivir el ideal cristiano, llegarán a una visión equilibrada tanto de la relación de la filosofía con la fe, como del alcance de la inteligencia10.
Con inteligencia y finura crítica, Maritain percibió que la crisis del mundo contemporáneo, tanto a nivel personal como a nivel cultural era, sobre todo, una crisis de la verdad:
[…] el mal del que sufren los tiempos modernos es un mal de la inteligencia. A través de ella, el hombre mira la realidad, y cuando esa mirada se oscurece, toda la vida humana, todas las cosas, Dios, se ven de manera distorsionada11.
Consciente de las posibilidades del tomismo de iluminar todos los sectores de la cultura y de la vida humana, deseaba que esta filosofía se enseñase en las escuelas y en las universidades, pero sobre todo que informase la vida del mundo. Su proyecto no era tanto la recuperación de la filosofía de Santo Tomás, como la recuperación de la autenticidad del pensamiento en cuanto tal. Maritain piensa, lúcidamente, que para salir de esta situación crítica de devaluación de la verdad es necesario restaurar la metafísica. Su sufrimiento por el abandono de la doctrina de Santo Tomás en los estudios de filosofía y de teología, no se debe tanto a la pérdida de la filosofía que goza de su simpatía, sino al quiebre de la orientación filosófica que podría revigorizar la razón en su alcance metafísico. Varios proyectos del filósofo francés están relacionados con la importancia que daba a la recuperación de este saber. Uno de ellos fue el deseo de elaborar una filosofía de la naturaleza que tuviese en cuenta las verdades conquistadas por la ciencia, para que, a través de ella la metafísica pudiese encontrar respiro y fuerza especulativa.
Maestro de la verdad transmitida en modo amable
Convertir la enseñanza en paideia requiere la capacidad de transmitir la verdad de manera personal y vital, haciendo de cada lección un verdadero y propio encuentro. Así lo hizo Jacques Maritain, conjugando magistralmente las dos dimensiones –académica y familiar– que juntamente constituyen la fórmula de una enseñanza eficaz.
Sobre la base de la mejor preparación que pueda adquirir en la propia disciplina, Maritain expresa con claridad cuáles son las actitudes esenciales de un maestro:
[Todo profesor] debe tener gran respeto y profunda amistad por las personas a las que enseña. Lejos de mantener con respecto a ellos una actitud glacial, como sucede demasiado frecuentemente en Europa, el profesor debe tratar de estimular la actividad personal de los alumnos, su inclinación a investigar; les debe escuchar y ayudar. Para hacer esto, necesita amarlos. Enseñe ortografía a niños, o matemáticas a los jóvenes, o teología a futuros sacerdotes, él servirá de instrumento a una fuerza invisible, la del amor a la verdad que comunica y comparte con ellos12.
Aunque Maritain ha tratado siempre de realizar este ideal en su actividad docente, la experiencia de Meudon (1922-1938) y, seguidamente, la vivida en Manhattan, son un ejemplo paradigmático. Los testimonios son numerosos.
Después de la Primera Guerra Mundial, los estudiantes del Instituto Católico de París, amigos de los Maritain, buscan cada vez más asiduamente su compañía. “Nuestra vida se complica –escribe Raïssa– Jacques está cada vez más solicitado: visitas frecuentes y correspondencia abundantísima”13. Antes del otoño de 1919 comenzaron a tener encuentros más regulares para examinar la doctrina de Santo Tomás en un clima de libertad, confrontándola con los problemas de actualidad. La sede de estas reuniones fue la casa de los Maritain, primero en Versailles y, después, en Meudon, en la periferia de París14.
Las reuniones de Meudon duraron hasta 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. En esos años, el Círculo de Estudios Tomistas animó la vida social y cultural de la capital francesa, siendo uno de los centros intelectuales más brillantes de la época. En recuerdo al trabajo que se realizó allí, el 12 de junio de 1971, el ayuntamiento de Meudon hizo colocar una lápida en la casa donde vivieron los Maritain con el siguiente texto: “De 1923 a 1939, Raïssa y Jacques Maritain, y Vera, hermana de Raïssa, vivieron en esta casa abierta a todos, viniesen de donde viniesen, para buscar la verdad en común amistad”15.
El 4 de enero de 1940, apenas iniciada la Segunda Guerra Mundial, los Maritain viajan a América con un encargo del Departamento de relaciones culturales de Francia, para impartir una serie de conferencias en Montreal, Toronto y en otras universidades americanas. A causa de la ocupación alemana de Francia, permanecerán en América hasta 194516.
Además de dar vida a este círculo intelectual, artístico y espiritual de alto nivel, Maritain se ocupaba personalmente de movilizar a todas las personas con las que estaba relacionada para salvar a los exiliados. Se esforzó para colocar a los recién llegados en las universidades americanas, guiándoles en los primeros pasos y ayudándoles a reencontrar la confianza. También aquí, a través de su amistad, se convirtieron muchos intelectuales. Gustav Cohen, profesor de Historia y de Literatura medieval en la Sorbona, que había sido expulsado de la universidad por su ascendencia hebrea, deseaba hacerse católico, pero dudaba pensando que debía permanecer solidario con los judíos perseguidos. En la relación intelectual y de amistad con los Maritain encontró ayuda para tomar la decisión de bautizarse, y Jacques y Raïssa fueron sus padrinos.
Durante la estancia en América, los Maritain tuvieron un influjo relevante en la literatura, a través del Grupo de Princeton, compuesto por Allen Tate, Caroline Gordon, Flannery O’Connor y Francis Ferguson. El encuentro de los Maritain con el matrimonio Allen Tate y Caroline Gordon ayudó a madurar su conversión religiosa. Jacques Maritain escribió a Journet:
El buen Dios nos ha hecho un regalo esta Navidad: Raïssa y yo hemos sido los padrinos de Allen Tate, poeta crítico de gran valor, que se ha bautizado el viernes antes de Navidad. Su mujer se había convertido ya hace algún año, y su hija, que acude a la catequesis, recibirá el bautismo dentro de algunos meses17.
Nota de la autora:
- He tenido presentes en este artículo algunas partes de dos escritos que he trabajado anteriormente: La figura del maestro Maritain (2016), publicada en: L. Leal – M. Mira (eds), L’insegnamento superiore nella storia della Chiesa: scuole, maestri e metodi. Roma: Edusc, pp. 301-352; con el mismo título, introduciendo algunas modificaciones: La figura del maestro Jacques Maritain, en: Búsqueda y transmisión de la verdad. El temple de tres grandes maestros, Universidad de La Sabana (Colección Cultura Insitucional), Chía, Colombia 2919, pp. 16-107.
Notas:
- La edición definitiva de las obras de Maritain comprende XVII volúmenes de unas 1.200 páginas cada uno, que no incluyen la abundante correspondencia del filósofo con numerosos personajes del mundo de la cultura y de la Iglesia (Etienne Gilson, cardenal Montini, Charles Journet, Julien Green, Jean Cocteau, Saul Alinski, Georges Bernanos, Max Jacob, Emmanuel Mounier, Gino Severini, Yves Simon, etcétera. MARITAIN, JACQUES et RAÏSSA: Oeuvres Complètes. Saint Paul (Paris)-Éditions Universitaires (Fribourg-Suisse). 1982-2007.
- PAOLO VI, Regina Caeli, 29 aprile 1973: Insegnamenti di Paolo VI, XI (1983). P. 382.
- Réponse à Jean Cocteau: ŒC III, 724.
- MARITAIN, R., Les grandes amitiées: ŒC XIV. P. 686.
- Ibid., pp. 691-692.
- Le philosophe dans la cité: ŒC XI. P. 27.
- MARITAIN, R. Les grandes amitiées: ŒC XIV. P. 757.
- Carnet des notes, ŒC XIII. P. 152.
- MARITAIN, R., Les grandes amitiées: ŒC XIV. P. 779.
- “Agradezco a Dios que me puso en el corazón un gran deseo de verdad cuando, sin conocer la Verdad divina, vivía entre escépticos y ateos. Este deseo que la verdad de las ciencias físicas no pueden satisfacer, porque son parciales, y que las filosofías modernas desautorizaban totalmente por su relativismo, fue saciado por la revelación de la doctrina católica y por la filosofía tomista” (Journal de Raïssa, Anotación del 16 de julio de 1919: ŒC XIV. P. 256).
- Le Docteur Angélique: ŒC IV. P. 96.
- Carta a Mons. Macchi, secretario de Pablo VI, fechada el 3 de noviembre de 1965. EL texto de la carta lo he tomado de VIOTTO, P. (2015): Pablo VI – Jacques Maritain. Un’amicizia intellettuale. Roma: Studium. P. 235.
- Journal de Raïssa. Anotación sin fecha, probablemente de marzo de 1921: ŒC XIV. P. 266.
- LACOMBE, O. Le foyer de Meudon, “Cahiers Jacques Maritain”, 4-5 (1982). Pp. 85-87. POSSENTI, N. Au foyer de Meudon, “Cahiers Jacques Maritain”, n. 51 (2005). Pp. 11-32. Cfr. ZITO, M. (1990): Gli anni dio Meudon. Napoli: Istituto Universitario orientale. BARRÉ, J.L. Jacques et Raïssa Maritain. cit. Pp.198 e ss.
- VIOTTO, P. Raïssa Maritain. cit. P. 40.
- FOUCARDE, M. (1996): “Jacques Maritain et L’Europe en éxil (1940-1945)”. En: AA.VV., Jacques Maritain en L’Europe. La réception de sa pensée. Paris: Beauchesne. Pp. 281-320; VIOTTO, P., Introduzione a Maritain. Ob. cit. Pp. 61-101.
- Carta de Jacques Maritain a Charles Journet, 8 de enero de 1959, tomada de: VIOTTO, P. Grandi amicizie. cit. Pp. 321-322.