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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

La paz no se decreta, se construye

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Javier Contreras

La inmensa mayoría de los venezolanos deseamos paz, eso no requiere discusión alguna; lo que sí requiere una discusión profunda y descarnada es el establecimiento de los mecanismos para alcanzarla. Pretender convertirse en el abanderado de los emprendimientos dirigidos a lograr el objetivo descrito, es una postura que debe ir acompañada de señales reales y actitud reflexiva.

Otro componente que va de la mano con el establecimiento de condiciones de paz es la negociación, que en sí misma supone disposición al encuentro y capacidad para entender la complejidad del contexto en el que hay responsabilidades y corresponsabilidades, que serán directamente proporcionales al poder real que tenga cada actor.

El gobierno nacional, por ser el encargado de administrar los recursos del Estado y el manejo de la fuerza legítima, debe ser el principal garante de la paz; la oposición política tiene el deber de ejercer su rol apegado a la ley, en sintonía con los intereses de la gente; y la ciudadanía tiene la tarea de proponer, activamente, iniciativas de solución.

Actualmente en el país, tanto la oposición política como la ciudadanía (salvo contadas y criticables excepciones) están ganando en coherencia, lo que les ha permitido aglutinar voluntades en torno a las necesidades compartidas y los objetivos comunes, aspectos dinamizadores de las manifestaciones que piden un cambio de orientación que permita atender la grave situación de violencia, impunidad, escasez de alimentos y medicinas e irrespeto al marco legal.

Por su parte es el gobierno el que no da señal de asumir la realidad, alejándose cada vez más de los caminos que en actos, no exclusivamente en palabras envueltas en promesas futuribles, conduzcan a la tan anhelada paz con la que dice estar comprometido. La ceguera con la que va imponiendo su propuesta de constituyente roza con el descaro al ser presentada como la vía de diálogo y concertación que Venezuela necesita, dejando claridad sobre la minusvaloración que hace respecto a la inteligencia de las personas.

De la misma forma que menosprecian la inteligencia de los venezolanos, el Presidente y su círculo desprecian la expresión del soberano, al que en este nuevo empeño por mantenerse en el poder, reducen a la categoría de actor de reparto, dejando el protagonismo a la sectorización corporativa que diluye y se traga al sujeto.

Resultaría beneficioso para todos, incluido el propio gobierno, que tengan en cuenta que no se puede generar un espacio para el entendimiento si se parte de la imposición, la violencia o la ilegalidad. Como señal alentadora para la construcción de paz que requiere legalidad, está, entre otras, los pronunciamientos de la Fiscal General de la República y dos Magistrados del TSJ, acciones que pueden tener cada vez más eco dentro de las instituciones del Estado.

 

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