Piero Trepiccione
No existe ninguna duda que una de las claves fundamentales de un sistema democrático es la de tener contrapesos institucionales. Con éstos, se logra limitar la acción de la voluntad individual frente a la voluntad general –parafraseando a Rousseau-.
La historia de la humanidad ha sido muy reiterativa en el sentido de querer limitar siempre al poder para que éste no se vuelva contra la gente común. Siguiendo esta lógica, es muy necesario para el funcionamiento adecuado de nuestra democracia que exista una oposición “fuerte” en el sentido correcto de la palabra, que disienta, discuta, debata, contradiga y señale cualquier desviación de personas o grupos vinculados al poder.
Por eso, cuando observamos las divisiones y contradicciones de la MUD, sentimos que esto no le hace bien ni a la democracia, ni al Estado y mucho menos a la ciudadanía.
Si la oposición venezolana no mejora su coherencia estratégica y programática, corremos el riesgo que los ya desbalanceados contrapesos institucionales, se terminen de reconfigurar en torno a quienes detentan el gobierno en la actualidad cerrando cualquier posibilidad de válvulas de escape a quienes opinan o disientan de las políticas públicas. Esto, en medio de un cuadro económico realmente preocupante que vive la población, puede generar escenarios de alta conflictividad social no procesados adecuadamente por las vías institucionales.
La oposición política es un elemento necesario en cualquier sistema que se precie de democrático.
La oposición venezolana en particular ha atravesado circunstancias extremadamente complicadas, algunas de las cuales, prácticamente la minimizaron a variables históricas en algunos momentos. Pero, ha sabido retomar la senda de la lucha democrática y ha reconquistado espacios perdidos y ganado otros elementos adicionales, lo cual le ha significado la admiración y el apoyo de muchos movimientos democráticos alrededor del orbe.
Ahora, con la renuncia de Ramón Guillermo Aveledo, se ha abierto un nuevo ciclo de contradicciones internas. Dependerá de la madurez y la visión política a corto, mediano y largo plazo que tengan los líderes y los partidos nucleados alrededor de la Mud, el proceso de reingeniería que se llevará adelante en esta oportunidad para afrontar los desafíos que el presente inmediato pondrá en el camino.
Un porcentaje nada despreciable de la población aspira seriedad en esta hora crucial. La gente necesita tener representación política de acuerdo a sus pensamientos y pareceres. Mantener esa pluralidad y diversidad dependerá de cómo salga librada la oposición política venezolana en esta disyuntiva actual.
Hace falta una oposición sólida y democrática. Más que nunca en nuestra historia se ha requerido de una oposición organizada. Los tiempos que corren estarán influenciados por una dinámica económica de una complejidad monumental. En esta etapa histórica se requiere de la construcción de consensos “superiores”. Para ello, una oposición necesaria tendrá un contrapeso que potenciará respuestas democráticas a coyunturas antidemocráticas.
Tienen la palabra el liderazgo político venezolano y la sociedad presente organizada con sus exigencias en formato movilizador.