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“La opción es discernir entre lo que Dios bendice o maldice”

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Luis Ugalde s.j

Ahora como nunca la Iglesia en Venezuela se ve exigida a sacar lo mejor de sí y ponerlo al servicio de una sociedad en pleno naufragio.

Nuestra identidad y fuente de inspiración es Jesucristo y en él está la brújula para discernir  y orientarnos en esta encrucijada. ¿Qué es lo que Dios bendice y maldice hoy y aquí?

Jesús dice que Dios nos bendice porque “tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vinieron a ver” (Mat. 25,35). No son palabras dirigidas a sólo los católicos, sino a “todas las naciones”, dice el Evangelio.

A los venezolanos nos suenan especialmente mal las maldiciones. Pero en esta encrucijada vital no hay espacio para evadirlas. Jesús dice “apártense de mí, malditos” “porque tuve hambre y no me dieron de comer” etc. (Mat. 25,41-44). Jesús y la vida no nos dejan escapatoria cuando la realidad es de hambre, enfermedad, exilio y cárcel. No vale decir que nunca lo reconocimos, porque estábamos distraídos o éramos agnósticos, ateos o de otra religión no cristiana. Jesús se adelanta a esa objeción y dice: Ustedes se encontraron conmigo y me aceptaron o rechazaron cuando lo hicieron con uno de mis hermanos menores. No hay escapatoria, somos benditos de Dios o malditos.

En la 1ª carta de Juan se nos dice: “A Dios nunca lo ha visto nadie; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros” (1 Juan 4,12). Y no acepta la defensa de que no ama al hermano, pero sí a Dios, “porque si no ama al hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Juan 4,20)

Venezuela entera, y con ella la Iglesia, estamos en el dilema sin escapatoria de ser benditos o malditos de Dios de acuerdo a como respondamos al hermano en necesidad  a los 30 millones de hermanos.

En Venezuela el hambre, la sed, la enfermedad, la cárcel, el exilio, la inseguridad… no son pequeños errores y accidentes de un proceso que básicamente funciona bien y da vida. Tampoco basta con dar un vaso de agua, una aspirina o una arepa. El amor cristiano va a la raíz, a la fuente que contamina de muerte a la sociedad entera. Por eso la Iglesia enseña que el bien cuanto más universal es más divino y el mal más maligno y por ello la política que trata del bien común es una muy elevada forma de amor cristiano y también de la negación del seguimiento de Jesús. Hoy en Venezuela es la política la que siembra muerte. Son las estructuras y las instituciones, las que nos han traído a esta situación generalizada de muerte. Especialmente en este año 2018 nuestra condición de cristianos es interpelada y se define en el cambio del hambre y la miseria humanitaria, de la improductividad para la vida a un cambio personal, institucional, estructural con una redefinición de metas, de medios y de políticas imprescindibles para corregir la actual agonía de millones de venezolanos y del país entero.

Esta no es una opción partidista, sino discernimiento con Jesús y escogencia entre lo que Dios bendice y lo que maldice.

II En esa búsqueda de cambio o perpetuación de la grave enfermedad social en este año 2018 tenemos que tomar una decisión muy trascendental con la elección presidencial: O elegimos al Presidente empeñado en continuar y perpetuar estas políticas de muerte, o buscamos el modo democrático más eficaz para cambiarlo con una persona capaz, con programas y apoyos que garanticen su éxito y su voluntad de inclusión y de no exclusión partidista. Sólo así al encontrarnos con los hambrientos, sedientos, encarcelados, enfermos, desterrados, nos encontraremos con Dios-amor y su bendición.

Cuando en aquellos años de la dura postguerra Pio XII en Italia pidió ir a votar incluso a las monjas de clausura, era porque de esa decisión dependía que Italia cayera o no en manos de un sistema como el que impuso por largas décadas su inhumanidad dictatorial en países del Este europeo. Hay momentos en que la evasión es totalmente incompatible con la responsabilidad cristiana. Creo que estamos en uno de esos que deciden el futuro del país.

III El proyecto de elección presidencial para perpetuación del régimen hace uso de la anticonstitucional Asamblea Constituyente, ilegitima en su convocatoria, elección y pretensión de ser supraconstitucional, y omnipotente y exigir el sometimiento de todo lo constituido, como ocurre en toda dictadura.

Ante la práctica comprobada de la manipulación de las elecciones desde el poder y de someter al país a una elección precipitada y sin condiciones democráticas con las oposiciones inhabilitadas de diversa manera, la CEV ha de exigir al gobierno y a las diversas oposiciones que las elecciones presidenciales se ajusten a lo establecido en la Constitución y con un CNE ajustado a ella y a los principios éticos.

Pero no basta, la Iglesia debe llamar a la movilización de las conciencias para superar la desesperanza que paraliza y los intereses particularistas que minan la indispensable unión para la reconstrucción nacional. Votación masiva

IV No se puede prolongar la actual catástrofe y el comienzo del cambio pasa por un nuevo Presidente que exprese la unidad nacional y convoque a todos.

V La orientación dominante en la Fuerza Armada es el elemento clave para el actual desorden y su cambio hacia la democracia y su deber constitucional es de vida o muerte para el país

VI Considero que el déficit mayor de nosotros como Iglesia pueblo de dios es que no hay coherencia y seguimiento práctico de la comunidad cristiana a los magníficos documentos de la CEV. Es un gran reto para este año decisivo.

Fuente: https://infocifras.org/2018/01/10/p-ugalde-en-la-cev-la-opcion-es-discernir-entre-lo-que-dios-bendice-o-maldice/

 

 

 

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