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La OEA, Venezuela y San Agustín

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Piero Trepiccione

La Organización de Estados Americanos (OEA) por estos días ha sido noticia constante en el hemisferio occidental a propósito del conflicto político que padece Venezuela. Las discusiones y los escarceos que se vienen dando en ese foro continental han tenido enorme repercusión en doble sentido. En primer lugar hacia lo que pudiera significar para nuestro país cualquier decisión que se aplique de carácter diplomático para ayudar a resolver las diferencias políticas internas que nos sacuden como sociedad y como Estado. Y en segundo lugar, el debate acerca de la utilidad de la OEA en pleno siglo 21 con relación a este tipo de situaciones que tienen un impacto geopolítico hacia muchos países de la región. San Agustín, patriarca de la iglesia católica en una de sus frases más célebres ha indicado que: “Se aferran a su parecer, no por verdadero sino por suyo” y la hemos tomado para analizar en contexto lo que significan los movimientos de la diplomacia venezolana en los últimos días.

Gustavo Dudamel, el famoso director de orquesta venezolano, en un comunicado que emitiera a través de las redes sociales, ha dicho lo importante de “dejar de lado las ideologías” para abordar la situación de Venezuela y poder avanzar en soluciones constructivas. Salvaguardando las distancias, los contextos y el tiempo entre San Agustín y Dudamel, lo que resalta significativamente para profundizar el análisis de la compleja realidad del país tiene que ver con un aferramiento constante a un sistema ideológico cuyos frutos y dinámicas los vivió la humanidad por décadas en el siglo pasado y sus resultados no fueron los más adecuados en términos sociales y generales. Cuando observamos detenidamente la formulación de políticas públicas, las acciones diplomáticas internacionales y las defensas de las posiciones del gobierno venezolano en foros nacionales y globales, nos damos cuenta que la lógica de todo proviene de un “aferramiento a lo suyo más que a la verdad o a la lógica”. Esto trae consecuencias funestas que profundizan el momento dialéctico que vive actualmente el país.

Y es que estos últimos días se han caracterizado por estar llenos de acontecimientos en Venezuela. Las presiones desde la polarización y la severa crisis económica que atravesamos han resultado en un reavivamiento de la violencia en el frente político-social. No existe duda que estamos en una especie de momento-cumbre donde el destino del país está en juego y de acuerdo al enfoque que se maneje desde el liderazgo, las consecuencias pueden impactar las expectativas de la gente a corto, mediano y largo plazo. Venezuela es el centro de atención continental y más allá. Hay un desgaste importante de la gestión presidencial hacia donde apuntan las mayores responsabilidades que la sociedad venezolana está calificando en estas circunstancias. Este fenómeno en particular debe ser visto con mucha profundidad para facilitar y viabilizar cualquier proceso político que pretenda intentar solucionar la actual coyuntura. El liderazgo político venezolano tiene una enorme responsabilidad en este momento-cumbre. No intentar actuar apegados a la “voluntad general” tal como lo señalaba Rousseau, es una conducta suicida con implicaciones para toda la sociedad. El restablecimiento de la confianza debe ser el norte de actuación en esta hora crucial. Hay muchos intentos de aferramiento al poder que   empujan hacia una dirección netamente guerrerista. Los actores de la prudencia deben actuar inmediatamente aún en las condiciones más duras de ataques de la opinión pública vía redes sociales. La historia, no en el lejano plazo sino en lo inmediato, les va a premiar esa conducta racional contraria a un esquema sin dirección ejecutiva.

Aun en medio de los insultos y las negativas a dialogar que presenciamos a diario, la fuerza de la dialéctica está activada y cercana al punto de ebullición. El liderazgo dogmático va a ser superado una vez más. Quienes sigan en posiciones cerradas se verán devorados por la exigencia de cambios. “El mundo se mueve” dijo alguna vez Galileo Galilei, parafraseándolo, podemos decir que hoy en día: “Venezuela se está moviendo”.  La opinión pública venezolana ha marcado distancia severa con los sectores minoritarios promotores de violencia. La sociedad entera los ha condenado. Lo más probable es que quienes sigan en ese rol quedarán al desnudo ante una sociedad exhausta. Nuestro retiro de la OEA por defender posiciones ideológicas más allá de la razón humana y lógica va a tener impactos para el gobierno, el Estado y la sociedad. Todo esto, en nombre de la arrogancia y la superioridad moral que algunos esbozan sin ningún basamento real.

 

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