Piero Trepiccione.
¿Para qué sirve? Cuando hablamos de observadores internacionales que cubran una elección, nos estamos refiriendo a una serie de personas con conocimiento técnico y experticia que pueden otorgarle mayor nivel de legitimidad a un proceso comicial ya que representan a organismos diferentes a las autoridades electorales de un país. Esto en virtud a que representan generalmente a organismos hemisféricos o multilaterales como la ONU, OEA, Celac, Unión Europea, Unasur, Mercosur, Alba, entre otros, como también a algunas Ongs especializadas en la materia como el Centro Carter, HRW y observatorios electorales de carácter continental o nacional. La observación electoral se usa para “mostrar” ante la comunidad internacional la pulcritud y transparencia con la que se realizan las elecciones. Aunque generalmente se hace en cualquier tipo de elección se torna más necesaria cuando en lo interno de un país o provincia, la polarización es muy aguda o se ciernen dudas en la opinión pública nacional e internacional acerca del árbitro electoral y las condiciones en las cuales se realiza todo el proceso.
¿La hemos tenido en Venezuela? Si, y en muchos procesos comiciales. Es especialmente necesario recordar la observación internacional que nos acompañó en la celebración del referéndum revocatorio nacional realizado en nuestro país en 2004. Acá estuvieron observadores de la OEA, el llamado grupo de países amigos (grupo ad-hoc creado por el secretario general de aquel entonces, el expresidente colombiano César Gaviria) el propio expresidente norteamericano Jimmy Carter y la directora ejecutiva de su fundación, Jennifer McCoy, representantes de diferentes Ongs de alcance global. Pero también hubo observadores nacionales como por ejemplo “Ojo Electoral” que aleatoriamente se esparcieron por todo el territorio para monitorear la celebración de los comicios y la certificación que se cumplían las garantías mínimas para su celebración. Más recientemente, en abril del 2013, en el marco de una elección “sobrevenida” en vista del fallecimiento en pleno ejercicio de la presidencia de Hugo Chávez y con una exacerbación de la polarización política y el clima de tensión nacional, la observación estuvo presente aunque muy limitada con respecto a otros procesos. Antes de 1998 también era común tener presencia de esta figura de monitoreo sin que por ello se presentasen resistencias en el organismo comicial. Es importante destacar que la observación de un proceso comicial no puede hacerse sin la invitación y el aval de las autoridades nacionales. Si no se puede contar con este permiso, es imposible hacer observación con características públicas y notorias.
¿Y por qué ahora no? El presidente Nicolás Maduro ha emitido unas fuertes declaraciones negando la posibilidad que haya presencia de observadores en los comicios parlamentarios que se celebrarán en Venezuela el 6 de diciembre de este año. Se ha referido enfáticamente a que nuestro país “no necesita ser monitoreado por nadie”. En unos términos y con un tono de voz elevado ha reafirmado la soberanía nacional y la negativa a que otros nos miren. Esto, en un momento de nuestra historia política reciente envuelta en una turbulenta situación económica y social de enorme tensión. Sin duda, el fenómeno de la polarización en el campo estrictamente político aún se mantiene, con el agravante que casi dos tercios de los venezolanos tiene alguna desconfianza sobre el ente que regula los procesos electorales en el país: el CNE, según datos aportados por una investigación de opinión pública efectuada por el centro de estudios políticos de la Ucab. Por ello, más que una invasión a la soberanía, una observación internacional en estos momentos vendría a coadyuvar al procesamiento de las diferencias políticas y certificar ante la comunidad internacional el profundo espíritu democrático del pueblo venezolano, además de desnudar cualquier intento de desviación que algún sector, sea afín del gobierno o de la oposición, que se salga de los canales institucionales establecidos en la constitución. Por tanto, son más las bondades las que aportaría una observación internacional y nacional de nuestros comicios que las que no aportaría. Uno no puede dejar de preguntarse en una situación como esta: ¿Qué es lo que se quiere ocultar, o sencillamente no mostrar? Parece contradictorio que mientras se buscan los buenos oficios del secretario general de la ONU para atender la controversia con Guyana por el Esequibo, no permitamos tajantemente que nuestras elecciones sean apreciadas por la comunidad internacional.