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La necesidad de parlamentar

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Piero Trepiccione

An opposition supporter waves a Venezuelan national flag as she attends a rally in Caracas

A pocos días de la celebración de los comicios parlamentarios nacionales en toda Venezuela, sigo sosteniendo que será más importante lo que ocurra a partir del “día después” que el resultado electoral en sí. A propósito de ello, quiero soportar mi análisis con base al editorial de la última edición de la revista SIC del mes de noviembre de este año denominado “En el parlamento tenemos que llegar a parlamentar”. Esta publicación con 77 años de circulación ininterrumpida y bajo el aval del Centro Gumilla se ha dedicado al análisis sociopolítico de la Venezuela profunda tomando en consideración todas las variables de la coyuntura que nos pueden brindar luces sobre nuestro horizonte inmediato. Comienza el editorial señalando que la necesidad de parlamentar “es nada menos que un objetivo necesario, aunque hoy nos parezca casi inalcanzable” algo con lo que estoy particularmente de acuerdo aun cuando las condiciones actuales justamente no permiten tener la mínima esperanza que esto se pueda dar. Sin embargo, si el país quiere un rumbo firme y certero, no existe otra vía que dialogar y consensuar las políticas públicas. Sigue el editorial con “el objetivo más trascendente que tenemos los venezolanos es construir la paz. Un objetivo que desgraciadamente está fuera de la conciencia de muchos y que tenemos que hacer todo lo posible por posicionarlo en ella…” claro está, sin paz, no hay posibilidad de viabilidad de país, de proyecto, de resultados esperanzadores para el mejoramiento de la calidad de vida de la población en general, en pocas palabras, no habría futuro sin la paz.

“El aspecto más elemental de la paz es la palabra: que nuestra

palabra, tanto en la casa como en el vecindario y en la calle, en

el centro de trabajo y en la diversión y el descanso, sea únicamente

un puente tendido, tanto a la realidad, como a los demás. Es decir,

que no sirva para ocultar la realidad con cortinas de humo, ni como

un arma para imponernos sobre los demás, ni para descalificar

a nadie, ni para seducir o someter sino para desentrañar la

realidad y para anudar relaciones biófilas: para entender y para

entendernos.”

Sin moderar nuestro lenguaje es imposible parlamentar. Sin un cambio drástico en la narrativa política no podremos encontrar puntos en común para construir un proyecto de país. Si algo de importante tiene un parlamento es que las diferentes visiones políticas se legitiman ante la opinión pública y reciben un respaldo de la sociedad para que puedan defender criterios disímiles y en consecuencia, llegar a posiciones consensuadas tomando elementos comunes que las acercan y desechando las posturas más extremas. Así se parlamenta y se construyen políticas públicas  que favorecen a las amplias mayorías de la nación. Por tanto, “… no podemos resignarnos a que ella (la asamblea nacional) siga siendo un lugar subalterno en el que no se escucha la voz de personas libres, sino la voz de su amo. En la que no se debate nada, sino que se corean consignas y se vota lo dictaminado por el Ejecutivo, excluyendo cualquier labor de fiscalización al gobierno y de debate nacional.” Es necesario que la Asamblea Nacional haga valer su puesto constitucional equivalente a un poder del Estado con muchas facultades y sea el contrapeso institucional necesario para lograr lo que Tocqueville llamada “el balance de la democracia”. Esto se logra única y exclusivamente, parlamentando, siendo un parlamento de verdad, un crisol de ideas que se  licuan en el debate, en la discusión franca, abierta, sincera. No hay otra manera distinta. Lo demás, como lo señala el editorial, son cortinas de humo que se soportan en sesgos ideológicos que dividen y debilitan a la nación y al país como institución. “Si en algún lugar la palabra tiene que tener el objetivo conjunto de entender y de entenderse, de entender la realidad del país y de entenderse entre si desde la realidad y no a costa de ella, ese lugar tiene que ser el parlamento.” El diálogo parlamentario no puede ser tildado como muestra de debilidad. Todo lo contrario. Si existe algo que pueda fortalecer el ejercicio de la política al contrario de la guerra, es precisamente, parlamentar, discutir, debatir, proponer ideas, contrastarlas, perfilarlas, madurarlas y definirlas con el mayor apoyo legitimo posible y convertirlas en políticas públicas sanas y fecundas para la población en general.

Tenemos un enorme desafío como sociedad a partir del 5 de enero de 2016. Lograr que la Asamblea Nacional sea el centro de parlamentar por excelencia de la agenda pública de la nación.

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