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La memoria como acción política (III)

Procesion de las cruces en la parroquia la Vega en protesta contra el gobierno
Procesión de las cruces en la parroquia la Vega, Caracas. Foto: Luis Morillo | Civilis DDHH.

Por Leonor Mora Salas*, Karen Cronick**, Daniel Pérez Mena***.

(Leer parte II)

Si atendemos a la tradición, cualquier proceso de transición democrática vendrá determinado por el fortalecimiento que otorguemos a la “cultura de la memoria” y, en este momento, la realidad venezolana demanda que nos reconozcamos en compromiso con esta tarea

En razón de lo que resulta ser un imperativo en esta época, surge el proyecto Memoria social en el escenario sociopolítico contemporáneo. Caso: dinámica comunitaria e Iglesia católica en sectores populares de Caracas, enfocado directamente en los cuestionamientos: ¿Qué caracteriza los procesos de la dinámica comunitaria y la participación de la Iglesia católica en sectores populares de Caracas? ¿Cómo se definen las distintas memorias de su desarrollo, en los diferentes sectores?

(Parte III  de III)

Los tránsitos de la violencia: la delincuencia – el delincuente

La delincuencia y sus hitos de cambio a través del tiempo tienen su mayor expresión en los actores responsables de los hechos delictivos. La condición de grupo de delincuencia organizada dota a los “colectivos” no solo del mayor poder que otorgan las armas para el control de la comunidad, sino que sus miembros cuentan con la protección gubernamental.

De este modo, secuestros, ajusticiamiento, acaparamiento, represión de las acciones de protesta pacífica son de su exclusiva responsabilidad. Privatizan la “seguridad”, imponen controles a los miembros de la comunidad y ejecutan personas percibidas como criminales o aquellas que pudiesen competir con su control territorial. Se erige así la impunidad sobre la justicia, bajo la licencia y/o en complicidad con los organismos gubernamentales.

Yo creo que ahorita ser colectivo o la delincuencia es un privilegio […] Los colectivos supuestamente te cuidan, te protegen, te ayudan, pero son los mismos colectivos los que venden la bolsa, que saben de dónde saldrá, pero la venden mucho más cara, pero tienen en su casa bolsas y bolsas y las venden, o si no, tienen un local donde tienen allí cosas que tú tienes años que no ves en el país, pero las tienen los colectivos allí […] Son los que de repente robaron a alguien por las escaleras y bueno allá saben que robaron, están pendientes, son los que van y ajustician a ese muchachito, lo desaparecieron porque estuvo robando varias mañanas en las escaleras, porque se dedicaba a robar.  Son esos mismos colectivos, que el día que decidimos tocar cacerolas, se paran a decir pestes, ‘sabemos quiénes son los que tocan la cacerola, nos vamos a meter en el apartamento, sabemos quiénes son’. Entonces eso es una delincuencia organizada y es tu mismo vecino, tu misma gente (GEM Los Flores de Catia).

 

Antes existían las bandas, muchas bandas, y enfrentamientos entre esas bandas, y hubo bastantes muertos por esas bandas […] El jefe de la banda lo agarró la policía un día, le dieron unos tiros y lo pasearon por todo el barrio. Después que se desangró fue que lo llevaron al hospital. Y ahí se fue acabando. Después se formó el grupo que eran los hijos de esas personas, se acabaron también. Ahora lo que hay son los que roban a pie o en moto (GEM Carapita).

 

Los malandros no están viendo quién está en la esquina para disparar, eso siempre ha sido así, una sola balacera en La Vega […] ha pasado como de generación en generación en estos últimos tiempos, matan a una banda de malandros y se levanta otra nuevamente (GEM La Vega).

 

Por lo menos nosotros estamos tranquilos porque no se ve la cosa de la droga, los muchachos todos malandros y la venta de la droga […] la gente está en la calle, la gente se moviliza tranquila, no está pendiente de que… porque de repente tú estabas en la calle y veías a ese poco de muchachos con ‘bichas’ en la calle, y todo el mundo a correr, eso quedaba como un toque de queda. Antes se escuchaba mucho, que mataron a fulano, mataron a… que hay tres muertos, todos los días (GEM 23 de Enero).

 

Los medios y organización de los actores generadores de violencia en las comunidades, ha experimentado variaciones en el tiempo. En la totalidad de los lugares, los colectivos, conformados por civiles armados, y regularmente asociados con los delincuentes, actuando o no en complicidad con los cuerpos policiales y/o militares del Estado, representan una fuerza mayoritaria que detenta el poder y ejerce el control sobre los habitantes del sector, sobre otros grupos armados como las bandas organizadas y sobre aquellos que delinquen de forma independiente. Estas últimas expresiones como modos de ejercer la delincuencia que imperaban antes de la aparición de los colectivos. Por esta razón es que hablamos de un tránsito de la violencia delincuencial a manifestaciones de mayor organización de los actores que la han ejercido desde siempre.

El control general que estos colectivos ejercen en algunos lugares ha derivado en dinámicas cotidianas dentro de las comunidades que permiten a sus miembros percibir mayor seguridad. Este contrasentido podría ser explicado, justamente, por el control que realizan sobre las iniciativas delictivas, diversas, pero de menor alcance y poder, que mantenían antes a las comunidades en condiciones de amenaza sostenida.

Ambas condiciones de percepción-vivencia de la inseguridad-seguridad lleva a las comunidades a buscar fortalecerse y reorganizarse para hacer frente a la violencia que se ejerce contra ellas, pero la mayoría de las veces sus iniciativas y acciones no son consideradas por los entes gubernamentales con competencia en el tema, por considerar que tal exigencia no pertenece a la “línea” del Gobierno.

Sentido y circunstancias de la muerte

La muerte como producto de los hechos de violencia –en sus diferentes expresiones– que suceden de modo permanente, viene a representar un motivo de reflexión por diversas razones: su producción creciente, las circunstancias en las que sucede, las respuestas de familiares, amigos y otros miembros y grupos de la comunidad ante su ocurrencia, los modos en que se enfrenta, las variaciones en su sentido a lo largo del tiempo:

Hoy en día es tan difícil morir por los costos… las decisiones nos tocan en soledad. Por la misma situación, hay muchos muertos dentro de los apartamentos, muchísimos […] Se está velando mucho en las casas como antes se hacía en los pueblos y en los campos. El ritual ha variado: los novenarios en los bloques son una fiesta (GEM, Los Flores de Catia).

 

Nadie respeta la muerte, ahora todo es show, en la calle, una fiesta y una tomadera, una música, unos disparos… ya nadie guarda luto (GEM La Vega).

 

Mira, aquí hubo una muchacha que murió esta semana […] estuvieron 5 días para poderla enterrar, y duraron 5 días de fiesta. Tenían en la casa las cornetas grandes, equipo de sonido. ¿Era dolor ahí lo que se sentía? Le están haciendo los rezos […] Él lo puede decir porque fue a rezar y encima de la urna lo que tenían era aguardiente (GEM Carapita).

 

Cuando a la gente la matan lo primero que dice la gente es: ¿Era malandro? Estamos como conformándonos con la muerte… eso no puede ser así (GEM 23 de Enero).

 

La santería está muy metida en los velorios, sus rituales involucran el espíritu del difunto y los cadáveres son mutilados. Se da mucho la profanación de tumbas de niños, jóvenes y personas notables para extraer los cuerpos o algunas partes de ellos que sirven a sus rituales (GEM Los Flores de Catia).

 

La muerte es asumida como un hecho ineludible, misterioso… No obstante, la muerte por violencia reúne incontables ¿por qué?, sin respuesta, sin justicia. En medio de ellas el cuestionamiento por lo inexplicable, y la culpa; pero también, aparecen nuevos rituales que en sí mismos resultan contradictorios con la situación de dolor que se experimenta. Responden a ¿lo frecuente de su ocurrencia y como una manera de defenderse de los dolores que se suman?, ¿a influencias culturales múltiples?, ¿a la escasez y dificultades económicas que se padecen? Hecho notorio lo constituye la práctica creciente de la profanación de las tumbas la cual se incorpora en el imaginario religioso, ya de por sí mixto, dentro de nuestra cultura.

Queda frente a estas prácticas, conmemoraciones y rituales en torno a la muerte, la interrogante sobre la fragilidad de las familias actuales ante los constantes acechos de la muerte, y la reconstitución que experimentan en su estructura de cara a la desaparición de padres e hijos varones.

A las similitudes que encontramos en las narrativas de los diferentes sectores y que expusimos previamente, vale contraponer lo que hace única a cada una de las comunidades al reconstruir sus memorias. Respecto a las instituciones, existe el acuerdo entre los representantes de los diferentes sectores, sobre la existencia de una crisis de alcance progresivo que se refleja a través del deterioro de las instituciones. La crisis está asociada al sistema político y se asume como producto de la falta de atención gubernamental. Sin embargo, para enfrentar la crisis, en La Vega y Carapita, las narrativas aluden a una dependencia de la externalidad: la situación es difícil, pero las soluciones pareciera que son más del dominio externo que del control propio. En contraste, en Los Flores de Catia y en el 23 de Enero, a partir de las informaciones es posible apreciar una gestión de miembros de las comunidades para revolverse en la crisis de manera individual o colectiva.

Un punto de coincidencia que se encuentra en los relatos de La Vega, Carapita y Los Flores de Catia es la acción violenta de exterminio y destrucción que realizan en las comunidades populares los cuerpos del Estado: civiles (colectivos armados) y policiales (FAES, CICPC). Los colectivos armados, asociados a los delincuentes de siempre, hoy son parte de la delincuencia organizada que tiene el control sobre las comunidades, es el caso de Los Flores de Catia. En el 23 de Enero, se percibe que este control ejercido por un solo grupo, mantiene el límite de las acciones delictivas independientes y/o de las bandas organizadas que antes existían. Una historia de bandas que se eliminan entre sí, y cada cierto tiempo surge una nueva, es la experiencia que definen los grupos de La Vega y Carapita.

En cuanto a la violencia y la muerte como su consecuencia última, los relatos en La Vega y Carapita destacan como protagonistas a los cuerpos de seguridad del Estado en el rol de ejecutores. En contraste, las memorias producidas en Los Flores de Catia y el 23 de Enero refieren que las expresiones de violencia y muerte han pasado de periodos de alta conflictividad armada en las calles a encontrarse en un momento en el cual son sometidos a la vigilancia constante de los colectivos armados. Sin embargo, en todos los sectores, la violencia sigue presente y cobra invariablemente vidas de jóvenes varones, lo que genera graves quiebres en la vida de sus familias.

El ritual asociado a la muerte ha experimentado transformaciones. Hoy la música, la fiesta, marcan el tiempo previo a la sepultura, tiempo que pueden ser varios días en los que ocurre la despedida del difunto, pero también el encuentro entre vecinos. Estas actividades, por lo general se realizan en las casas o apartamentos y mezclan el ritual católico con otras prácticas no convencionales. Así lo manifiestan los representantes de Carapita, La Vega y el 23 de Enero.

Respecto al rol de la Iglesia católica, mientras que las comunidades de Los Flores de Catia, el 23 de Enero y La Vega rememoran la fuerte presencia de esta institución, los vecinos de Carapita nos señalan que si bien la Iglesia ha desempeñado un papel importante en la generación de redes de devotos en la zona, parece crear un menor impacto en el momento actual de conflicto sociopolítico y fractura de la institucionalidad. Por otro lado, en Carapita y el 23 de Enero las figuras principales de la Iglesia católica han sido los laicos comprometidos y las congregaciones de religiosas que hacen misión en los sectores (con una presencia cercana y constante en las comunidades); en tanto que, en Los Flores de Catia y La Vega son las figuras de los sacerdotes jesuitas quienes centralizan este rol.

“De la remembranza a la reconstrucción”

A modo de cierre, lo que aquí no significa otra cosa que dar paso a la apertura de nuevas ideas y acciones socio-políticas, queremos reflexionar alrededor de dos funciones concretas de la memoria en el desarrollo de este trabajo en los sectores populares: la memoria para “reconstruir lazos sociales” y la memoria como “enseñanza social”.

En el primero de los casos, la memoria para “reconstruir lazos sociales”, el trabajo con los grupos de encuentros de la memoria ha permitido distinguir al recuerdo, en su expresión colectiva, como proceso que se erige y favorece la restitución de los vínculos sociales y proyectos de vida fragmentados dentro de las comunidades, a consecuencia de diferentes hechos e incidentes –en nuestro caso– de confrontación sociopolítica experimentados por los venezolanos en los últimos veinte años. Aquí la remembranza cumple con el propósito del reconocimiento y la reconstrucción, en tanto propicia la exposición, da rostro y atribuye responsabilidades a lo que constituyen aprehensiones y malestares individuales y sociales. También, esta función de la memoria permite anticipar y proyectar desafíos frente al futuro como los que indicamos seguidamente:

  • En los líderes existe la demanda de una atención que afiance sus capacidades, en estos tiempos de resistencia y sobrevivencia.
  • Es clara la intencionalidad que estos grupos de líderes tienen de incidir, como otrora lo hicieron, en la vida comunitaria a partir de acciones concertadas que den lugar al cambio.
  • Se propone como prioritario dentro de sus necesidades, el crear alianzas institucionales que reestablezcan y reafirmen el sentir del desarrollo de la comunidad como un todo, en este momento que confronta problemáticas serias que minan sus bases.
  • El valor de la participación comunitaria se reconoce como un dispositivo clave de reconstrucción del mundo y las experiencias sociales.
  • Se plantea la exigencia de afianzar y consolidar iniciativas, procesos y prácticas que apoyen el fortalecimiento de las capacidades organizativas y el desarrollo de las comunidades.
  • Resulta un imperativo la reconstrucción del tejido social desde el rescate de las confianzas básicas, el restablecimiento de los lazos sociales primarios y el reconocimiento del valor de “lo colectivo”, a partir de lo que hoy es su padecimiento social compartido.
  • Las comunidades requieren reafirmarse en sus sentidos, significaciones y acciones, en su identidad, para lograr la recuperación crítica de sus procesos históricos y poder asumir nuevamente el liderazgo de la lucha por sus reivindicaciones.
  • La Iglesia católica se ratifica en las narrativas del recuerdo como institución social de enlace, que puede procurar vías y orientar procesos de reflexión, discusión, reconciliación en los emprendimientos y desarrollos futuros en materia de justicia y reparación social.
  • Junto con la Iglesia católica las instituciones educativas a ella vinculadas, continuarán siendo centro que congrega el respeto y credibilidad por parte de las comunidades; pero también, el eje de acciones coordinadas para promover quehaceres organizativos y participativos de ellas.
  • El rescate de la institucionalidad como parte del papel del Estado conjuntamente con la sociedad civil, representa desde las memorias de las comunidades, no solo un desafío sino un deber en este momento del país.

En el caso de la memoria como “enseñanza social”, esta función busca dar a conocer los hechos del pasado reciente vivido por los testigos de las comunidades, a partir de narrativas que condensan sentidos transversales: “nunca más”, “no olvidar” en la búsqueda de la no repetición; dar a conocer las vivencias de primera mano de unos actores sociales para propiciar el conocimiento por parte de otros actores y generar compromiso social.

Las memorias permiten señalar las vivencias que experimentan miembros de comunidades ubicadas en sectores populares y desde allí quieren ser un recordatorio de su existencia, una expresión de su acontecer, un pronunciamiento público sobre problemáticas auténticas afrontadas en el tiempo, una alerta sobre realidades concretas que afectan a grandes grupos de venezolanos, una provocación para gestionar el cambio, una tarea pendiente para otros venezolanos en la cual “anotarnos”, es parte de nuestro deber.

En este marco resulta clara la convocatoria que implica a muchos, aquellos con la voluntad y sensibilidad social necesarias para apoyar una práctica social frente a situaciones complejas que se viven en las comunidades y sobre las cuales las memorias recogidas nos advierten. Algunas de ellas: disolución de las familias por migración –niños “dejados atrás”. Falta de valores en los jóvenes para desarrollar compromiso y acción social. Dificultad de los miembros de la comunidad para el acceso a la salud. Inseguridad y atropellos policiales. Deficiencia de servicios públicos. Apatía y desgaste que tienen las personas, ante la situación que se vive en el país.

Finalmente, como experiencia directa de los líderes implicados, los encuentros de la memoria han representado un re-activar de procesos comunitarios silenciados por la crisis que vivimos en el país, y un re-afirmar a los líderes en el compromiso con el quehacer que ha definido y orientado sus prácticas dentro de las comunidades:

Este estudio ha significado un “espacio diferente” para los diversos actores que han participado. Ha supuesto algo que va más allá de la dinámica de una comunidad cristiana que versa casi única y exclusivamente sobre los aspectos de la fe, con algunas pinceladas permeadas por problemáticas comunitarias compartidas…

Por primera vez, de una manera sosegada, y no exenta de ciertas tensiones, tocamos puntos álgidos que cuestionan el sistema político actual con gran apertura y respeto, pese a las diferencias. “Esto” ha calado de modo profundo en el imaginario y las realidades concretas de las personas en su totalidad, lo que se ha evidenciado en una narrativa dolorosa que pone al descubierto una merma en la calidad de vida, pero con atisbos de esperanza que abren caminos hacia una reconstrucción histórica capaz de crear posibilidades(13).

Leer parte II

Notas: 

13. VERAMENDI, en Mora-Salas, L. y Veramendi, J. (2019). Memorias de Los Flores de Catia: La comunidad como testigo del pasado vivo (En prensa).

*Doctora en Humanidades; MPhil. Filosofía de la Práctica; MSc. Psicología del Desarrollo Humano; Lic. Psicología, mención Psicología Social. Profesora Asociada e Investigadora del Instituto de Psicología.

** Doctora en Psicología, MSc. Psicóloga Social; Lic. Psicología. Profesora Titular e Investigadora del Instituto de Psicología.

*** MSc. Psicología Social, Lic. Psicología. Profesor Instructor e Investigador del Instituto de Psicología.

Fuente: Revista SIC | Marzo 2020 | N° 822.

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