Revista SIC 805
Junio 2018
El presupuesto para tratar de las elecciones presidenciales del 20 de mayo es que fueron absolutamente ilegítimas. No es necesario decir más al respecto. Nos adherimos a lo dicho y argumentado por la Conferencia Episcopal.
Por tanto, el único sentido de acudir a votar y por tanto de que hubiera otro candidato, es que hubiera otra posibilidad para los que, por depender del Gobierno, tenían que acudir a votar obligatoriamente, y, además, para que el Gobierno viera claro o comprobara una vez más que tiene muy poca base.
Ahora bien, el objetivo de Maduro al convocarlas fuera de tiempo y de las formalidades reglamentarias, que era aplastar a la oposición, no se cumplió porque lo que resultó patente, incluso para los adalides del régimen, aunque no quieran reconocerlo, es que en ellas se evidenció que “el rey estaba desnudo”: que el régimen no tiene ni tres millones de seguidores voluntarios y de ellos más de la mitad lo son porque se aprovechan de la situación y viven muy por encima de sus posibilidades, en todas las clases sociales, porque Chávez popularizó la corrupción y Maduro ha profundizado este camino perverso. No creemos que supere mucho el millón los que aún creen en los sueños de Chávez y viven de ilusión (“de ilusión también se vive”), creyendo defender la causa popular, atacada por todos los frentes, como no se cansan de pregonar los voceros del régimen.
En efecto, de los seis millones doscientos mil votos que sacó Maduro hay que descontar un millón y medio por trampas y dos millones que votaron obligados por la dependencia y coaccionados por la amenaza de acabar muriéndose de hambre, al perder lo que les da el régimen, si no votaban por él. Este número se habría disminuido bastante, si hubiera habido una campaña persistente haciendo ver que el voto es realmente secreto y que aquellos que votaban porque pensaban que en ello les iba la vida, con tranquilidad de conciencia podían decir que iban a votar por Maduro y sentirse en libertad para votar en conciencia, porque quienes los presionaban lo hacían contra todo derecho. Esta campaña hay que hacerla de todos modos, porque es muy importante que quienes dependen físicamente del Gobierno, no dependan psicológicamente y recuperen su libertad de conciencia.
Es cierto que el régimen ha dado demasiadas muestras de que no le interesa lo más mínimo la suerte del país y específicamente de los venezolanos. Hace tiempo que el Gobierno no gobierna y que ha vaciado al Estado y todas las energías las emplea en la propaganda y en la represión. Pero ninguna dictadura vive únicamente reprimiendo. Tiene que tener una masa crítica mínima de adherentes. Pues bien, creemos que estas elecciones han evidenciado que esa masa crítica puede que ya no exista y que en los meses que seguirán se hará más exigua todavía.
Hemos insistido en que el Gobierno ha venido dedicando mucha atención a la propaganda y tenemos que reconocer que era muy buena para sus fines, aunque no tuviera que ver nada con la realidad. Porque es propio de los métodos totalitarios que emplea esta dictadura la pretensión de que la gente viva en sus palabras apodícticas y repetidas sin cesar, que crean un mundo de sentido sin referencia a la realidad. Pues bien, esa maquinaria no funcionó en estas elecciones. No encontraron palabras, que es lo que no les había faltado hasta ahora. El eslogan: “Juntos podemos más” y “juntos todo es posible” no puede ser más pobre y menos convocante. En efecto, según los cómputos oficiales, los que están juntos, se entiende, que alrededor de Maduro, que pretende equivaler a alrededor de Chávez, son realmente pocos.
Éste es el fruto de la estrategia abstencionista. Que no es un fruto pequeño.
Qué se prevé para los próximos meses
La pregunta postelectoral es la siguiente: ¿Seguirán teniendo recursos para alimentar a la red montada de saqueo y complicidad? Si el Gobierno de Canadá hubiera cumplido lo que prometió solemnemente respecto de la prohibición de sus empresas, concretamente mineras, de hacer negocios con el Gobierno venezolano, el Gobierno estaría en fase terminal. Lamentablemente no tenemos esperanza de que Canadá cumpla su compromiso. El dinero puede más que las buenas intenciones. De todos modos, no creemos que el Gobierno venezolano vaya a tener capital para que funcione el mínimo indispensable, porque la producción nacional de alimentos y de otros insumos imprescindibles bajará más todavía y las divisas son demasiado exiguas para comprar en el exterior. Por eso, tanto el capital para mantener las lealtades cómplices como las dádivas para mantener la dependencia del pueblo escasearán aún más que ahora, que ya es decir, poniendo en peligro la viabilidad del Gobierno. Dolorosamente esta situación también afecta las posibilidades de sobrevivencia de todos los venezolanos.
Cada día lo va a tener más difícil. En este plano inclinado puede tener los días contados. Porque no esperamos que haga ninguna rectificación, porque la única rectificación superadora pasa por admitir lealmente a la empresa privada y a la libre competencia, estimulando su productividad, con todo lo que eso conlleva, exigiendo por otra parte que cumpla su responsabilidad social. El correlato de esta dirección es que el Estado vuelva a funcionar y para eso, que los empleados del Estado lo sean por su competencia, eficiencia y probidad, y no por su lealtad al Gobierno. No creemos posible que dé este viraje, aunque lo celebraríamos. Por tanto, lo único que hará será aumentar los controles y la represión, más de lo mismo que solo ha servido para asolar y desolar al país.
Papel de la oposición
El papel de la oposición, a nuestro modo de ver, es hablar de todo esto con la gente lo más cotidiana y pormenorizadamente posible e ir sembrando la visión de una alternativa superadora de la manera más analítica posible.
En primer lugar, tiene que recuperar su capacidad de comunicarse con la gente, no solo a través de los medios de comunicación y de las redes virtuales sino también e incluso, sobre todo, a través de contactos directos personales y en grupos. Daría la impresión de que todo está demasiado cogollizado. Tienen que trabajar asiduamente a sus propias bases y desde ellas tratar con la gente de a pie y con grupos e instituciones. Los tres temas imprescindibles serían: ante todo, el análisis de la realidad lo más analíticamente posible, dando elementos para que la gente saque sus conclusiones y no, en primer lugar, meros juicios y tomas de posición. Lo segundo, diseñar, también lo más pormenorizadamente posible, la alternativa superadora a la situación actual. Y lo tercero propiciar una formación de fondo en los tópicos más elementales como la vida, la persona humana, la familia, el trabajo, la comunidad y la sociedad, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad, el estado de derecho, la política, la economía… cuidando de tratar de estos temas no doctrinariamente sino empezando por la realidad, continuando por su discernimiento y arbitrando seguidamente alternativas superadoras.
Lo que la oposición no puede hacer es volver a las guarimbas y menos propiciar una intervención extranjera. Eso es hacerle un favor al Gobierno, ya que es perder la razón y por tanto ponerse en su mismo terreno de la fuerza.
Quehacer de la Iglesia y más en general de los cristianos
Los cristianos tenemos que atender, en primer lugar, la emergencia humanitaria. Cuando muchos, demasiados, se están muriendo de hambre o de enfermedades desasistidas, no bastan buenas palabras; es imprescindible actuar.
En segundo lugar, tenemos que vivir en la cotidianidad. Si nos ponemos en manos de Dios conservaremos la paz y dedicaremos todas nuestras energías a ocuparnos proactivamente y no a deprimirnos o a maldecir la situación.
Ahora bien, desde esta dedicación constructiva, lo más específico que Dios nos pide es poner a los más posibles en manos de Papadios para que, con esta confianza básica, puedan vivir con consistencia personal y solidariamente. Solo con personas así será posible construir una alternativa superadora.