Por Isaías Covarrubias Marquina
Una de las escenas que más me gustan de Forrest Gump es cuando se reencuentra con Jenny en Washington tras su regreso de la Guerra de Vietnam. Luego, cuando Forrest ve a la pareja de ella golpeándola en medio de una discusión, le da su buen merecido al malnacido. Igual ella perdona al tipo y este justifica su ira y su violencia contra ella diciéndole: es ese HDP de Johnson –el presidente de los Estados Unidos-. Recuerdo la justificación del tipo porque es muy similar a las justificaciones que están dando en Chile los “espontáneos” protestantes que continúan saqueando e incendiando negocios privados y destruyendo bienes públicos, incluyendo el del origen de las protestas: el metro, el cual al parecer dejará de funcionar por unos meses debido a los severos daños que le causaron y todo esto a pesar que el gobierno chileno revirtió ayer la medida del aumento del transporte.
Pero ciertos grupos de izquierda radicales e incluso -lo voy a decir por qué lo pienso así- no tan radicales, justifican la violencia porque, piensan ellos, siempre hay motivos para entrar en acción mientras no desaparezca la propiedad privada de los medios de producción, origen del capitalismo y de todos los males de la humanidad, según cualquier evangelio marxista al uso. Desde esta perspectiva, si eliminan la medida de aumento del precio del metro, apuntan a la pobreza, la desigualdad, el sistema, el imperialismo, el neoliberalismo o el HDP gobernante de turno que, según el parecer de estos grupos extremistas, sea el responsable o culpable de que ellos desaten la violencia e incluso el terror. Y no es que no existan en Chile ni en otros lugares problemas derivados de la pobreza, la desigualdad económica, de la globalización, de las luchas geopolíticas de los grandes poderes económicos y militares o de grupos políticos mediocres que acceden al poder en sus naciones. Puestos a buscar causas siempre las encontrarán, lo que en el argot marxista al uso se denominan “condiciones objetivas”. Pero la pregunta es si realmente estos problemas justifican la violencia, la destrucción y si acaso de esta manera conseguirán sus fines. Unos fines que una vez conseguidos reflejarán seguramente un panorama desolador de destrucción, les lleve un año o 20, como le llevó al socialismo del siglo XXI venezolano.
En realidad este cuento de la justificación de la violencia es tan viejo que en un debate sobre el 12 de octubre en otra red social en la que participo intuí lo muchas veces sabido pero tantas veces olvidado: que la crítica de los marxistas al genocidio, saqueo, robo, depredación que vino con el descubrimiento y la conquista de América por parte de los europeos, es la explicación que se acomoda mejor a la “acumulación originaria del capital”. Si la acumulación originaria del capital, ocurrida hace un poco más de 500 años, tuvo un origen violento, depredador, pues se justifican los métodos violentos, en pleno siglo XXI, para regresar la situación al estado del “buen salvaje”, donde no existía la propiedad privada. Y el “buen revolucionario” tiene el deber moral de encender la pradera en el momento que se prenda una mecha para justificar el alcance de esta meta.
Por lo pronto, esta ola de violencia que parece irrefrenable y regarse por buena parte de América Latina, es probable no se detenga tan fácilmente. A pesar que la medida que causó las protestas originales en Chile se revirtió, los severos daños a los bienes y servicios privados y públicos e incluso daños personales con heridos y fallecidos continúa. Y, como el tipo desagradable en Forrest Gump, quienes protestan y han vuelto todo un caos sigue justificándose ad infinitum señalando quienes son los responsables o culpables de sus acciones violentas. Lamentablemente, un Forrest Gump que aparezca y les dé su merecido solo se ve en las películas.