Isaac Nahón Serfaty
La siembra del odio que el chavismo se ha esmerado en cultivar ha trascendido las fronteras de Venezuela. Grupos de activistas, muchas veces con el apoyo tanto financiero y logístico de las representaciones diplomáticas de Venezuela y Cuba, se movilizan en varios países para repetir las mentiras que el régimen que encabeza Nicolás Maduro repite día a día en el país.
Recientemente me ha tocado presenciar cómo actúan estos grupos, la mayoría de las veces compuestos por nacionales de varios países (y con muy pocos venezolanos), que se dedican a sabotear las actividades que buscan presentar una visión distinta en el exterior de la dinámica social y política en Venezuela. El pasado 7 de mayo unos cuantos revoltosos pretendieron sabotear una charla que la diputada María Corina Machado dio en la Facultad de Derecho de la Universidad de Ottawa en Canadá. La actividad, que había sido convocada por la comunidad venezolana con el apoyo del Centro de Educación e Investigación de Derechos Humanos de la universidad, estuvo abierta a todo el público. Estos militantes, no más de una decena, comenzaron a gritar consignas contra la diputada calificándola de “asesina” y “traidora”, mostrando al mismo tiempo unas inmensas pancartas a todo color, que deben ser por cierto muy costosas.
Estas redes del odio funcionan bien coordinadas. Están a la caza de la visita de algún representante de la oposición democrática venezolana o de alguna protesta de venezolanos en el exterior, para movilizar a los “cuatro gatos” que tienen distribuidos en varias capitales del mundo con el fin de hacer ruido, gritar consignas huecas y repetir la cantaleta de la “revolución bonita”. Multiplican y difunden sus mentiras y discurso de odio a través de Facebook, blogs, Twitter.
A veces estos militantes aparecen retratados con funcionarios de los consulados y embajadas de Venezuela, participando en actividades de abierto proselitismo político, como lo hicieron en la campaña que llevó a la presidencia a Maduro en abril de 2013. Todo lo hacen a la luz del día dejando pruebas en la esfera pública de hechos que pudieran ser considerados ilícitos y que hablan, por decir lo menos, de supuesta malversación de fondos del Estado venezolano. Pero qué es una raya más para un gobierno que ha hecho del irrespeto de la Constitución y las leyes su marca de fábrica.
A las redes del odio se unen ciertos académicos que salen a defender al régimen autoritario venezolano con débiles argumentos que no aguantan una mínima confrontación con los hechos. Estos académicos son ciegos y sordos ante las evidencias, aunque éstas sean irrefutables y hablen por sí solas. Una profesora canadiense de la Universidad de Ottawa, Susan Spronk, publicó recientemente un artículo en el que prácticamente justifica la represión contra los estudiantes porque ellos estarían participando en una “revuelta de los ricos”. El artículo de Spronk mereció una contundente respuesta de otra académica canadiense, Victoria Henderson, quien se preguntó con razón porqué hay profesores que legitiman la represión del Estado contra los estudiantes venezolanos (pueden leer el artículo de Henderson aquí).
Parece que las motivaciones ideológicas inhabilitan el entendimiento de algunos profesores. Peor aún, la ideología anula el juicio ético y la natural repulsa moral ante el asesinato, la tortura y el encarcelamiento de ciudadanos que protestan. Uno podrá presentarles las múltiples evidencias, como las que recoge el más reciente reporte de Human Rights Watch sobre la violencia de Estado ejercida contra los manifestantes en Venezuela. No servirá de nada. Su ceguera moral no les permitirá ver la realidad. La internacional del odio seguirá haciendo su trabajo, aunque cada día les resultará más difícil engañar a la gente.
* Periodista venezolano y profesor en la Universidad de Ottawa (Canadá)