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“La Iglesia está llamada a acompañar y compartir el dolor del pueblo amazónico”

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Los indígenas “son los custodios de la selva y de sus recursos”, afirma el ‘Documento de Trabajo’

Luis Miguel Modino

El Sínodo de la Amazonia es un proceso, del que este viernes, 8 de junio, con la publicación del Documento de Trabajo, se abre una etapa de particular importancia, como el mismo documento, en su preámbulo, da a entender, al afirmar que los nuevos caminos de evangelización “deben ser pensados para y con el Pueblo de Dios que habita en esa región”, mostrando así la necesidad de un trabajo a partir de la escucha “a los pueblos indígenas y a todas las comunidades que viven en la Amazonia”, y que se enfoca “a la Iglesia universal y también al futuro de todo el planeta”.

Siguiendo un método presente en la Iglesia Católica, especialmente desde el Vaticano II, se ofrece un estudio, en el que se comprueba el buen hacer de los asesores, desde la perspectiva del ver, discernir y actuar. Al hablar de la Amazonia es de particular importancia el concepto de territorio, lo que nos lleva a entender que hay muchas Amazonias, como se comprueba en un recorrido por la región, donde el agua “se convierte en el elemento articulador e integrador”.

A la diversidad territorial se une la socio-cultural, marcada por el devenir histórico de sus pueblos, especialmente los indígenas, de quienes se dice ser los “custodios de la selva y de sus recursos”, amenazada hoy por grandes intereses económicos, que ponen en juego su supervivencia, siendo muchas veces expulsados para aglutinarse en las ciudades, que crecen a un ritmo frenético, concentrando entre el 70 y 80% de la población regional.

El documento insiste en un problema real y preocupante en la región, como es el consumo de drogas y alcohol, que “representa una herida profunda en los cuerpos de los diversos pueblos amazónicos”. Al mismo tiempo se resalta “el crecimiento dramático del tráfico de personas, especialmente el de mujeres, para fines de explotación sexual y comercial”.

En la Amazonia existen unos 390 pueblos diferentes, que muestran en su identidad una rica diversidad, pueblos que “han vivido desde los primeros contactos con los colonizadores fuertes amenazas externas”, lo que hoy se perpetúa, especialmente entre los pueblos en aislamiento voluntario. El documento constata que los indígenas no son entendidos y tradicionalmente han sido menospreciados, olvidando que, como señalaba el Papa Francisco en Puerto Maldonado, “tienen mucho para enseñarnos”, lo que uno constata en la convivencia cotidiana. En ese sentido, cada vez se está dando una mayor y mejor organización de esos pueblos.

En la Amazonia la presencia eclesial ha marcado la historia de la región, siendo el Vaticano II un momento clave que cambió el modo de relacionarse entre la Iglesia y los pueblos indígenas. Es necesario cambiar el paradigma que lleva a ver a la Amazonia como despensa de recursos naturales, lo que traduce en continuos conflictos como consecuencia de la regularización de las tierras que tradicionalmente han pertenecido a los pueblos originarios, y cuya protección se ha convertido en una exigencia ética fundamental.

La “comunión con las otras personas, con el mundo, con los seres de su entorno y con el Creador” define el buen vivir en la Amazonia. Los pueblos indígenas viven una espiritualidad de total comunión, sostenida por los sabios y expresada en una gran diversidad cultural y religiosa, que fomenta un modo de relación, que podemos identificar con el concepto de ecología integral.

El proceso de discernimiento debe llevar a una conversión ecológica, fundamentada en el hecho de que anunciar el Evangelio de Jesús en la Amazonia debe estar basado en una dimensión bíblico-teológica, social, ecológica, sacramental y eclesial-misionera. De hecho, la Biblia insiste mucho en la dimensión creadora y de la bondad de lo creado, que “nos invita a alabar la belleza y armonía de las creaturas y del Creador”, aspecto también muy presente en las espiritualidades indígenas.

Nadie puede olvidar que “evangelizar implica comprometerse con nuestros hermanos y hermanas, mejorar la vida comunitaria y así hacer presente en el mundo el Reino de Dios”, que conduzca a “un verdadero desarrollo humano integral”, “a trabajar en contra de las desigualdades sociales y la falta de solidaridad mediante la promoción de la caridad y la justicia, de la compasión y del cuidado”, entre las personas y con todos los seres. Por eso, “la Iglesia está llamada a acompañar y compartir el dolor del pueblo amazónico, y a colaborar en la sanación de sus heridas, poniendo en práctica su identidad de Iglesia samaritana”.

Los procesos de evangelización deben estar “vinculados a un proceso integral de desarrollo humano”, fomentando todo lo relacionado con el concepto de ecología integral, que insiste en la armonía personal, social y ecológica, reconociendo el papel de custodios de la creación tradicionalmente desempeñado por los pueblos amazónicos, sobre todo los indígenas.

Uno de los aspectos que muchos consideran básicos de cara al Sínodo de la Amazonia es la dimensión sacramental. El propio documento se muestra consciente de esa situación, al afirmar que “una mirada contemplativa y una práctica sacramental acorde son clave para la evangelización en la Amazonia”.

Junto con eso, el documento nos lleva a afirmar que, si existe un lugar donde debe hacerse realidad una Iglesia en salida, misionera por naturaleza, es en la Amazonia. Una Iglesia donde “la alabanza a Dios necesita estar acompañada por la práctica de la justicia a favor de los pobres”, sin olvidar que esta es una “misión necesita de la participación de todos, y de una reflexión amplia que permita contemplar las condiciones históricas concretas tanto sociales, ambientales y eclesiales”.

Todo conocimiento y discernimiento debe llevar a la acción, que en el caso del Sínodo debe conducir a nuevos caminos para una Iglesia con rostro amazónico, en la que aparezcan la sabiduría y conocimiento local que ayude a adentrarse sin destruir el tesoro que encierra la región, y a responder a las situaciones de injusticia, desde una atención a lo local y a las microestructuras, para superar la globalización de la indiferencia y la lógica dominante. Una Iglesia presente en las periferias, “lugares privilegiados de experiencia evangelizadora”, aspecto presente en la vida de tantos misioneros y misioneras.

Es necesaria una actitud profética frente a la actual crisis socio-ambiental, superando “la miopía, el inmediatismo y las soluciones cortoplacistas”, desde una perspectiva global que nos lleve a entender que todo está conectado y que es necesario un desarrollo integral y sostenible, que haga realidad una vida humana digna. Al mismo tiempo, se hace necesario aprender de los pueblos indígenas que “en su amor por su tierra y su relación con los ecosistemas conocen al Dios creador, fuente de vida”.

El documento insiste en la necesidad de ministerios con rostro amazónico, que respondan a los desafíos presentes. Esto exige propuestas valientes, osadía y no tener miedo, para que a través de ministerios participativos se haga “de los pueblos indígenas y comunidades los principales interlocutores en todos los asuntos pastorales y socio-ambientales en el territorio”, que transforme la presencia precaria en una presencia más amplia y encarnada, que genere la posibilidad de que todos los bautizados tengan acceso a la misa dominical, llegando a hablar de posibles ministerios oficiales para las mujeres.

“Los nuevos caminos tendrán una incidencia en los ministerios, la liturgia y la teología (teología india)”, reconoce el texto, que habla también de la necesidad de que la Iglesia reconozca las semillas de la Palabra. Se insiste en que todos deben entrar en un nuevo camino eclesial, fundamentado en una espiritualidad de contemplación y de gratuidad, que lleve a sentir alegría en convivir con los pueblos indígenas, de aprender su lengua, percibiendo su cultura y espiritualidad y trabajando desde la interculturalidad y la comunión entre los misioneros autóctonos y quien llega de fuera, haciéndose uno.

Por encima del texto, escrito con un lenguaje sencillo, pero al mismo tiempo de modo profundo y brillante, mostrando a grandes pinceladas la realidad, vida y posibilidades de la Amazonia, podemos considerar como elemento decisivo las treinta preguntas que, basadas en las explicaciones previas, aparecen al final del documento. En la medida en que sean respondidas en el mayor número de ámbitos, eso puede ayudar decisivamente a hacer realidad el deseo del Papa Francisco, establecer una dinámica de escucha que construya el proceso sinodal a partir de las voces de la Amazonia y de los diferentes pueblos que la habitan.

Leyendo el texto se percibe que son posibles cambios que no hace mucho tiempo eran lejanas utopías, sueños cada vez más reales que pueden construir esa Iglesia con rostro amazónico e indígena que muchos queremos.

 

 

Fuente:

http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2018/06/08/sinodo-de-la-amazonia-nuevos-caminos-a-ser-pensados-para-y-con-el-pueblo-de-dios-religion-iglesia-documento-trabajo-indigenas-mujeres-laicos-ministerios.shtml

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