José G. Delgado H
En el contexto venezolano la crisis actual genera la necesidad del diálogo, la mayor crítica que se hace al proceso de diálogo es el acompañamiento de la Iglesia, a partir de mentiras y medias verdades, entre los opositores y los partidarios del gobierno, se quiere descalificar la representación del Papado.
Como creyente y miembro del Pueblo de Dios, quiero escribir estas líneas sobre la Iglesia del Diálogo, para aclarar el panorama en favor de la verdad, que nos permita avanzar juntos en los cambios que todos queremos para este país, a partir de nuestra condición dialogante, tomando en cuenta seis consideraciones generales.
1.- La Iglesia es un actor invitado
Al diagnosticar la situación de Venezuela, es muy probable que la gran mayoría respalde la referencia al desgobierno representado en el madurismo impopular, pero, el papel de la oposición no es llegar al derrocamiento de ese madurismo, que nos ha traído a una encrucijada política entre la dictadura o la democracia, sin una salida aparente.
El papel de los opositores es promover una alternativa política de cambio en la situación, a partir de los mecanismos constitucionales y democráticos, para que el pueblo decida el camino que quiere seguir en la búsqueda de una salida colectiva a la crisis.
En este contexto el llamado al diálogo tiene sentido si es honesto, sincero y constructivo de las condiciones para lograr el cambio del régimen: sabemos que la polarización y la historia vivida hace muy difícil que las partes en conflicto se sienten a la mesa del diálogo, por eso, el llamado conjunto a la presencia de acompañantes mediante factores externos, como UNASUR y El Vaticano, representado en el Papado. La Iglesia no se autonominó como mediador, es un actor invitado, para servir como acompañante del proceso de diálogo.
2.- Las partes aceptan el diálogo como camino de solución
Tomando en cuenta el carácter católico de la sociedad venezolana, sus exigencias de soluciones le permiten buscar el diálogo como un mecanismo de negociación, para sentar civilizadamente a las partes y encaminar las soluciones.
El verdadero coraje de oposición y oficialismo está en aceptar a los acompañantes y abrir las puertas al proceso de diálogo, un diálogo constructivo de las soluciones compartidas entre los venezolanos, un diálogo efectivo, que, no se ve como un proceso para que el madurismo gane tiempo y que la oposición lo pierda, no es un espacio para los escrúpulos y las ingenuidades, es la oportunidad de aceptar el dialogo como un camino de solución a la crisis desde una perspectiva ganar – ganar, sentando las bases humanas y organizativas para que cada uno de su aporte en la búsqueda y el encuentro del tiempo para la paz, pues, sin paz no hay diálogo y otras veces la paz es el camino para el diálogo.
3.- La iglesia es una institución de diálogo
Desde la oposición no se debe cuestionar sin motivos, a los acompañantes del proceso de diálogo. Los verdaderos protagonistas del diálogo son las partes en conflicto no los acompañantes.
En particular, asumiendo a la Iglesia como una institución de diálogo, las críticas a sus errores históricos o las conductas equivocadas de algunos de sus miembros, no son suficientes para cuestionar su papel hoy, debemos reconocer los esfuerzos de diálogo con el mundo, las culturas y la ciencia, para salir de sus épocas de oscurantismos y lograr las reformas internas necesarias, al estilo del Concilio Vaticano II.
En relación a los aspectos organizativos y los roles que desarrollan los hombres y las mujeres en la iglesia o decisiones desde el Papado para lograr los cambios y las rectificaciones necesarias desde una perspectiva institucional, reconociendo errores y avanzando en sus logros, la Iglesia actúa con una visión pastoral que promueve el diálogo y la participación de todos sus miembros, y en relación a la jerarquía no se privilegia el carácter piramidal en el ejercicio de sus funciones; desde hace muchos años se anda por el camino de la colegialidad y el servicio entre hermanos, para guiar la institución entre religiosos y laicos atendiendo cada uno a su carisma particular.
En consecuencia, la sola valoración del papel institucional de la Iglesia invocando episodios y casos particulares, conocidos en la historia de la Iglesia, dejando de lado su rol de Madre y Maestra de la Humanidad, es un flaco servicio al encuentro, la reconciliación y el perdón entre los venezolanos, aspectos que perfectamente pueden resultar del camino del diálogo, cuando se asume desde la verdad, la sinceridad y la justicia en la búsqueda de la paz.
4.- La Iglesia no es el héroe del diálogo
Cuando se plantean la existencia de héroes u hazañas en el marco del diálogo, definitivamente a la Iglesia no le corresponde este rol, las hazañas en el diálogo se deben reconocer en las partes en conflicto que a partir del respeto y el trato cordial, logran hablar y llegar a acuerdos que contribuyan a las soluciones que espera el pueblo venezolano.
Si el propósito es lograr una salida a la situación de crisis actual, señalar en forma expresa la salida descalificando a las partes o a los acompañantes en el diálogo, poco ayudan las palabras inapropiadas, se deben buscar las palabras que propicien los acuerdos y los resultados en positivo.
Si el propósito es la búsqueda de un nuevo país abierto al mundo y la modernidad, la deuda con la Iglesia está en reconocer sus palabras de guía, orientación, iluminación, desde la fe, el amor y la esperanza con sus reflexiones sobre lo que significa llegar al bienestar del pueblo y generar los cambios sociales desde los valores y los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Con la mira puesta en en aspectos como la justicia, el bien común, la subsidiariedad o la democracia, para una sociedad distinta y un cambio en las acciones del Estado, y a partir de las decisiones y las acciones que acuerden las partes en la búsqueda de la paz, la democracia o el bienestar del pueblo, es que se debe descubrir el mensaje de liberación y salvación desde la fe que se proyecta en la civilización del amor, como compromisos de todos los responsables de generar los cambios, para encontrar los héroes y las hazañas en los distintos actores que participan del diálogo.
5.- La Iglesia conoce nuestra realidad como país
A veces los comentarios para descalificar a la Iglesia Católica y el Papado, como acompañantes del diálogo, solo son una muestra del desconocimiento en esta materia, la Iglesia Católica está conformada por todos los cristianos católicos en cualquier país, y si en Venezuela la mayoría se declara como católicos, entonces no es solamente la jerarquía –sea Papado o Conferencia Episcopal–, también hay que agregar a los fieles religiosos y laicos.
La Iglesia conoce nuestra realidad como país, de allí el mensaje y las reflexiones de infinidad de documentos en declaraciones y pastorales que iluminan nuestra realidad y sus recomendaciones para el Gobierno, la Oposición y la Sociedad en su conjunto, en la búsqueda de soluciones en las situaciones adversas.
El montaje de la mesa de diálogo se logra por los aportes de las delegaciones que representan a las partes, por sus propuestas y análisis o a partir de los temas que se colocan en la agenda del diálogo, sin olvidar las mesas técnicas y los documentos que deben mostrar la realidad, los acompañantes solo sirven de testigos o referencias para orientar los debates y los acuerdos.
Lo importante no es quién aparece en la foto de la mesa de diálogo, allí están las caras y las voces que las partes acuerden, sentar a la mesa a Maduro o Ramos Allup es solo darles oportunidad de comprometerse con el diálogo; la Iglesia y UNASUR acompañan y testifican sus palabras y sus compromisos, para contribuir con el seguimiento y la evaluación de su cumplimiento progresivo.
6.- La Iglesia acompaña y guía el diálogo
El papel de acompañante que tiene la Iglesia y el Papado, se le reconoce por ambas partes, por el prestigio del Papa Francisco y la Jerarquía Vaticana, el Estado laico no desaparece porque es una realidad histórica y funcional, el espacio que se le da a la Iglesia, se corresponde con su disposición de aceptar las peticiones de intervención directa, presentadas por los actores políticos y la sociedad, a partir de hombres y mujeres de fe, que quieren el diálogo como alternativa y reconocer el buen servicio que presta la Iglesia en la situación de conflicto para ayudar a encontrar el camino de las soluciones.
El rol político del Vaticano, como todo Estado de la comunidad mundial, se reconocerá en la medida que contribuya a mejorar el bien común y la calidad de vida de los venezolanos, incluso, puede asumir un rol activo en acciones que se deriven del diálogo, intercediendo por los presos políticos o desarrollando los programas de ayuda en aspectos como la alimentación o la salud, tan deteriorados por la crisis.
La retribución y el precio por los logros políticos de la mesa, en gran medida se orientan es hacia las partes, en relación a los acompañantes un reconocimiento en los discursos y las notas de prensa o los análisis que se hagan en relación con el proceso de diálogo para mencionarlos para la historia es un precio mínimo, si el diálogo sirve para evitar la violencia y las muertes para muchos venezolanos.
En todo caso, eventualmente, el beneficio social es que los no creyentes se den cuenta que la Iglesia logró algo desde su mensaje espiritual y humano, que resulta incomprensible si no se tiene un poco de fe en Dios y en la Humanidad, y el precio a pagar sería un acto de contrición personal o una confesión pública por los malos pensamientos que se expresaron en un artículo de opinión, para descalificar de entrada el carácter de acompañante que se reconoce a la Iglesia en los encuentros y los diálogos que se den en el presente o en el futuro. Si mezquinamente no se reconoce el papel positivo que jugó la Iglesia Católica, desde la misma figura del Papa, en acontecimientos conflictivos de la humanidad a lo largo de su historia, es porque sencillamente la mente y el corazón se ocupan de otra cosa, en vez de reconocer el papel de la política vaticana y su bien para las naciones, grupos sociales o personas individuales, en pleno uso de su acompañamiento y guía de inspiración pastoral, con el buen uso de las palabras.