Por Alfredo Infante, s.j.
Los poderes del mundo conducen a toda la creación y, en ella, a la humanidad entera a la catástrofe. En 2014, el papa Francisco advertía que “los actuales conflictos alrededor del mundo pueden suponer ya una Tercera Guerra Mundial, luchada fragmentadamente”1.
Los esfuerzos por la paz de miles de organizaciones, instituciones y millones de hombres y mujeres de buena voluntad, esparcidos por toda la geografía mundial, se han topado, muchas veces, con el muro de los intereses económicos y geopolíticos de las potencias mundiales y las grandes corporaciones internacionales –regulares y mafiosas– que compiten compulsiva y vorazmente por la apropiación de los recursos naturales, los negocios y el control político del mundo. Es lo que en el libro del Génesis simboliza el mito de Babel.
Esta dinámica global tiene su expresión concreta y diferenciada en múltiples escenarios locales y regionales, configurando una tendencia dominante que define a la figura histórica vigente. Las migraciones forzadas por crisis políticas y medioambientales, las crisis de refugiados y los desplazamientos internos por la violencia en múltiples escenarios son indicadores de que la humanidad se enrumba hacia su propia destrucción, llevándose consigo a la madre tierra y excluyendo a gran parte de la población.
Ya el papa Francisco, en su Invocación por la Paz2, realizada el 8 de junio de 2014, rezaba:
Señor, Dios de paz, escucha nuestra súplica. Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas… Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: ‘¡Nunca más la guerra!; con la guerra, todo queda destruido’. Infúndenos el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz.
Señor, Dios de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino. Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón.
Mantén encendida en nosotros la llama de la esperanza para tomar, con paciente perseverancia, opciones de diálogo y reconciliación, para que, finalmente, triunfe la paz. Y que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre ‘hermano’, y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam. Amén.
Hoy, después de múltiples esfuerzos y diálogos para negociar la “paz” entre Rusia y Ucrania, la obsesiva pretensión de Putin por el control de Ucrania nos sitúa al borde de una guerra entre Occidente y el Kremlin que, dada la capacidad armamentística y las vinculaciones geoestratégicas de ambas coaliciones de poder, nos pone ante un escenario de guerra global con consecuencias impredecibles para la humanidad y el planeta entero. En este contexto, el papa Francisco ha hecho un llamado3 a todos los cristianos –y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad– a orar por la paz:
Quisiera hacer un llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas, para que hagan un serio examen de conciencia delante de Dios, que es Dios de la paz y no de la guerra; que es Padre de todos, no solo de algunos, que nos quiere hermanos y no enemigos. Pido a todas las partes implicadas que se abstengan de toda acción que provoque aún más sufrimiento a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional.
Y quisiera hacer un llamamiento a todos, creyentes y no creyentes. Jesús nos ha enseñado que a la insensatez diabólica de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno. Invito a todos a hacer del próximo 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, una jornada de ayuno por la paz. Animo de forma especial a los creyentes, para que en ese día se dediquen intensamente a la oración y al ayuno. Que la Reina de la paz preserve al mundo de la locura de la guerra.
Jesús, nos advierte en Mateo 20, 25-26:
Ustedes saben que los gobernantes de las naciones actúan como dictadores y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. Pero no sea así entre ustedes. Al contrario, el de ustedes que quiera ser grande, que se haga el servidor de todos.
Notas:
[1] www.bbc.com
[2] www.vatican.va
[3] jesuitas.lat
Fuente:
Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco del 04 al 10 de febrero de 2022/ N° 132. Disponible en: mailchi.mp