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La idea de Dios bajo sospecha

Crédito: Getty Images

Desde la fe y la religión, los textos freudianos dan pie para analizar perfectamente las conexiones que el mismo Freud establece entre la negación de Dios y los conflictos inconscientes no resueltos. Un recorrido por las posturas que afirman o desmienten el hecho religioso desde esta dimensión del pensamiento es lo que sigue

Emmanuel A. Rodríguez O., s.j.

Quisiera comenzar este artículo transcribiendo una frase de Freud tomada de Moisés y la religión monoteísta; él expresa lo siguiente: “¡Qué envidiable nos parecen, a quienes somos pobres de fe, aquellos investigadores que están convencidos de la existencia de un Ser supremo!”1.

Por esta razón, para comprender el “ateísmo” de Freud, es necesario conocer la historia y el contexto familiar del padre del psicoanálisis. Veamos una breve aproximación biográfica: Freud nace el 6 de mayo 1856 en Freiberg, hoy República Checa, fue el mayor de seis hermanos. Su familia se vio obligada a trasladarse a Viena para intentar salvar el negocio de lanas de su padre. A pesar de ser judío, Freud fue educado al margen de cualquier idea religiosa y nacionalista. Debido al creciente ambiente de antisemitismo que se respiraba en la capital austríaca, Freud decidió cambiarse el nombre y pasó de llamarse Sigismund a llamarse Sigmund, el nombre con el que sería conocido a partir de entonces2.

En este sentido, Le Priol intenta mostrar que el psicoanálisis no es el enemigo de la fe, ella señala que Freud, aunque era ateo y crítico de las creencias religiosas, no dejaba de estar impregnado de la cultura judía que le había visto nacer3. Palabras como las siguientes fueron dirigidas a Oskar Pfister, un pastor en Zúrich con el que Freud mantuvo correspondencia durante treinta años: en sí mismo, el psicoanálisis no es religioso ni lo contrario, sino un instrumento neutral del que puede servirse tanto el religioso como el laico siempre que se utilice para liberar a los que sufren4.

Siguiendo a Domínguez Morano, jesuita y psicoanalista español, podemos referirnos a la vigencia de Freud en la actualidad con la siguiente frase:

La afirmación resulta ya tópica: ‘Freud está superado’. Se oye por la calle o en el aula de la universidad. No importa que, en este último espacio, con más modestia, se matice que ‘estará superado en el correr de quince o veinte años’.5

No obstante, hoy Freud sigue estando vigente y su actualidad es innegable. Está por todos lados y sus “discípulos” ganan puestos en universidades donde promueven el psicoanálisis; asociaciones, sociedades y escuelas psicoanalíticas albergan un número cada vez mayor de analistas que “creen” en el psicoanálisis y en lo inconsciente; “… por todas partes, aun entre los prudentes jesuitas, se acoge a Freud con los brazos abiertos”6.

Sin embargo, desde la fe y la religión, los textos freudianos dan pie para analizar perfectamente las conexiones que el mismo Freud establece entre la negación de Dios y los conflictos inconscientes no resueltos. Evidentemente, dada la posición personal de Freud frente al hecho religioso, mencionada anteriormente, no cabe esperar que esas relaciones entre increencia y neurosis alcancen el mismo grado de interés y de análisis que las consagradas al tema de la experiencia religiosa7.

Para Domínguez Morano, uno de los elementos más cuestionables en la interpretación que realiza Freud de la religión es el olvido del factor femenino-materno en la conformación de la imagen de Dios. La imagen materna se constituye en la transmisora de bienestar, de seguridad y del sentimiento de la propia valía. Este vínculo es lo que posibilita la superación de la desconfianza, del sentimiento de estar abandonado en una indefensión radical, afirmando, junto a Dostoievski, que “… quien no tiene suelo bajo sus pies, tampoco tiene Dios”8.

Por su parte, Dolto, psicoanalista francesa, afirma que Dios es masculino a causa de nuestras representaciones inconscientes occidentales. Es decir, Dios representa la fuerza porque no la tenemos, pero para el niño es la madre la que puede rehacer sus fuerzas a través de su sonrisa, su voz, su presencia9.

De esta manera, Domínguez Morano señala que algo fundamental ocurrirá a lo largo del proceso de identificación con la madre: aparecerá la figura paterna para separar, de su relación simbiótica, a la madre y al hijo. La aceptación de la prohibición, de la no satisfacción inmediata y total del deseo, se convierte en la clave de toda la futura organización creadora del sujeto, pues:

A partir de este momento, toda relación con el otro se basará en la ausencia de Otro que se mostró como total y a la vez imposible. Y solo cuando ese Otro total se acepta como realmente imposible, es posible buscar y encontrar auténticamente a otro que sea real y verificable10.

Desde esta ordenación básica del deseo, la imagen de Dios recibe también una configuración fundamental. El objeto mental Dios adquiere nombre, forma y figura a partir de esta simbología de lo paterno que estructura el proceso de constitución de lo humano. La figura materna es la impulsora del deseo de Dios, pero es el símbolo paterno el que le confiere nombre, imagen y configuración. El símbolo paterno parece más idóneo para evocar la imagen de Dios, sin que llegue a ser exclusivo, pues como imagen global es más paterno, pero en cuanto a cualidades concretas parece poseer un rostro más materno11. A partir de esta visión, a mí parecer, es que podemos leer correctamente a Freud desde la fe y la religión.

Decimos que las diversas formas con que el hombre se ha procurado una idea de Dios, han obedecido a un asunto cultural que reside principalmente en el miedo. En ello, Freud observó parte del sentimiento de religiosidad y lo relacionó con un cierto estado de infantilidad y necesidad de protección12. En este sentido, el libre albedrío admite crear la idea de Dios a pesar de no estar seguros de su existencia, lo que es casi igual a su afirmación en sentido cartesiano13.

Así, la idea de Dios, que parece arraigada en los pensamientos más básicos y primitivos, para Freud está destinada a fundamentar un sistema de creencias originadas en la búsqueda, por parte del hombre común, del sentido de la vida. Citando a Goethe, Freud señala que, quien posee Ciencia y Arte también tiene Religión; quien no posee una ni otra, ¡tenga Religión!14.

Finalmente, Domínguez Morano expresa que “… la fe debe prestar atención y escuchar a ese cuestionamiento continuo que le viene del Psicoanálisis y debe también ir enunciando, modesta pero valientemente, lo que de modo continuo también va elaborando como respuesta”15, aunque no le corresponde al psicoanálisis pronunciarse sobre ningún tipo de enunciado de fe o de increencia. De esta manera, decimos que, “… el Psicoanálisis no sabe si Dios existe o no, sino tan solo interroga, a quien afirma o niega su existencia, sobre el significado oculto que esa afirmación o negación posee en su dinámica personal”16; eso, y nada más, en el ámbito de la fe y de la religión, es la tarea del psicoanálisis para liberar a los que sufren.

Notas: 

  1. FREUD, S. (1960): Moisés y la religión monoteísta. Losada, S.A. P. 148.
  2. JOLIBERT, B. (1993): “Sigmund Freud”. En: Perspectivas: revista trimestral de educación comparada. 23, (3-4). Pp. 485-499.
  3. LE PRIOL, M. (2020): ¿Es compatible el psicoanálisis con el catolicismo? En: LaCroix en español. Recuperado de: https://es.la-croix.com/glosario/catolico/es-compatible-el-psicoanalisis-con-el-catolicismo 
  4. BUSTAMANTE, C. (2001): “Carlos Domínguez Morano. ‘Sigmund Freud y Oskar Pfister. Historia de una amistad y su significación teológica’”. En: Teología y Vida. 42, (4). Pp. 490-492.
  5. DOMÍNGUEZ, C. (1992): Creer después de Freud. Paulinas. P. 9.
  6. PONTALIS, J. B. (1968): Après Freud. Gallimard, P. 26.
  7. DOMÍNGUEZ, C. (1992): Ob. cit. P. 43.
  8. DOMÍNGUEZ, C. (2006): Experiencia cristiana y psicoanálisis. Sal Terrae.
  9. DOLTO, F. (1981): La foi au risque de la psychanalyse. Seuil.
  10. DOMÍNGUEZ, C. (2006): Ob. cit. P. 57.
  11. Ibíd.
  12. FREUD, S. (1992): Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (dementia paranoides) descrito autobiográficamente (1911 [1910]). En: Obras Completas, vol. 12. Amorrortu.
  13. DESCARTES, R. (1975): Meditaciones metafísicas. 8va. Ed. Aguilar.
  14. FREUD, S. (1973): El malestar en la cultura. Alianza.
  15. DOMÍNGUEZ, C. (1992): Ob. cit. P. 27.

DOMÍNGUEZ, C. (2006): Ob. cit. P. 10.

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