(Jn 4,43-54)
Alfredo Infante sj
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús de vuelta a Galilea. La falta de fe que Jesús había encontrado entre los galileos le había llevado a afirmar nadie es profeta en su tierra. Según los sinópticos (Mt, Mc,Lc) la falta de fe se debía a que Jesús era uno de ellos. Se decían: «¿acaso no es éste el hijo del carpintero?». La falta de confianza de los galileos en Jesús era expresión de la falta de confianza en sí mismos. La fe es relación de confianza y cuando se pierde se restan las posibilidades para la recreación y la rehabilitación.
El evangelista Juan, sin embargo, sitúa el primer milagro de Jesús en Cana de Galilea, como señal de que no todo está perdido, que sí se puede recrear y rehabilitar nuestra realidad, con un resquicio de fe.
Hoy el Evangelio de Juan nos presenta a Jesús de vuelta a Galilea. Los galileos, para este momento, ya han oído hablar de los signos de Jesús y algunos, de suyo, han sido testigos presenciales en Jerusalén durante las fiestas. De regreso a Galilea sucede un encuentro entre Jesús y un funcionario. El hombre tiene un hijo enfermo y pide a Jesús que lo visite y sane. Jesús es fuerte en su respuesta. Ya se nota algo cansado porque mucha gente se le acerca no por fe, sino buscando señales y prodigios. Jesús no quiere una fe de espectáculos; él no es populista; viene a despertar, no a sustituir. Por eso le responde fuerte a aquel hombre «Si no veis signos y prodigios, no creéis». Pero aquel hombre insiste, no busca prodigio, su relación es de auténtica confianza.
Jesús descubre en él la fuerza de la fe y le dice «anda, tu hijo vive» El hombre confía, se atiene a la palabra transparente de Jesús, y nos cuenta el Evangelio que: «el hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía».
En Venezuela, como en Galilea, muchos han perdido la confianza en sí mismos y en los demás. Un indicador de la pérdida de la confianza es la búsqueda externa de prodigios. La pérdida de confianza en sí mismo es una de las raíces de los mesianismos y populismos, porque nos lleva a poner la salvación en un super sujeto externo; léase golpe militar, intervención extranjera, un líder emergente, que bajen los cerros, etc.
El mesianismo es un atajo que profundiza la desconfianza en nosotros mismos. Por eso, Jesús, siempre que sana y libera, pone el acento en «tu fe te ha salvado». Es el despertar de la fuerza interior de la fe la que nos moviliza y nos lleva a construir relaciones de confianza que rehabilitan la vida. La fe pone en camino a aquel funcionario, que no ha visto ningún prodigio, pero confía que la corresponsabilidad en la fe rehabilita la vida.
Concluye el Evangelio con la señal de vida: Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él le preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: “Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre» El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia La hora séptima, la hora de la vida, la hora en la que se reestablece la confianza y se rehabilita la vida.
Venezuela está en coma, con la confianza rota, a la espera de la hora séptima de nuestra conciencia, de nuestros corazones, la hora del restablecimiento de nuestra confianza, sin ingenuidad, con realismo humano, pero con fe en la vida.
Oremos Señor, danos la gracia de rehabilitar la confianza para recrear la vida. Que nuestros corazones, sin ingenuidad, con realismo humano, no pierda la esperanza de la hora séptima, la hora de la vida.
“Sagrado corazón de Jesús, en vos confío”
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela.