Por Kenneth Ramírez
La ciudad terrena, que no ha de ser sempiterna, porque cuando estuviere condenada a los últimos tormentos no será ciudad, en la Tierra tiene su bien propio, del que se alegra como pueden alegrar tales cosas; y porque no es tal este bien, que libre y excuse de angustias a sus amadores, por eso esta ciudad de ordinario anda desunida y dividida entre sí, con pleitos, guerras y batallas, procurando alcanzar victorias, o mortales, o al menos efímeras; pues por cualquier parte que se quisiese levantar haciendo guerra contra la otra parte suya, pretende ser victoriosa y triunfadora de las gentes, siendo cautiva y esclava de los vicios; y si, cuando vence, se ensoberbece, es mortífera.
San Agustín, La Ciudad de Dios, Libro XV, Cap. 4.
La Guerra en Ucrania cumple un año sin final a la vista. Se trata de uno de los acontecimientos más disruptivos para el orden internacional desde el final de la Guerra Fría, sólo comparable a los otros dos grandes traumas globales de los últimos 30 años: los ataques del 11-S y la pandemia del COVID-19. No obstante, ahora no estamos encarando un desafío transnacional, sino lo que ya es una peligrosa “guerra por delegación” (en inglés, proxy war) donde la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está apoyando las acciones defensivas de Ucrania contra las pretensiones de Rusia.
El presidente ruso, Vladimir Putin, tenía varios objetivos iniciales en Ucrania. Ninguno los ha podido cumplir. En el ámbito político, el objetivo de derrocar rápidamente al gobierno ucraniano (lo que llamó sin fundamento alguno, “desnazificación”) y sustituirlo por uno afín que se alejara definitivamente de la OTAN y la Unión Europea (UE), y se adscribiera al área de influencia rusa no ha sido conseguido; dejando en evidencia, además, los errores de cálculo en los que incurrió Putin y el pequeño círculo de confidentes con el cual planificó la invasión1. En el ámbito militar, lo que iba a ser una “guerra relámpago” (en alemán, blitzkrieg) para la “desmilitarización” de Ucrania, se ha transformado en una guerra de desgaste, lo cual ha puesto al descubierto las debilidades de un régimen autoritario cuyos funcionarios se han acostumbrado a que no siempre pueden decirle la verdad a Putin (en esto se diferencia mucho de su admirado Stalin, a quien no se le podía mentir), así como la ineficiencia y corrupción de los servicios de inteligencia y de las fuerzas armadas rusas.
Por otra parte, quedó demostrado el fortalecimiento de las capacidades militares de Ucrania gracias al apoyo de EE. UU. y sus aliados de la OTAN desde la anexión rusa de Crimea en 2014, cuestión vista con hostilidad por Moscú y que poco se menciona en el debate actual2. En lo estratégico, la OTAN –incluso con las adhesiones en curso de Finlandia y Suecia– y la UE han salido reforzadas en su unidad, en contra de lo que esperaba el Kremlin, mientras el prestigio y credibilidad militar de Rusia han quedado dañados: Moscú no pudo tomar la ciudad de Jarkóv a 50 km de su frontera, sus otrora temidos tanques han sido derrotados, tuvo que apelar al uso de mercenarios y drones kamikazes iraníes y ha sufrido más bajas militares que la Unión Soviética en Afganistán o que EE. UU. en Irak y Afganistán en conjunto.
Por último, en lo económico, las sanciones occidentales han hecho mella en la economía rusa, que se ha desacoplado de las cadenas globales de valor y los mercados financieros, aunque también ha demostrado una mayor resiliencia de la esperada. Al no ser sanciones multilaterales, Rusia las ha podido eludir, aunque al costo de profundizar su dependencia de China.
Empero, Ucrania ha sufrido enormes daños y pérdidas. De acuerdo con las agencias de la Organización de Naciones Unidas (ONU), a las estimadas 100 mil bajas militares se deben sumar 18 mil víctimas civiles, alrededor del 40 % de las casas dañadas, y 50 % de las infraestructuras energéticas averiadas o destruidas. Además, 17,6 millones de ucranianos (40% de la población) requieren ayuda humanitaria, incluyendo 5 millones de desplazados internos, y hay 8 millones de refugiados ucranianos en toda Europa. Según estimaciones del Banco Mundial, la economía de Ucrania se contrajo un 35 % en 2022, y alrededor del 60% de los ucranianos se encuentran por debajo del umbral de pobreza. En resumen, la guerra está convirtiendo a Ucrania en un Estado fallido, el cual requerirá al menos 349 mil millones de dólares para la reconstrucción o 1,6 veces lo que era su PIB antes de la invasión3, por lo cual difícilmente podrá integrarse a la UE y la OTAN.
Dadas la reciente visita sorpresiva del presidente Joe Biden para mostrar la determinación (en inglés, resolve) de EE. UU. en Ucrania, y las declaraciones del presidente francés Emmanuel Macron de que “no es el momento del diálogo con Putin” y del Canciller alemán Olaf Sholz afirmando que el envío de armas a Ucrania “no ayudará a prolongar la guerra, sino lo contrario”, las perspectivas para una solución negociada al corto plazo no son halagüeñas. Por otra parte, la exigencia de Ucrania de una retirada completa e inmediata de las tropas rusas de su territorio antes de sentarse a negociar no es factible. A esto debe sumarse el discurso del presidente Putin, el 21 de febrero de 2023, donde afirmó que seguirá utilizando la fuerza en Ucrania, acusó a la OTAN de intentar convertir “un conflicto local en una confrontación global” y anunció la suspensión de la participación rusa en el último tratado de limitación de armas nucleares (New START).
Es decir, a pesar de encontrarnos ante un cuadro desolador, todavía no hay voluntad de paz mientras se dan por descontadas nuevas ofensivas de Rusia y Ucrania en la venidera primavera boreal. Entonces, desde el realismo agustiniano4, podemos decir que la paz vuelve a presentarse en las relaciones internacionales como un bien tan anhelado como inasequible; al alcance de la razón, pero impedida por las voluntades inclinadas hacia los deseos egoístas (cupiditas) y la pasión de dominio (libido dominandi). La humanidad dotada de razón, talentos, y habilidades (imago Dei) vuelve a sucumbir ante sus miserias (miseria hominis).
Una guerra injusta, pero con una explicación compleja
Según la definición que formula San Agustín, una guerra justa debe cumplir con los siguientes requisitos:
- Debe ser declarada por una autoridad legítima.
- Debe tener una causa justa: un Estado no debe emprender guerra alguna sino en defensa de sus pactos y de su supervivencia; y, en cualquier caso, no debe tratarse de guerras de conquista o impulsadas por el puro afán de dominio (libido dominandi).
- Su intención debe ser recta: el propósito debe ser retornar a la paz y estar libre de vicios. No puede obedecer al deseo de venganza o a la satisfacción de otras pasiones5.
- El comportamiento durante la guerra debe ajustarse a la equidad y la moderación.
Una primera mirada lleva a concluir que la invasión rusa a Ucrania es injusta y que la defensa ucraniana de su hogar se trata de una guerra justa, aunque se presentan dudas sobre la presencia de ánimo implacable y de venganza. Por otro lado, terceros países estarían plenamente justificados a brindar ayuda humanitaria y asistencia defensiva limitada a los ucranianos. Empero, la justicia del cada vez más abundante suministro de armas ofensivas por la OTAN a Ucrania (por ejemplo, los envíos anunciados de artillería avanzada y tanques Abrams y Leopard 2, así como las conversaciones sobre aviones de combate) resulta cuestionable, dado el riesgo de una escalada y los peligros que supone. Esto último también –como ya han advertido varias voces– hace corresponsable a la OTAN en adelante del curso de la guerra y sus consecuencias.
Sin embargo, una reflexión más profunda nos invita a abordar las causas de la guerra de Ucrania. Al respecto se ha producido un debate intenso y muy sesgado políticamente, ya que como ocurre “…en las últimas décadas todas las guerras han sido pretendidamente ‘justificadas’”6. En este sentido, las partes beligerantes han dado volumen a dos grandes tesis sobre la guerra, escondiendo la evidencia que apunta hacia una tercera tesis más compleja que descarta cualquier maniqueísmo y ausencia de culpas, a saber:
- Rusia es un régimen autoritario revisionista que ha buscado restaurar su posición como potencia global tras el colapso de la Unión Soviética. Para ello, se ha propuesto consolidar una esfera de influencia en el antiguo espacio soviético. Esta es la causa de la conducta belicosa de Moscú hacia la OTAN tras el final de la Guerra Fría, la cual sólo ha tenido el propósito de brindar estabilidad a Europa. La expansión de la OTAN hacia el Este ha estado espoleada por los intereses de seguridad de los Estados otrora sometidos a la Unión Soviética, lo cual ha sido visto con inquina por Rusia porque le resta capacidad de imponer decisiones a sus vecinos. Además, el temor fundamental de Rusia, es tener en sus fronteras el ejemplo de una Ucrania democrática, estable y próspera, lo cual puede alentar al pueblo ruso a exigir libertad7. Ergo, la invasión rusa a Ucrania no ha sido principalmente por razones de seguridad, sino por cálculos imperialistas que responden a patrones históricos de la geopolítica rusa8, revisionismo, irredentismo y otras variables internas (régimen autoritario, personalidad de Putin, etc) o la combinación de todas ellas. Ucrania sólo defiende su supervivencia apoyada por las democracias avanzadas lideradas por EE. UU. En este sentido, liberales como Francis Fukuyama afirman que la guerra de Ucrania es “culpa de Putin”, que Ucrania “ganará” y la “derrota militar de Rusia” provocará un cambio de régimen en el Kremlin y arrastrará a los populistas y nacionalistas que le han tenido simpatía y reflejan sus posiciones. Para China, esa derrota será “una buena lección” respecto a Taiwán, y la llevará a buscar un “nuevo acomodo en el orden liderado por Occidente”. En conclusión, según Fukuyama: “Una derrota rusa hará posible un ‘renacimiento de la libertad’ y nos sacará de nuestros temores sobre el estado de declive de la democracia global. El espíritu de 1989 seguirá vivo gracias a un puñado de valientes ucranianos”9
- EE. UU. ha buscado consolidar su hegemonía mundial desde el final de la Guerra Fría y por ello ha insistido en preservar y ampliar la OTAN hacia el Este, previniendo un resurgimiento de Rusia. Ergo, la ampliación de la OTAN no ha respondido a razones de seguridad, sino que ha estado motivada por cálculos de poder, ideología liberal y variables internas (por ejemplo, consenso político sobre la importancia de la OTAN) o la combinación de todas ellas. El nacionalismo ucraniano ha sido instrumentalizado para tales fines, obviando la necesidad de la prudencia que como Estado débil debe tener en la política de poder. Mientras tanto, Rusia sólo ha buscado fortalecer su propia seguridad y su reacción hostil a la OTAN tras el final de la Guerra Fría ha sido causada por la incertidumbre de la expansión de esta alianza hacia sus fronteras, a pesar de vagas promesas iniciales hechas sobre lo contrario10, así como debido a otros actos percibidos como inamistosos (por ejemplo, “revoluciones de colores” y financiamiento externo de la oposición rusa). Es célebre la frase de Lord Ismay sobre la OTAN como alianza creada para “mantener a los rusos fuera [de Europa], a los estadounidenses dentro, y a los alemanes quietos”. De allí que Rusia siempre haya sido recelosa a la transformación de la OTAN en el elemento central de la arquitectura de seguridad europea pos Guerra Fría. Además, Putin objetó claramente en 2007 su expansión a Georgia y Ucrania, ya que se trata de un asunto de interés vital: con la disolución de la Unión Soviética, Rusia retrocedió a las fronteras occidentales fijadas por el Tratado de Brest-Litovsk de 1918, dejando servida la eclosión del viejo problema geopolítico de la ansiedad rusa por profundidad estratégica; es decir, la necesidad de poseer un territorio tapón que permita tener las amenazas lo más lejos posible de Moscú como centro de gravedad del país, lo cual le ha permitido sobrevivir a las invasiones desde el siglo XVIII. EE. UU. debe entenderlo, ya que se ha opuesto históricamente a la presencia de bases o fuerzas militares de envergadura de otras potencias globales en el hemisferio occidental, como ocurrió con la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962. En este sentido, la guerra de Ucrania es “culpa de Occidente, y principalmente de EE. UU.”, mientras Rusia busca restaurar el equilibrio de poder conjurando en el campo de batalla un ingreso de Ucrania a la OTAN, tal como afirman algunos neorrealistas como John Mearsheimer11 –cuyas conclusiones han sido instrumentalizadas por la propaganda rusa–, quien además ha advertido que Moscú antes que transigir en este asunto de interés vital utilizará armas nucleares dejando a Ucrania como tierra arrasada.
- Los países de la OTAN liderados por EE. UU., Rusia y Ucrania fueron arrastrados a un “dilema de seguridad” tras el vacío geopolítico dejado por la implosión de la Unión Soviética, el cual no fue digerido correctamente por ninguno de ellos. El “dilema de la seguridad”12 describe cómo las acciones que toma un Estado para mejorar su seguridad (por ejemplo, desarrollar o adquirir armamentos o formar nuevas alianzas) tienden a hacer que otros Estados sean menos seguros, los cuales a su vez reaccionan para aumentar su propia seguridad. El resultado es una creciente espiral de sospechas y hostilidad que no deja a ninguno en mejor situación que antes, y que en última instancia, puede desencadenar guerras. Cuando un actor considera que sus propios motivos son defensivos y benignos, y que este hecho debería ser obvio, tenderán a ver la reacción hostil del rival ante sus acciones como evidencia de codicia, beligerancia o maldad innata. La empatía desaparece y la diplomacia pierde su efectividad. EE. UU. y sus socios europeos mantuvieron a la OTAN tras el final de la Guerra Fría para garantizar su seguridad colectiva ante eventuales nuevas amenazas y consideraron que su ampliación aumentaría su propia estabilidad y prosperidad, así como la del resto del continente europeo. Rusia, sin embargo, se sintió decepcionada de no haber sido invitada a crear una nueva arquitectura de seguridad europea pos Guerra Fría, y percibió el mantenimiento de una alianza creada contra la Unión Soviética como un acto dirigido en su contra en medio de su debilidad. El problema era que EE. UU. y sus socios europeos no podían aceptar los términos de Rusia para la creación de una nueva arquitectura de seguridad europea: una suerte de condominio continuado de Washington y Moscú sobre los asuntos europeos o al menos decidiendo sobre el destino de sus vecinos. Por su parte, Ucrania aspiró a vincularse con EE. UU. y la UE como garantía de su nueva independencia, y se mostró recelosa ante cualquier iniciativa rusa, desde la Comunidad de Estados Independientes hasta la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y la Unión Euroasiática. El trauma de Rusia por haber perdido el estatus de superpotencia tras la caída de la Unión Soviética y su impotencia ante la ampliación de la OTAN agravó las cosas e hizo eclosionar un interés renovado por construir una esfera de influencia en el antiguo espacio soviético (la Doctrina Primakov). La apuesta de Bush (hijo) por consolidar la primacía de la OTAN en Europa con el escudo anti-misiles, el fortalecimiento de las capacidades rusas en la era Putin y la apuesta de Ucrania por ingresar a la OTAN y la UE tras la “Revolución Naranja” dejaron la mesa servida para el conflicto. En la Cumbre de la OTAN de Bucarest en 2008, incluso se llegó a ofrecer vagamente a Ucrania y Georgia que se convirtieran en miembros de la OTAN, aunque sin concretar fechas y planes específicos debido a la oposición de Alemania y Francia que consideraron esto un error. Putin dejó claro que se intentaba cruzar una línea roja por tratarse de su “extranjero cercano”; es decir, el área considerada de profundidad estratégica de Rusia, con la cual tiene profundos vínculos históricos y culturales, y que por tanto considera vital para su seguridad nacional. Esto llevó a la “Guerra de los Cinco Días” entre Rusia y Georgia meses después. A partir de allí, Ucrania percibió su supervivencia amenazada y redobló sus aspiraciones de vincularse a la OTAN y la UE tras la “Revolución del Euromaidán”. Rusia entendió este evento político como una conspiración de la OTAN y respondió interfiriendo en la política ucraniana y con la anexión de Crimea y la guerra del Donbás en 2014. El fortalecimiento de las capacidades militares de Ucrania con ayuda de la OTAN y la suspensión de la cooperación OTAN-Rusia desde entonces, junto al deseo de Kiev de recuperar los territorios que le usurpó Moscú, provocaron la invasión rusa de 2022. En este sentido, la Guerra de Ucrania es una tragedia producto de una espiral revisionista, la cual pudo ser evitada, como han afirmado neorrealistas como Charles Glaser13, William Wohlforth14 y Stephen Walt15.
Consciente de esta última tesis, en su viaje apostólico a Kazajistán en septiembre de 2022, el papa Francisco dijo:
Es un error pensar que se trata de una película de vaqueros donde hay buenos y malos. También es un error pensar que esta es una guerra entre Rusia y Ucrania, y punto. No, es una guerra mundial (…) La víctima es Ucrania. Intento razonar por qué no se evitó esta guerra. Y la guerra es como un matrimonio, en cierto sentido. Para entender, necesitamos investigar las dinámicas que desarrollaron el conflicto. Hay factores internacionales que contribuyeron a provocar la guerra. Ya he mencionado que un jefe de Estado, en diciembre del año pasado, vino a decirme que estaba muy preocupado porque la OTAN había estado ladrando a las puertas de Rusia sin entender que los rusos son imperiales y temen la inseguridad en sus fronteras. Expresó su temor de que esto condujera a una guerra, y estalló dos meses después. Por lo tanto, no se puede ser simplista al razonar sobre las causas del conflicto. Veo imperialismos en pugna. Y, cuando se sienten amenazados y en declive, los imperialismos reaccionan pensando que la solución es desatar una guerra para compensarlo, y también para vender y probar armas16.
Finalmente, hizo votos para que se produzca pronto el punto de inflexión necesario para la paz: “la liberación de los corazones del odio”. En clave agustiniana, el papa Francisco invita a volver a la virtud del ordo amoris: la necesidad de refrenar la cupiditas y exaltar la caritas.
La imperiosa necesidad de la paz a través de la negociación: pensar menos en “Múnich 1938” y más en “Sarajevo 1914”
Hoy por hoy, se están haciendo demasiadas analogías inexactas y exaltadas con “Múnich 1938 para exigir no apaciguar a Putin y de paso compararlo con Hitler. Se hacen llamados a las democracias del Mundo a prepararse para el día después de la “derrota inminente de Rusia” y para juzgar sus crímenes de guerra. Mientras tanto, se señalan como nuevos Chamberlain a los líderes políticos que han tratado de ser cautos o que tímidamente han dejado abierta la vía diplomática, así como a los filósofos17 que han exhortado a la prudencia en Ucrania para evitar males mayores y se han manifestado a favor de las negociaciones. Asimismo, se ha colocado al presidente ucraniano Volodimir Zelenzki a la altura de Winston Churchill, porque toda narrativa debe tener un héroe.
De esta manera, ha sido planteada una narrativa equívoca, la cual pierde de vista que tarde o temprano la paz tendrá que buscarse mediante una negociación. Además, omite el alto costo que está pagando Ucrania y descarta posibles cambios en el clima político interno de EE. UU. y algunos países clave de la UE si la guerra se prolonga. También desdeña los peligrosos riesgos de una escalada que lleve el conflicto a otros países (por ejemplo, Belarús o Moldavia) y regiones (por ejemplo, Medio Oriente, donde Israel realizó un ataque a una instalación militar de Irán el 31 de enero de 2023, que produce los drones suicidas que Rusia ha utilizado en Ucrania); por no hablar de un eventual uso de armas nucleares o químicas, o un ataque a la central nuclear de Zaporiyia que puede provocar un desastre que podría ser seis veces peor que el de Chernóbil.
De tantas analogías con “Múnich 1938” y exigencias de una respuesta dura a la agresión rusa, se pierde de vista las enseñanzas de “Sarajevo 1914”, cuando los líderes europeos caminaron como sonámbulos hacia la Primera Guerra Mundial18. Aquel abismo pudo haber sido evitado si sólo uno o dos líderes claves hubiesen tenido el coraje de oponerse con firmeza a las presiones belicistas19.
San Agustín afirmó que se debe “…dar muerte a la guerra con la palabra, y alcanzar y conseguir la paz con la paz y no con la guerra”20. Para ello, deben abordarse las causas de la guerra y llegar a un compromiso mutuamente aceptable a partir de un entendimiento de lo que piensa la otra parte, sus intereses legítimos y qué concesiones puede hacer o no. En este sentido, debe evitarse santificar posiciones y demonizar al adversario.
Todo apunta a que será necesario esperar al menos a mediados de año para que vuelva a constatarse la imposibilidad de una victoria total, y le sea dada una oportunidad real a la negociación. Entonces, algunas ideas esbozadas por Henry Kissinger21 y Barry Posen22 en diferentes artículos y entrevistas pueden servir como premisas de partida: 1) Cese al fuego inmediato y suministro de ayuda humanitaria; 2) Repliegue militar de las partes a las posiciones que tenían antes de la guerra; 3) Declaratoria de neutralidad y garantías a la independencia de Ucrania mediante la firma de un Memorándum Budapest II por todas las potencias con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU (no adhesión de Ucrania ni a la OTAN ni a ninguna otra alianza militar, pero libertad para recibir asistencia de seguridad bilateral estrictamente defensiva y escoger sus asociaciones económicas, incluso con la UE); 4) Referéndum con observación internacional liderada por la ONU en las provincias ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jersón, y Zaporiyia, anexadas ilegalmente por Rusia en septiembre de 2022; 5) Reconocimiento internacional de Crimea como territorio ruso; 6) Compromiso para la reconstrucción de Ucrania con amplio esfuerzo ruso; 7) Levantamiento de las sanciones occidentales a Rusia y negociación de una nueva arquitectura de seguridad europea, del Atlántico a los Urales.
Esta propuesta dista mucho de ser perfecta, pero favorecería una paz que descanse en el equilibrio de poder y un orden europeo remodelado entre “Estados satisfechos de su mutua vecindad y concordia (…) como una ciudad con numerosas casas y vecinos”23. ¿Y usted qué opina?
Notas:
- El propio Canciller Lavrov fue excluido de la decisión, y en sus palabras: “Él [Putin] sólo tiene tres asesores: Iván El Terrible, Pedro El Grande, y Catalina La Grande”. Vid Max Sedon, Christopher Miller & Felicia Schartz, “How Putin blundered into Ukraine – then double down” en Financial Times, Londres, 23 de febrero de 2023 [Disponible en: https://www.ft.com/content/80002564-33e8-48fb-b734-44810afb7a49].
- Según el Departamento de Estado, la asistencia de seguridad proporcionada por EE. UU. a Ucrania ascendió a 2,7 millardos de dólares desde 2014 hasta el inicio de la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, además de la venta de misiles anti-tanque “Javelin” desde 2018. Esto no puede ser obviado, aunque palidezca con la ayuda proporcionada desde la invasión rusa hasta el presente, la cual asciende a 29,8 millardos de dólares. Además, debe tomarse en cuenta que la cooperación OTAN-Ucrania se intensificó desde 2014 con varios programas para crear y fortalecer capacidades militares de Ucrania. Finalmente, el Reino Unido donó 2,2 millardos de libras esterlinas en equipamiento militar no letal entre 2015 y 2017, y entrenó 22 mil efectivos militares de Ucrania entre 2015 y 2021. Vid. U.S. State Department, U.S. Security Cooperation with Ukraine, Washington, 20 de febrero de 2023 [Disponible en: https://www.state.gov/u-s-security-cooperation-with-ukraine/]; Claire Mills, Military Assistance to Ukraine 2014-2021, Research Briefing nº 7135, U.K. House of Commons Library, Londres, 4 de marzo de 2022 [Disponible en: https://researchbriefings.files.parliament.uk/documents/SN07135/SN07135.pdf].
- Vid. The World Bank, European Commission & Government of Ukraine, Ukraine Rapid Damage and Needs Assessment, Washington, agosto de 2022 [Disponible en: https://documents1.worldbank.org/curated/en/099445009072214673/pdf/P17884307f533c0cc092db0b3281c452abb.pdf]. No obstante, en el Foro de Davos de 2023, la vicepresidente del Banco Mundial, Anna Bjerde, mencionó sin detalles, que nuevas estimaciones apuntan a 540 mil millones de dólares, un monto equivalente a 4 veces el “Plan Marshall”, o 2,5 veces lo aportado por la Comunidad Internacional para la reconstrucción de Irak en el período 2003-2014.
- El “realismo agustiniano” o “realismo cristiano” es una vertiente del realismo político clásico que parte del pensamiento teológico de San Agustín de Hipona. Para una introducción a esta teoría de las Relaciones Internacionales fundada por Reinhold Niebuhr, la cual ha vuelto a ganar popularidad en años recientes, vid. Robin W. Lovin, Reinhold Niebuhr and Christian Realism, Cambridge University Press, Cambridge, 2009; Guilherme Marques Pedro, Reinhold Niebuhr and International Relations Theory. Realism beyond Thomas Hobbes, Routledge, Londres, 2018.
- “El deseo de dañar, la crueldad en la venganza, el ánimo no aplacado e implacable, la ferocidad de la rebelión, la pasión de dominio y cosas semejantes: he aquí lo que, conforme a derecho, se considera culpa en las guerras”. San Agustín, Réplica a Fausto, el maniqueo, Libro XXII, Cap. 74
- Papa Francisco, Encíclica Fratelli Tutti, párrafo 258.
- Francis Fukuyama, “Why Ukraine will win” en Journal of Democracy, Washington, septiembre de 2022 [Disponible en: https://www.journalofdemocracy.org/why-ukraine-will-win/].
- El historiador estadounidense Stephen Kotkin ha llamado “síndrome geopolítico perpetuo” de Rusia a su autopercepción como país providencial con una misión especial en el Mundo: la “Tercera Roma”, destinada a estar en el concierto de potencias. Sin embargo, sus aspiraciones nunca coinciden por completo con sus capacidades, recurriendo al imperialismo y la conflictividad para someter vecinos y cerrar la brecha con otras potencias rivales. Esto les ha llevado a la concentración del poder en las manos de líderes mesiánicos. Una dinámica que se remonta al zarismo, pasando por la Unión Soviética hasta la Rusia de Putin. Vid. Stephen Kotkin, “Russia’s Perpetual Geopolitics. Putin returns to the Historical Pattern” en Foreing Affairs, vol. 95, nº 3, mayo-junio 2016, pp. 2-9; David Remnick, “Interview to Stephen Kotkin: ‘Don’t blame the West for Russia’s Invasion of Ukraine’” en New Yorker, Nueva York, 14 de marzo de 2022.
- Francis Fukuyama, “Preparing for Defeat” en American Purpose, Washington, 10 de marzo de 2022 [Disponible en https://www.americanpurpose.com/blog/fukuyama/preparing-for-defeat/].
- Para Joshua Shifrinson, Svetlana Savranskaya y Tom Blanton, la “cascada de garantías” verbales que recibió Mijaíl Gorbachov de parte de líderes estadounidenses y europeos, hace que el reclamo ruso sobre la “promesa rota” respecto a la no ampliación de la OTAN hacia el Este, “tenga méritos”. Vid. Joshua Shifrinson, “Deal or No Deal: The End of the Cold War and the U.S. offer to limit NATO Expansion” en International Security, volumen 40, nº 4, primavera 2016, pp. 7-44; Svetlana Savranskaya & Tom Blanton, “NATO Expansion: What Gorbachev Heard” en National Security Archive, Briefing Book nº 613, Universidad George Washington, Washington, 12 de diciembre de 2017. En cambio, Mary Elise Sarotte subraya que a pesar de la existencia de esas conversaciones, lo importante es que nunca hubo un acuerdo formal por escrito. Vid. Mary Elise Sarotte, “A broken promise? What the West really told Moscow about NATO expansión” en Foreign Affairs, septiembre/octubre 2014.
- Vid. John Mearsheirmer, “Why the Ukraine crisis is the West fault: The Liberal Delusions that provoked Putin” en Foreign Affairs, vol. 93, nº 5, septiembre-octubre de 2014, pp. 77-89; Isaac Chotiner, “Interview to John Mearsheimer on Putin’s ambitions after nine months of war” en The New Yorker, Nueva York, 17 de noviembre de 2022 [Disponible en: https://www.newyorker.com/news/q-and-a/john-mearsheimer-on-putins-ambitions-after-nine-months-of-war].
- Vid. John Herz, “Idealist Internationalism and the Security Dilemma” en World Politics, vol. 2; nº 2, enero de 1950, pp. 157-180; Robert Jervis, Perception and Misperception in International Politics, Princeton University Press, Princeton, 1976.
- Vid. Charles Glaser, “Security Dilemma Revisited” en World Politics, vol. 50, nº 1, octubre de 1997, pp. 171-201.
- Vid. William Wohlforth & Andrey Sushentsov, “The tragedy of US-Russia relations: NATO centrality and the revisionists’ spiral” en International Politics, vol. 57, 2020, pp. 427-450.
- Vid. Stephen Walt, “Does anyone still understand the “security dilemma”?” en Foreign Policy, 26 de julio de 2022.
- Antonio Spadano, SJ, “Liberare i cuori dall’odio. Papa Francesco incontra i Gesuiti della regione russa” en La Civiltà Cattolica, Ciudad del Vaticano, 1 de octubre de 2022 [Disponible en: https://www.laciviltacattolica.it/articolo/liberare-i-cuori-dallodio-papa-francesco-incontra-i-gesuiti-della-regione-russa/].
- Vid. Jürgen Habermas, “Hasta dónde apoyamos a Ucrania” en El País, 7 de mayo de 2022.
- Vid. Christopher Clark, The Sleepwalkers: How Europa went to War in 1914, Allen Lane, Londres, 2012.
- Vid. Margaret MacMillan, The War that Ended Peace: The Road to 1914, Profile Books, Londres, 2014. Por cierto, el Presidente Kennedy había leído el libro de Barbara Tuchman, Los Cañones de Agosto, que detalla muy bien los errores de cálculo que hicieron que la crisis de los Balcanes se saliera de control hasta desencadenar la Primera Guerra Mundial; y durante la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962, resistiendo las presiones belicistas de los militares estadounidenses y algunos de sus asesores, le dijo a su hermano: “No voy a seguir un curso que permita a cualquiera escribir un libro comparable sobre esta época, ‘Los Misiles de Octubre’”. Robert Kennedy, Thirteen Days: A memoir of the Cuban Missile Crisis, W. W. Norton & Co., Nueva York, 1971, pp. 97-98.
- San Agustín, Epístola 229, párrafo 2.
- Henry Kissinger siguiendo el clima político en Washington y fuertemente criticado por Kiev, ha dicho recientemente que la neutralidad ucraniana “ya no tiene sentido”, pero bien sabe que esto no sería aceptable para Rusia. También ha afirmado que Crimea debe ser objeto de negociación tras el cese al fuego, reconociendo implícitamente que debe ser cedida a Rusia para facilitar un acuerdo de paz, debido a la estratégica base naval de Sebastopol. Vid. Henry Kissinger, “How to avoid another world war” en The Spectator, Londres, 17 de diciembre de 2022 [Disponible en: https://www.spectator.co.uk/article/the-push-for-peace/].
- Vid. Barry Posen, “Ukraine’s implausible theories of victory. The fantasy of Russian defeat and the case for diplomacy” en Foreign Affairs, 8 de julio de 2022 [Disponible en: https://www.foreignaffairs.com/articles/ukraine/2022-07-08/ukraines-implausible-theories-victory].
- San Agustín, La Ciudad de Dios, Libro IV, Cap. 15.