Piero Trepiccione
Cada vez son más numerosos los ejemplos de mandatarios comunicadores en todo el mundo. Presidentes, gobernadores y alcaldes que utilizan los medios de comunicación tradicionales más las redes sociales para estar permanentemente conectados con la opinión pública. Esta práctica ha venido en aumento y la población en general lo ha agradecido retribuyéndolo con respaldo popular.
No obstante, en no pocas ocasiones, los representantes de la soberanía popular destinan muchas horas de atención al tema de la comunicación, desconcentrándose especialmente, de la planificación y el acompañamiento de las políticas públicas.
Esto ha generado enfoques de gobierno más mediáticos que prácticos y coordinados. Siendo así que hemos presenciado mandatarios muy eficientes en su relación comunicacional con la población, pero menos efectivos en lo concerniente a la marcha y resultados de la gestión.
Este fenómeno ha sido impulsado por los avances tecnológicos de los últimos tiempos. Estos han permitido que las comunicaciones sean el centro de interés de la población. Por tanto, se les exige más presencia pública a los presidentes y demás autoridades ejecutivas. Pero, en paralelo, en lugar de delegar responsabilidades y competencias a los cuadros tecnopolíticos que soportan la gestión, los líderes estimulan y comprometen a sus equipos ejecutivos con verdaderos maratones comunicacionales que se convierten en “operativos” cuya finalidad es atender problemas coyunturales pero no abordan para nada, los estructurales.
Así, se van acumulando día tras día los temas importantes de la gestión atendiéndose prácticamente sólo las urgencias de la cotidianidad.
La comunicación política es extremadamente importante para efectos de la gestión pública, pero lo lógico es que los mandatarios la usen adecuadamente y combinen sus tiempos para el ejercicio permanente de la planificación de gobierno, herramienta necesaria para ir al fondo de los problemas y crear bienestar a mediano y a largo plazo. Esa es la única manera de aplicar sustentabilidad a un modelo de desarrollo. En conclusión: Hay que saber comunicar y hay que saber gobernar…