Por Francisco Contreras
China espera para el 2049 constituirse en la primera potencia tecnológica mundial en una forma diferente de ejercicio de la hegemonía compartida con EE. UU. En África su estrategia ha sido la de apoyar económica y financieramente el desarrollo de ese mercado como destino de sus mercaderías y como fuente privilegiada de aprovisionamiento de materias primas y semi manufacturados.
Su proyecto de la “Ruta de la Seda” refleja ese enfoque de “softpower” fundado más en el poder del mercado que en el poder de fuego. Es la explicación del distanciamiento con el gobierno de Venezuela al cual el 30 de octubre pasado le sugirió que “el Gobierno no puede ejercer un control directo sobre las empresas que en China el 90% son privadas”, lo cual equivale a liberar el mercado de la asfixia regulatoria como economía capitalista.
Rusia, cuya ventaja competitiva se alimenta del poder de fuego y con un gobierno autoritario que le permite la toma de decisiones de manera expedita, es más cercana del gobierno venezolano porque representa un excelente mercado para su armamento, un poder de disuasión como vidriera del mundo autoritario, iliberal o populista. Rusia posee “hardpower” y el presidente Putin así lo piensa y como piensa así actúa. Es un país cuyo posicionamiento geopolítico es el de su poder de fuego.
Una potencia emergente promueve economía capitalista de mercado y una forma de gobierno autoritario con contrapesos de poder colegiado. La otra potencia el autoritarismo puro y simple, ve a los países donde se instala como una unidad de negocios para promover su modelo de suministro de recursos bélicos en las zonas de conflictividad mundial.