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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

La familia como base fundamental

Familia.

Foto de Daniela Paola Aguilar.

Solidaridad y caridad como elementos característicos de la familia venezolana es lo que nos ofrece la lectura de una autora de raíces extranjeras ante la problemática actual que embarga a los venezolanos que no pierden de vista a la familia como unidad fundamental

Lotilde Boutin de Alvarado*

Una de las cosas que más me ha impresionado al conocer Venezuela por primera vez, hace unos trece años, fue la importancia que dan los venezolanos a la familia. Recuerdo que una de las primeras fiestas a la cual me invitaron fue la despedida de una pareja que se iba a vivir al extranjero. Mi mayor sorpresa fue llegar al sitio y ver a todas las generaciones de la familia reunidas, compartiendo juntas ese momento emotivo.

En Francia, de donde yo vengo, es impensable dejar de hacer planes con amigos para asistir a un almuerzo familiar, donde seguramente no habrá un ambiente agradable, sobre todo para los más jóvenes. Entonces, me di cuenta que aquí la familia es prioridad. Es un núcleo, un pilar y un refugio para todos sus integrantes. Y también existe una gran solidaridad que aflora, sobre todo, cuando alguno de sus miembros está en una situación difícil. Estas características de la familia venezolana están todavía más presentes en el interior del país, donde todos se ayudan, dando hasta lo que no tienen. Por eso, considero que la solidaridad y la caridad son las bases de la sociedad venezolana y permiten mantener en Venezuela un ambiente cálido y hogareño que hace más llevaderas las circunstancias actuales.

La actitud de cara a las necesidades

En Caracas se está viendo en mayor medida la influencia de un Occidente más individualista, donde la prioridad está en llenar todas las necesidades personales, olvidando que somos también parte del ecosistema como seres sociales y, por tanto, tenemos la necesidad fundamental de relacionarnos con los demás e inclusive desarrollar una inteligencia emocional aguda, que nos permita tener empatía hacia nuestros semejantes y, en particular, hacia los miembros de nuestra familia. 

En las circunstancias que atraviesa el país uno ve unos ejemplos de generosidad que conmueven el corazón e impulsan deseos de superación. Sí, es muy importante cuidarse a sí mismo porque si yo estoy mal, mi familia estará mal, pero el hecho de siempre querer satisfacer los deseos personales o el querer identificarse, como sea, con unos ideales promovidos por las redes sociales genera, eventualmente, una sensación de vacío y un aislamiento de cada uno de los miembros del hogar que “están dedicados a resolver lo suyo”. Creo que situaciones como estas pueden ocurrir cuando la familia se enfrenta a tantas necesidades y no puede enfocarse en otro asunto que no sea resolver los problemas más urgentes del día a día, como la búsqueda de alimento, o las limitaciones que genera la precariedad de los servicios fundamentales (agua, gas doméstico, transporte público…). Esas circunstancias podrían amenazar el rol de la familia en Venezuela.

La mujer como figura principal

También me ha llamado mucho la atención la importancia que le dan las mujeres venezolanas al cuidado de su hogar, porque saben que sin hogar cálido no hay ambiente familiar ameno. Las circunstancias políticas y económicas de Venezuela han permitido que algún miembro del matrimonio, la mujer por lo general, pueda dedicarse a tiempo completo a la atención del hogar, y lo más increíble es que están orgullosas de ello. En la sociedad Occidental, y en particular en Francia, el hecho de dedicarse al hogar no está bien visto y no poder atender su casa y sus hijos, porque la sociedad no lo aprueba, trae consecuencias negativas.

La atención al hogar es fundamental para poder cuidar a la familia, lo cual pasa por una relación matrimonial sólida. Y si existe una amenaza al equilibrio matrimonial en Venezuela es el cambio de prioridades que ocurre en la mujer al tener a sus hijos, ya que suele poner toda la atención en su rol de madre, olvidándose –un poco– de su rol de esposa. Y me parece que de esta forma los hijos pierden autonomía y la oportunidad de desarrollar su propia fortaleza, pueden crecer con más dificultades para ser constantes, comprometidos y fuertes. Se han acostumbrado a ser el centro de atención y a ser atendidos apenas expresan un deseo. Les cuesta madurar y ser adultos. Y, a veces, he visto las consecuencias de este tipo de crianza en los venezolanos que les ha tocado migrar; les ha costado adaptarse a los otros países porque para adaptarse hay que pasar un poco desapercibidos al principio, y bajar la cabeza para aceptar los errores culturales que se cometen cuando uno cambia de país. No saben cuántos errores cometí llegando a Venezuela y cuántas veces se han reído de mí…

La sociedad venezolana es matriarcal. Esta característica también suele aislar a los hombres del hogar y del proceso educativo porque son presentados como incapaces de atender a sus hijos y responder a las tareas domésticas. Así, son las mismas madres, tías y abuelas, quienes se encargan, a veces, de aislarlos, formando una especie de “clan femenino”. Lo he podido observar en mis años de trabajo como partera en una clínica de Caracas; casos donde la mamá de la parturienta no solía dejar espacio al futuro padre. Estoy segura que toda la ayuda que brindan las abuelas y las mujeres de la familia es muy útil, pero los padres tienen un rol fundamental en la educación humana, intelectual y espiritual de sus hijos que es insustituible. Y la ausencia del mismo, o de otra figura paterna, puede tener consecuencias sumamente negativas en el desarrollo integral de los niños. 

El ambiente familiar mejora muchísimo cuando los esposos se toman un tiempo para organizar y repartir las distintas tareas del hogar. Sobre todo, en un país con una dinámica tan complicada. El hecho que los hombres no tengan las herramientas –por crianza– para atender el hogar, debilita la estabilidad de este y, además, no da un buen ejemplo a los hijos. Adicionalmente, hay que tener muy claro que la relación matrimonial debe ser una prioridad para todas las familias.

Afortunadamente, he visto en algunas familias cercanas cómo han cambiado los patrones antiguos para adaptarse a un mundo más moderno, donde los hombres están más integrados y se da más importancia a la relación de pareja. Lo he podido observar sobre todo en familias numerosas donde es más fácil enseñar los valores cristianos, porque los niños están invitados a aprender a compartir, a ayudar, a ser empáticos y generosos, a otorgar perdón y recibirlo, y a ser responsables; para lo cual el ejemplo de la relación entre sus padres en fundamental. 

La reconstrucción como una apuesta constante

¡Qué mejor forma que promover familias responsables para reconstruir Venezuela! Y para eso es necesario que en el país se fomenten políticas públicas que favorezcan a la familia como base de la sociedad. Una familia estable favorece el desarrollo de niños comprometidos con su país y promueve valores que podrían ayudar a disminuir los índices de pobreza, violencia y deserción escolar.

La Iglesia católica suele promover la formación de familias estables y comprometidas y, además, siempre brinda apoyo espiritual, humano e intelectual para que los padres se formen en la crianza de sus hijos y en el cuidado del amor matrimonial. También he podido observar que los venezolanos asisten a misa en familia, en el sentido amplio de la palabra, con padres, abuelos, hijos, nietos…, y rezan juntos por sus familiares fallecidos. Costumbres como estas fortalecen a la familia y a mí, en lo personal, me llenan de esperanza para el futuro de Venezuela.


*Francesa radicada en Venezuela desde hace diez años (casada con venezolano). Comadrona. Profesora de francés.

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