José Guerra
En la literatura económica se dice que una economía está en recesión cuando el nivel de actividad económica, medido por el producto interno bruto (PIB), disminuye durante dos trimestres consecutivos. La economía venezolana tiene cinco años donde el PIB ha caído de forma sostenida hasta tal punto que el tamaño de la economía venezolana actualmente es la mitad de lo que fue en 2012.
Lo que sufre Venezuela no es la recesión tradicional a lo que todas las economías están expuestas cíclicamente, por eso lo más apropiado es hablar de depresión económica, la cual se corresponde a una situación de baja secular del nivel de producción y por tanto del ingreso. Desde el punto de vista económico, al disminuir la producción, de forma equivalente cae el ingreso de los trabajadores y de los empresarios, aunque tal disminución no es de forma simétrica y por lo general la clase trabajadora lleva la peor parte cuando las economías se estancan o caen.
Una economía como la venezolana que acumula cinco años de caída no solamente ha afectado su tamaño, sino también las posibilidades de crecer a mediano plazo. Ello es así porque hay actividades económicas que ya no existen y otras que sobreviven, pero están severamente afectadas.
Por ejemplo, puede citarse el caso de la industria automotriz que con todas sus ineficiencias tenía sus plantas, mano de obra calificada y una red de suplidores respetables. Esa industria desapareció. Otro caso es la construcción. Con la ley de regulación de alquileres y el control de precios, los constructores se fueron de Venezuela con todo y las maquinarias y las capacidades que dejaron en el país son para la construcción de viviendas de lujo o edificios comerciales, todos ellos transados en moneda extranjera.
Lo mismo sucede con la industria eléctrica, la cual ha tenido una pérdida de generación importante que se refleja en la limitada capacidad para satisfacer una demanda menguada. Ese sector fue una especie de campo de experimentación y hoy el resultado es la destrucción del sistema eléctrico no obstante los miles de millones de dólares gastados y que buena parte terminó en los bolsillos de los corruptos, reos unos y perseguidos otros. Pero tal vez donde es más preocupante la pérdida de capacidades productivas es en el petróleo. Entre 1998 y 2018 la producción petrolera de Venezuela declinó 55% y las perspectivas a corto plazo son de caídas adicionales.
En los casos referidos hay un elemento que no puede omitirse y es la merma de mano de obra calificada. Son tan bajos los salarios que pocos están dispuestos a ingresar al mercado de trabajo y quienes están buscan otras oportunidades. Igualmente se perdió el espíritu de emprendimiento, ahogado por tantas regulaciones y hostilidad de la burocracia. Todo esto refleja una baja sustancial en el producto potencial de la economía venezolana; es decir en la capacidad máxima de producción que se puede obtener usando plenamente los factores de producción.
Los que querían socialismo, aquí tienen pues lo que ha significado en los hechos la vía venezolana al socialismo del siglo XXI. Estamos frente a los escombros de un país que tenemos el deber de recuperar. Vamos hacerlo, tenemos con qué.